Evangelios

Jesús ante el concilio

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Jesús ante el concilio (42:22:66 - 42:22:71)

Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y le llevaron al Sanedrín de ellos.

Y le dijeron: —Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo! Pero él les dijo: —Si os lo dijera, no lo creeríais.

Además, si yo os preguntara, no me responderíais.

Pero de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios.

Le dijeron todos: —Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios? Y él les dijo: —Vosotros decís que yo soy.

Entonces ellos dijeron: —¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.

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Jesús ante Pilato

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Jesús ante Pilato (42:23:1 - 42:23:5)

Entonces, levantándose toda la multitud de ellos, le llevaron a Pilato.

Y comenzaron a acusarle diciendo: —Hemos hallado a éste que agita a nuestra nación, prohíbe dar tributo al César y dice que él es el Cristo, un rey.

Entonces Pilato le preguntó diciendo: —¿Eres tú el rey de los judíos? Respondiendo le dijo: —Tú lo dices.

Pilato dijo a los principales sacerdotes y a la multitud: —No hallo ningún delito en este hombre.

Pero ellos insistían diciendo: —Alborota al pueblo, enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea, hasta aquí.

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Jesús ante Herodes

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Jesús ante Herodes (42:23:6 - 42:23:12)

Entonces Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo.

Y al saber que era de la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en aquellos días.

Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho; porque hacía mucho tiempo que deseaba verle, pues había oído muchas cosas de él y tenía esperanzas de que le vería hacer algún milagro.

Herodes le preguntaba con muchas palabras, pero Jesús no le respondió nada.

Estaban allí los principales sacerdotes y los escribas, acusándole con vehemencia.

Pero Herodes y su corte, después de menospreciarle y burlarse de él, le vistieron con ropa espléndida. Y volvió a enviarle a Pilato.

Aquel mismo día se hicieron amigos Pilato y Herodes, porque antes habían estado enemistados.

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Jesús sentenciado a muerte

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Jesús sentenciado a muerte (42:23:13 - 42:23:25)

Entonces Pilato convocó a los principales sacerdotes, a los magistrados y al pueblo,

y les dijo: —Me habéis presentado a éste como persona que desvía al pueblo. He aquí, yo le he interrogado delante de vosotros, y no he hallado ningún delito en este hombre, de todo aquello que le acusáis.

Tampoco Herodes, porque él nos lo remitió; y he aquí no ha hecho ninguna cosa digna de muerte.

Así que, le soltaré después de castigarle.

Pues tenía necesidad de soltarles uno en cada fiesta.

Pero toda la multitud dio voces a una, diciendo: —¡Fuera con éste! ¡Suéltanos a Barrabás!

Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.

Entonces Pilato les habló otra vez, queriendo soltar a Jesús.

Pero ellos volvieron a dar voces, diciendo: —¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

El les dijo por tercera vez: —¿Pues qué mal ha hecho éste? Ningún delito de muerte he hallado en él. Le castigaré entonces, y le soltaré.

Pero ellos insistían a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y sus voces prevalecieron.

Entonces Pilato juzgó que se hiciese lo que ellos pedían.

Les soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien ellos habían pedido, y entregó a Jesús a la voluntad de ellos.

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Crucifixión y muerte de Jesús

Biblia cristiana > Nuevo Testamento > Evangelios > San Lucas > Crucifixión y muerte de Jesús (42:23:26 - 42:23:49)

Y ellos, al llevarle, tomaron a un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús.

Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él.

Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: —Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

Porque he aquí vendrán días en que dirán: “Bienaventuradas las estériles, los vientres que no concibieron y los pechos que no criaron.”

Entonces comenzarán a decir a las montañas: “¡Caed sobre nosotros!” y a las colinas: “¡Cubridnos!”

Porque si con el árbol verde hacen estas cosas, ¿qué se hará con el seco?

Llevaban también a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados con él.

Cuando llegaron al lugar que se llama de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores: el uno a la derecha y el otro a la izquierda.

Y Jesús decía: —Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes.

El pueblo estaba de pie mirando, y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: —A otros salvó. Sálvese a sí mismo, si es el Cristo, el escogido de Dios.

También los soldados le escarnecían, acercándose, ofreciéndole vinagre

y diciéndole: —Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Había también sobre él un título escrito que decía: ESTE ES EL REY DE LOS JUDIOS.

Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba diciendo: —¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!

Respondiendo el otro, le reprendió diciendo: —¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?

Nosotros, a la verdad, padecemos con razón, porque estamos recibiendo lo que merecieron nuestros hechos; pero éste no hizo ningún mal.

Y le dijo: —Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.

Entonces Jesús le dijo: —De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Cuando era como la hora sexta, descendió oscuridad sobre la tierra hasta la hora novena.

El sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por en medio.

Entonces Jesús, gritando a gran voz, dijo: —¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu! Y habiendo dicho esto, expiró.

Y cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: —¡Verdaderamente, este hombre era justo!

Y toda la multitud que estaba presente en este espectáculo, al ver lo que había acontecido, volvía golpeándose el pecho.

Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, se quedaron lejos, mirando estas cosas.

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