Biblia cristiana > Nuevo Testamento > EpÃstolas > Hechos > Arresto de Pablo en el templo (44:21:17 - 44:21:36)
Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron de buena voluntad.
Al dÃa siguiente, Pablo entró con nosotros para ver a Jacobo, y todos los ancianos se reunieron.
Después de saludarlos, les contaba una por una todas las cosas que Dios habÃa hecho entre los gentiles por medio de su ministerio.
Cuando lo oyeron, glorificaron a Dios. Y le dijeron: —Tú ves, hermano, cuántos miles de judÃos hay que han creÃdo; y todos son celosos por la ley.
Pero se les ha informado acerca de ti, que tú enseñas a apartarse de Moisés a todos los judÃos que están entre los gentiles, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni anden según nuestras costumbres.
¿Qué hay, pues, de esto? Seguramente oirán que has venido.
Por tanto, haz esto que te decimos. Entre nosotros hay cuatro hombres que han hecho votos.
Toma contigo a estos hombres, purifÃcate con ellos, paga por ellos para que se rapen sus cabezas, y todos sabrán que no hay nada de lo que se les ha informado acerca de ti, sino que tú también sigues guardando la ley.
Pero en cuanto a los gentiles que han creÃdo, nosotros hemos escrito lo que habÃamos decidido: que se abstengan de lo que es ofrecido a los Ãdolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación.
Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres. Al dÃa siguiente, después de purificarse con ellos, entró en el templo para dar aviso del dÃa en que se cumplirÃa la purificación, cuando se ofrecerÃa el sacrificio por cada uno de ellos.
Cuando iban a terminar los siete dÃas, los judÃos de Asia, al verle en el templo, comenzaron a alborotar a todo el pueblo y le echaron mano,
gritando: “¡Hombres de Israel! ¡Ayudad! ¡Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra nuestro pueblo, la ley y este lugar! Y además de esto, ha metido griegos dentro del templo y ha profanado este lugar santo.”
Porque antes habÃan visto con él en la ciudad a Trófimo, un efesio, y suponÃan que Pablo lo habÃa metido en el templo.
Asà que toda la ciudad se agitó, y se hizo un tumulto del pueblo. Se apoderaron de Pablo y le arrastraron fuera del templo, y de inmediato las puertas fueron cerradas.
Mientras ellos procuraban matarle, llegó aviso al tribuno de la compañÃa que toda Jerusalén estaba alborotada.
De inmediato, éste tomó soldados y centuriones, y bajó corriendo a ellos. Y cuando vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
Entonces llegó el tribuno y le apresó, y mandó que le atasen con dos cadenas. Preguntó quién era y qué habÃa hecho;
pero entre la multitud, unos gritaban una cosa y otros, otra. Como él no podÃa entender nada de cierto a causa del alboroto, mandó llevarlo a la fortaleza.
Y sucedió que cuando llegó a las gradas, Pablo tuvo que ser llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud;
porque la muchedumbre del pueblo venÃa detrás gritando: “¡Mátale!”