Antiguo Testamento

Reinado de Acab

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Reyes > Reinado de Acab (11:16:29 - 11:16:34)

En el año 38 de Asa, rey de Judá, Acab hijo de Omri comenzó a reinar sobre Israel.

Acab hijo de Omri reinó sobre Israel en Samaria 22 años. Acab hijo de Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, más que todos los que habían reinado antes de él.

Como si le fuera cosa liviana andar en los pecados de Jeroboam hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel hija de Etbaal, rey de los sidonios; y fue, sirvió a Baal y lo adoró.

Erigió un altar a Baal en el templo de Baal que había edificado en Samaria.

Acab también hizo un árbol ritual de Asera. Acab hizo peor que todos los reyes de Israel que habían reinado antes de él, provocando a ira a Jehovah Dios de Israel.

En su tiempo Jiel de Betel reedificó Jericó. A costa de Abiram su primogénito puso los cimientos, y a costa de Segub su hijo menor colocó sus puertas, conforme a la palabra que Jehovah había hablado por medio de Josué hijo de Nun.

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Elías predice la sequía

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Reyes > Elías predice la sequía (11:17:1 - 11:17:7)

Entonces Elías el tisbita, que era uno de los moradores de Galaad, dijo a Acab: —¡Vive Jehovah Dios de Israel, a quien sirvo, que no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por mi palabra!

Entonces la palabra de Jehovah vino a él diciendo:

—Apártate de aquí, dirígete al oriente y escóndete junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán.

Y sucederá que beberás del arroyo, y yo he mandado a los cuervos que te sustenten allí.

Elías fue e hizo conforme a la palabra de Jehovah. Fue y habitó junto al arroyo de Querit, que está al frente del Jordán.

Los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo.

Pero sucedió que después de algunos días se secó el arroyo, porque no había llovido en la tierra.

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Elías y la viuda de Sarepta

Elías y la viuda de Sarepta 1
Enviado por TuBiblia

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Reyes > Elías y la viuda de Sarepta (11:17:8 - 11:17:24)

Entonces la palabra de Jehovah vino a Elías diciendo:

—Levántate, vé a Sarepta de Sidón y habita allí. He aquí, yo he designado allí a una mujer viuda para que te sustente.

Entonces se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña. El la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme un poco de agua en un vaso, para que beba.

Cuando ella iba a traérsela, la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme también un poco de pan en tu mano.

Ella respondió: —¡Vive Jehovah, tu Dios, que no tengo pan cocido! Solamente tengo un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una botella. Y he aquí que estaba recogiendo un par de leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, a fin de que lo comamos y muramos.

Entonces Elías le dijo: —No tengas temor. Vé, haz como has dicho; pero de ello hazme a mí primero una torta pequeña y tráemela. Después harás para ti y para tu hijo.

Porque así ha dicho Jehovah Dios de Israel: “La harina de la tinaja no se acabará, y el aceite de la botella no faltará hasta el día en que Jehovah dé lluvia sobre la superficie de la tierra.”

Entonces ella fue e hizo conforme a la palabra de Elías; y comieron él, ella y su familia, por mucho tiempo.

La harina de la tinaja no se acabó, ni faltó el aceite de la botella, conforme a la palabra que Jehovah había dicho por medio de Elías.

Aconteció después de estas cosas que cayó enfermo el hijo de la mujer, la dueña de casa, y su enfermedad fue tan grave que no quedó en él aliento.

Entonces ella dijo a Elías: —¿Qué tengo yo contigo, oh hombre de Dios? ¿Has venido a mí para traer a la memoria mis iniquidades y hacer morir a mi hijo?

Y él le respondió: —Dame tu hijo. Lo tomó del seno de ella, lo llevó al altillo donde él habitaba y lo acostó sobre su cama.

Entonces, clamando a Jehovah, dijo: —¡Oh Jehovah, Dios mío! ¿Aun a la viuda en cuya casa estoy hospedado has afligido, haciendo morir a su hijo?

Luego se tendió tres veces sobre el niño y clamó a Jehovah diciendo: —¡Oh Jehovah, Dios mío, te ruego que el alma de este niño vuelva a su cuerpo!

Jehovah escuchó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a su cuerpo, y revivió.

Elías tomó al niño, lo bajó del altillo a la casa y lo entregó a su madre. Luego Elías dijo: —¡Mira, tu hijo está vivo!

Entonces la mujer dijo a Elías: —¡Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra de Jehovah es verdad en tu boca!

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Elías regresa a ver a Acab

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Reyes > Elías regresa a ver a Acab (11:18:1 - 11:18:19)

Sucedió que después de mucho tiempo, al tercer año, vino la palabra de Jehovah a Elías, diciendo: —Vé, preséntate ante Acab, y yo enviaré lluvia sobre la faz de la tierra.

Elías fue para presentarse ante Acab. Había gran hambre en Samaria.

Entonces Acab llamó a Abdías, el administrador del palacio. (Abdías era muy temeroso de Jehovah.

Y sucedió que cuando Jezabel destruía a los profetas de Jehovah, Abdías tomó a cien de ellos y los escondió de cincuenta en cincuenta en una cueva, y los sustentó con pan y agua.)

Acab dijo a Abdías: —Vé por la tierra a todos los manantiales de agua y a todos los arroyos; quizás hallemos pasto con que podamos conservar con vida a los caballos y a las mulas, y no tengamos que eliminar algunos de los animales.

Se repartieron el territorio entre ellos para recorrerlo; Acab se fue solo por un camino, y Abdías se fue solo por otro.

Sucedió que cuando Abdías iba por el camino, he aquí que Elías venía a su encuentro; y como le reconoció, se postró sobre su rostro y preguntó: —¿Eres tú Elías, mi señor?

Y le respondió: —Sí, yo soy. Vé y di a tu señor: “Elías está aquí.”

Pero él dijo: —¿En qué he pecado para que tú entregues a tu siervo en mano de Acab, para que me mate?

¡Vive Jehovah tu Dios, que no ha habido nación ni reino adonde mi señor no haya enviado a buscarte! Cuando ellos respondían: “No está,” hacía jurar al reino y a la nación que no te habían hallado.

Y ahora tú dices: “Vé y di a tu señor: Elías está aquí.”

Lo que sucederá es que después que yo me haya alejado de ti, el Espíritu de Jehovah te llevará adonde yo no sepa, y habiendo yo ido para informar a Acab, si él no te halla, me matará. Tu siervo teme a Jehovah desde su juventud.

¿No le han contado a mi señor lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas de Jehovah, cómo escondí en una cueva a cien de ellos de cincuenta en cincuenta y los sustenté con pan y agua?

Y ahora tú dices: “Vé y di a tu señor: Aquí está Elías.” ¡El me matará!

Y Elías dijo: —¡Vive Jehovah de los Ejércitos, a quien sirvo, que hoy me presentaré a él!

Entonces Abdías fue al encuentro de Acab y le informó. Acab fue al encuentro de Elías;

y sucedió que cuando Acab vio a Elías, le dijo: —¿Eres tú, el que está trastornando a Israel?

Y él respondió: —Yo no he trastornado a Israel, sino tú y tu casa paterna, al haber abandonado los mandamientos de Jehovah y al haber seguido a los Baales.

Ahora pues, manda que se reúnan conmigo en el monte Carmelo todo Israel, los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de Asera que comen de la mesa de Jezabel.

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Elías y los profetas de Baal

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Primer Libro de Reyes > Elías y los profetas de Baal (11:18:20 - 11:18:40)

Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo.

Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: —¿Hasta cuándo vacilaréis entre dos opiniones? Si Jehovah es Dios, ¡seguidle! Y si Baal, ¡seguidle! Pero el pueblo no le respondió nada.

Entonces Elías volvió a decir al pueblo: —Sólo yo he quedado como profeta de Jehovah, pero de los profetas de Baal hay 450 hombres.

Dennos, pues, dos toros. Escojan ellos un toro para sí, córtenlo en pedazos y pónganlo sobre la leña; pero no pongan fuego. Yo prepararé el otro toro y lo pondré sobre la leña, pero no pondré fuego.

Luego invocad vosotros el nombre de vuestro dios, y yo invocaré el nombre de Jehovah. El Dios que responda con fuego, ¡ése es Dios! Todo el pueblo respondió y dijo: —¡Bien dicho!

Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: —Escogeos el toro y preparadlo vosotros primero, porque vosotros sois la mayoría. Invocad el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego.

Ellos tomaron el toro que les fue dado, y lo prepararon. Luego invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: —¡Oh Baal, respóndenos! Pero no hubo voz ni quien respondiese. Mientras tanto ellos danzaban junto al altar que habían hecho.

Y sucedió que hacia el mediodía, Elías se burlaba de ellos diciendo: —¡Gritad a gran voz, porque es un dios! Quizás está meditando, o está ocupado, o está de viaje. Quizás está dormido, y hay que despertarle.

Ellos clamaban a gran voz y se sajaban el cuerpo con espadas y con lanzas, conforme a su costumbre, hasta hacer chorrear la sangre sobre ellos.

Y sucedió que cuando pasó el mediodía, ellos seguían profetizando frenéticamente hasta la hora de ofrecer la ofrenda vegetal, y no había voz ni quien respondiese ni escuchase.

Entonces Elías dijo a todo el pueblo: —¡Acercaos a mí! Todo el pueblo se acercó a él. Luego él reparó el altar de Jehovah que estaba arruinado.

Elías tomó doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, a quien le vino palabra de Jehovah diciendo: “Israel será tu nombre.”

Y edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehovah. Después hizo una zanja alrededor del altar, en la cual pudiesen caber dos medidas de semilla.

Luego arregló la leña, cortó el toro en pedazos y los puso sobre la leña.

Entonces dijo: —Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Luego dijo: —Hacedlo por segunda vez. Y lo hicieron por segunda vez. Dijo aún: —Hacedlo por tercera vez. Y lo hicieron por tercera vez,

de modo que el agua corría alrededor del altar y llenó también la zanja.

Cuando llegó la hora de presentar la ofrenda vegetal, se acercó el profeta Elías y dijo: —¡Oh Jehovah, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; y que por tu palabra he hecho todas estas cosas!

Respóndeme, oh Jehovah; respóndeme, para que este pueblo reconozca que tú, oh Jehovah, eres Dios, y que tú haces volver el corazón de ellos.

Entonces cayó fuego de Jehovah, que consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo; y lamió el agua que estaba en la zanja.

Al verlo toda la gente, se postraron sobre sus rostros y dijeron: —¡Jehovah es Dios! ¡Jehovah es Dios!

Entonces Elías les dijo: —¡Prended a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno de ellos! Los

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