Antiguo Testamento

Límites y repartición de la tierra

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Límites y repartición de la tierra (26:47:13 - 26:48:35)

Así ha dicho el Señor Jehovah: “Estos son los límites de la tierra que obtendréis como heredad para las doce tribus de Israel. José tendrá dos porciones.

Así la recibiréis en posesión, tanto los unos como los otros, porque por ella alcé mi mano jurando que la había de dar a vuestros padres. Esta tierra os corresponderá como heredad.

“Este será el límite de la tierra por el lado norte: Desde el mar Grande, en dirección de Hetlón, Lebo-hamat, Zedad,

Berota y Sibraim, que está entre el límite de Damasco y el límite de Hamat, y hacia Hazar-haticón, que está en el límite de Haurán.

El límite del norte será desde el mar, Hazar-enán, el límite de Damasco al norte y el límite de Hamat. Este será el lado del norte.

“Por el lado oriental será desde Haurán, por en medio de Damasco y por el Jordán, entre Galaad y la tierra de Israel, hasta el mar oriental y hasta Tamar. Este es el lado oriental.

“Por el lado del Néguev, hacia el sur, será desde Tamar hasta las aguas de Meriba en Cades, en dirección del arroyo que va hacia el mar Grande. Este será el lado sur, hacia el Néguev.

“Por el lado occidental el mar Grande constituye el límite hasta frente a Lebo-hamat. Este será el lado occidental.

“Repartiréis esta tierra entre vosotros según las tribus de Israel.

Haréis el sorteo de ella para que sea heredad para vosotros y para los forasteros que residen entre vosotros, quienes han engendrado hijos entre vosotros, y que son para vosotros como nativos entre los hijos de Israel. Ellos participarán con vosotros en el sorteo para tener posesión entre las tribus de Israel.

Y sucederá que daréis su heredad al forastero en la tribu en que él resida, dice el Señor Jehovah.

“Estos son los nombres de las tribus: “Dan tendrá una parte desde el extremo norte, junto al camino de Hetlón, hasta Lebo-hamat; Hazar-enán, el límite de Damasco al norte, junto a Hamat, con sus extremos al oriente y al occidente.

“Aser tendrá una parte junto al territorio de Dan, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

“Neftalí tendrá una parte junto al territorio de Aser, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Manasés tendrá una parte junto al territorio de Neftalí, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Efraín tendrá una parte junto al territorio de Manasés, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Rubén tendrá una parte junto al territorio de Efraín, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

“Judá tendrá una parte junto al territorio de Rubén, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

“Junto al territorio de Judá, desde el lado oriental hasta el lado occidental, estará la porción de 25.000 de ancho y de largo, que reservaréis como cualquiera de las otras partes, es decir, desde el lado oriental hasta el lado occidental; y en medio de ella estará el santuario.

La porción que reservéis para Jehovah será de 25.000 de largo por 10.000 de ancho.

A los sacerdotes les pertenece la porción sagrada de 25.000 por el norte, y de 10.000 de ancho por el occidente, de 10.000 de ancho por el oriente y de 25.000 de largo por el sur. Y en medio de ella estará el santuario de Jehovah.

“Para los sacerdotes consagrados, hijos de Sadoc, que cumplieron con mi ordenanza y que cuando los hijos de Israel se desviaron no se desviaron como se desviaron los levitas,

habrá una porción reservada de la tierra reservada, la parte más sagrada, junto al territorio de los levitas.

“La parte de los levitas estará junto al territorio de los sacerdotes y será de 25.000 de largo y de 10.000 de ancho. Todo el largo de 25.000 y el ancho de 10.000.

No venderán de ello; no permutarán, ni traspasarán las primicias de la tierra, porque es cosa consagrada a Jehovah.

“El área de 5.000 de ancho que queda frente a las 25.000 será para uso común, para la ciudad, para vivienda y campos de alrededor. Y la ciudad estará dentro de ella.

Estas serán sus dimensiones: Por el lado norte tendrá 4.500, por el lado sur tendrá 4.500, por el lado oriental 4.500 y por el lado occidental 4.500.

El campo de alrededor de la ciudad tendrá al norte 250, al lado sur 250, al oriente 250 y al occidente

Los productos de lo que quede del largo al frente de la porción consagrada, 10.000 al oriente y 10.000 al occidente, serán para el sustento de los trabajadores de la ciudad.

Los trabajadores de la ciudad serán de todas las tribus de Israel; ellos la trabajarán.

Toda la porción de 25.000 por 25.000 es la porción cuadrada que reservaréis para el santuario y para posesión de la ciudad.

“Para el gobernante será lo que quede de un lado y del otro de la porción consagrada y de la posesión de la ciudad, a lo largo de las 25.000 hasta el extremo oriental, y delante de las 25.000 hasta el extremo occidental de la tierra. Junto a estas partes le corresponderá al gobernante. Será una porción consagrada, y el santuario del templo estará en medio de ella.

Aparte de la posesión de los levitas y de la posesión de la ciudad, estará lo que corresponderá al gobernante. Entre el territorio de Judá y el territorio de Benjamín le corresponderá al gobernante.

“En cuanto a las demás tribus, Benjamín tendrá una parte desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Simeón tendrá una parte junto al territorio de Benjamín, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Isacar tendrá una parte junto al territorio de Simeón, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

“Zabulón tendrá una parte junto al territorio de Isacar, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

Gad tendrá una parte junto al territorio de Zabulón, desde el lado oriental hasta el lado occidental.

“Junto al territorio de Gad, al lado del Néguev, hacia el sur, será la frontera desde Tamar hasta las aguas de Meriba en Cades, en dirección del arroyo que va hasta el mar Grande.

Esta es la tierra que repartirán por sorteo como posesión para las tribus de Israel, y éstas son sus partes, dice el Señor Jehovah.

“Estas son las salidas de la ciudad por el lado norte, que tendrá 4.500 de largo.

(Las puertas de la ciudad serán según los nombres de las tribus de Israel.) Al norte habrá tres puertas: la puerta de Rubén, la puerta de Judá y la puerta de Leví.

“El lado oriental tendrá 4.500 y tres puertas: la puerta de José, la puerta de Benjamín y la puerta de Dan.

“El lado sur tendrá 4.500 de largo y tres puertas: la puerta de Simeón, la puerta de Isacar y la puerta de Zabulón.

“El lado occidental tendrá 4.500 y tres puertas: la puerta de Gad, la puerta de Aser y la puerta de Neftalí.

“El perímetro será de 18.000. Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: JEHOVAH ESTA ALLI.”

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Daniel y sus compañeros en Babilonia

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Daniel > Daniel y sus compañeros en Babilonia (27:1:1 - 27:1:21)

En el tercer año del reinado de Joacim rey de Judá, Nabucodonosor rey de Babilonia fue a Jerusalén, y la sitió.

El Señor entregó en su mano a Joacim rey de Judá y parte de los utensilios de la casa de Dios. Los trajo a la tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en el tesoro de su dios.

El rey dijo a Aspenaz, jefe de sus funcionarios, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real y de los nobles,

a jóvenes en quienes no hubiese ningún defecto, bien parecidos, instruidos en toda sabiduría, dotados de conocimiento, poseedores del saber y capaces para servir en el palacio del rey; y que les enseñase la escritura y la lengua de los caldeos.

El rey les asignó para cada día una ración de los manjares del rey y del vino que él bebía. Ordenó que se les educase durante tres años, para que al fin de ellos se presentaran al servicio del rey.

Entre ellos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de la tribu de Judá.

A éstos, el jefe de los funcionarios les puso nombres: A Daniel llamó Beltesasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.

Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con la ración de la comida del rey ni con el vino que éste bebía. Pidió, por tanto, al jefe de los funcionarios que no fuera obligado a contaminarse.

Dios concedió a Daniel que se ganara el afecto y la buena voluntad del jefe de los funcionarios,

y el jefe de los funcionarios dijo a Daniel: —Tengo temor de mi señor el rey, quien ha asignado vuestra comida y vuestra bebida; pues cuando él vea vuestras caras más demacradas que las de los jóvenes de vuestra edad, expondréis mi vida ante el rey.

Entonces Daniel dijo al inspector, a quien el jefe de los funcionarios había puesto a cargo de Daniel, Ananías, Misael y Azarías:

—Por favor, prueba a tus siervos durante diez días; que nos den de comer sólo legumbres y de beber sólo agua.

Luego sean vistos delante de ti nuestro aspecto y el de los jóvenes que comen de la ración de los manjares del rey. Y según lo que veas, así harás con tus siervos.

Les escuchó en este asunto y los probó durante diez días.

Al final de los diez días el aspecto de ellos se veía mejor y más nutrido de carnes que el de los otros jóvenes que comían de la ración de los manjares del rey.

De modo que el inspector retiraba la ración de los manjares de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres.

A estos cuatro jóvenes Dios les dio conocimiento y habilidad en toda clase de escritura y sabiduría. Y Daniel era entendido en toda clase de visiones y sueños.

Pasados los días, al fin de los cuales el rey había dicho que los trajesen, el jefe de los funcionarios los llevó a la presencia de Nabucodonosor.

El rey habló con ellos, y no se encontró entre todos ellos ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Así se presentaron al servicio del rey.

En todo asunto de sabiduría y entendimiento que el rey les consultó, los encontró diez veces mejores que todos los magos y encantadores que había en todo su reino.

Y Daniel continuó hasta el primer año del rey Ciro.

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Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Daniel > Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor (27:2:1 - 27:2:49)

En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, éste tuvo un sueño; y su espíritu se perturbó, y no pudo dormir.

El rey mandó llamar a los magos, a los encantadores, a los hechiceros y a los caldeos para que le declarasen sus sueños. Vinieron y se presentaron delante del rey.

Y el rey les dijo: —He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por entender el sueño.

Entonces los caldeos dijeron al rey en arameo: —¡Oh rey, para siempre vivas! Di el sueño a tus siervos, y te declararemos la interpretación.

El rey respondió y dijo a los caldeos: —De mi parte el asunto está decidido: Si no me dais a conocer el sueño y su interpretación, seréis descuartizados, y vuestras casas serán convertidas en ruinas.

Pero si me declaráis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí regalos, favores y grandes honores. Por tanto, declaradme el sueño y su interpretación.

Le respondieron por segunda vez diciendo: —Diga el rey el sueño a sus siervos, y nosotros declararemos su interpretación.

El rey respondió: —Ciertamente yo me doy cuenta de que vosotros ponéis dilaciones, porque veis que de mi parte el asunto está decidido:

Si no me dais a conocer el sueño, habrá una sola sentencia para vosotros. Ciertamente os habéis puesto de acuerdo para dar una respuesta mentirosa y corrupta delante de mí, entre tanto que las circunstancias cambien. Por tanto, decidme el sueño, para que yo sepa que también podéis declarar su interpretación.

Los caldeos respondieron delante del rey: —No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey, porque ningún rey grande y poderoso ha pedido cosa semejante a ningún mago ni encantador ni caldeo.

Además, el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay delante del rey quien lo pueda declarar, salvo los dioses, cuya morada no está con los mortales.

Por esto, el rey se enfureció y se airó muchísimo, y mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia.

Se promulgó el decreto, para que los sabios fuesen llevados a la muerte. Y buscaron a Daniel y a sus compañeros para que fuesen muertos.

Entonces Daniel se dirigió con prudencia y discreción a Arioc, capitán de la guardia del rey, quien había salido para matar a los sabios de Babilonia.

Habló y dijo a Arioc, oficial del rey: —¿Cual es la causa por la que se ha promulgado este decreto tan severo de parte del rey? Entonces Arioc declaró el asunto a Daniel.

Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo para que le declarase la interpretación.

Luego Daniel fue a su casa y dio a conocer el asunto a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros,

a fin de implorar misericordia del Dios de los cielos con respecto a este misterio, para que Daniel y sus compañeros no pereciesen junto con el resto de los sabios de Babilonia.

Entonces el misterio le fue revelado a Daniel en una visión de noche, por lo cual Daniel bendijo al Dios de los cielos.

Daniel habló y dijo: “¡Sea bendito el nombre de Dios desde la eternidad hasta la eternidad! Porque suyos son la sabiduría y el poder.

El cambia los tiempos y las ocasiones; quita reyes y pone reyes. Da sabiduría a los sabios y conocimiento a los entendidos.

El revela las cosas profundas y escondidas; conoce lo que hay en las tinieblas, y con él mora la luz.

A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y poder. Y ahora me has dado a conocer lo que te hemos pedido, pues nos has dado a conocer el asunto del rey.”

Después de esto, Daniel entró a la presencia de Arioc, a quien el rey había comisionado para hacer perecer a los sabios de Babilonia. Fue y le dijo así: —No hagas perecer a los sabios de Babilonia. Llévame a la presencia del rey, y yo declararé al rey la interpretación.

Entonces Arioc llevó apresuradamente a Daniel a la presencia del rey y le dijo así: —He hallado un hombre de los cautivos de Judá, quien dará a conocer al rey la interpretación.

El rey habló y preguntó a Daniel, cuyo nombre era Beltesasar: —¿Podrás tú darme a conocer el sueño que tuve y su interpretación?

Daniel respondió en presencia del rey diciendo: —El misterio sobre el cual el rey pregunta, ni los sabios, ni los encantadores, ni los magos, ni los adivinos lo pueden declarar al rey.

Pero hay un Dios en los cielos, quien revela los misterios. El ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. Tu sueño y las visiones de tu cabeza en tu cama son éstos:

Estando tú, oh rey, en tu cama, tus pensamientos se agitaban por saber lo que había de suceder en el porvenir; y el que revela los misterios te ha hecho saber lo que ha de suceder.

En cuanto a mí, me ha sido revelado este misterio, no porque la sabiduría que hay en mí sea mayor que la de todos los vivientes, sino para que yo dé a conocer al rey la interpretación y para que entiendas los pensamientos de tu corazón.

Tú, oh rey, mirabas, y he aquí una gran estatua. Esta estatua, que era muy grande y cuyo brillo era extraordinario, estaba de pie delante de ti; y su aspecto era temible.

La cabeza de esta estatua era de oro fino; su pecho y sus brazos eran de plata; su vientre y sus muslos eran de bronce;

sus piernas eran de hierro; y sus pies en parte eran de hierro y en parte de barro cocido.

Mientras mirabas, se desprendió una piedra, sin intervención de manos. Ella golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó.

Entonces se desmenuzaron también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro; y se volvieron como el tamo de las eras en verano. El viento se los llevó, y nunca más fue hallado su lugar. Y la piedra que golpeó la estatua se convirtió en una gran montaña que llenó toda la tierra.

Este es el sueño. Y su interpretación también la diremos en presencia del rey:

Tú, oh rey, eres rey de reyes porque el Dios de los cielos te ha dado la realeza, el poder, la fuerza y la majestad.

Todo lugar donde habitan los hijos del hombre, los animales del campo y las aves del cielo, él los ha entregado en tus manos y te ha dado dominio sobre todos ellos. Tú eres aquella cabeza de oro.

Después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo, y otro tercer reino de bronce, el cual dominará en toda la tierra.

El cuarto reino será fuerte como el hierro; y como el hierro todo lo desmenuza y pulveriza, y como el hierro despedaza, así demenuzará y despedazará a todos éstos.

Lo que viste de los pies y de los dedos, que en parte eran de barro cocido de alfarero y en parte de hierro, significa que ese reino estará dividido; pero en él habrá algo de la firmeza del hierro, tal como viste que el hierro estaba mezclado con el barro cocido.

Y por ser los dedos de los pies en parte de hierro y en parte de barro cocido, así el reino será en parte fuerte y en parte frágil.

En cuanto a lo que viste, que el hierro estaba mezclado con el barro cocido, se mezclarán por medio de alianzas humanas, pero no se pegarán el uno con el otro, así como el hierro no se mezcla con el barro.

Y en los días de esos reyes, el Dios de los cielos levantará un reino que jamás será destruido, ni será dejado a otro pueblo. Este desmenuzará y acabará con todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre.

De la manera que viste que de la montaña se desprendió una piedra sin intervención de manos, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro cocido, la plata y el oro, el gran Dios ha hecho saber al rey lo que ha de acontecer en el porvenir. El sueño es verdadero, y su interpretación es fiel.

Entonces el rey Nabucodonosor se postró sobre su rostro y rindió homenaje a Daniel. Mandó que le ofreciesen ofrendas e incienso.

El rey habló a Daniel y le dijo: —Ciertamente vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de reyes. El revela los misterios, pues tú pudiste revelar este misterio.

Entonces el rey engrandeció a Daniel y le dio muchos y grandes regalos. Le dio dominio sobre toda la provincia de Babilonia y le hizo intendente principal de todos los sabios de Babilonia.

Daniel solicitó del rey, y él designó a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego sobre la administración de la provincia de Babilonia. Y Daniel permaneció en la corte del rey.

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Rescatados del horno de fuego

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Daniel > Rescatados del horno de fuego (27:3:1 - 27:3:30)

El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de 60 codos y su anchura de 6 codos, y la levantó en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.

Y el rey Nabucodonosor mandó reunir a los sátrapas, los intendentes y gobernadores, a los consejeros, los tesoreros, los jueces, los oficiales y a todos los gobernantes de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado.

Entonces fueron reunidos los sátrapas, los intendentes y gobernadores, los consejeros, los tesoreros, los jueces, los oficiales y todos los gobernantes de las provincias, para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Mientras estaban de pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor,

el heraldo proclamó con gran voz: “Se ordena a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,

que al oír el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y rindáis homenaje a la estatua de oro que ha levantado el rey Nabucodonosor.

Cualquiera que no se postre y rinda homenaje, en la misma hora será echado dentro de un horno de fuego ardiendo.”

Por eso, tan pronto como oyeron todos los pueblos el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y rindieron homenaje a la estatua de oro que había levantado el rey Nabucodonosor.

Por esto, en el mismo tiempo algunos hombres caldeos se acercaron y denunciaron a los judíos.

Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: —¡Oh rey, para siempre vivas!

Tú, oh rey, has dado la orden de que todo hombre que oiga el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y rinda homenaje a la estatua de oro;

y que el que no se postre y rinda homenaje sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo.

Hay, pues, unos hombres judíos, a quienes tú has designado sobre la administración de la provincia de Babilonia (Sadrac, Mesac y Abed-nego); estos hombres, oh rey, no te han hecho caso. Ellos no rinden culto a tus dioses ni dan homenaje a la estatua de oro que tú has levantado.

Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego. Luego estos hombres fueron traídos a la presencia del rey.

Y Nabucodonosor habló y les dijo: —¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no rendís culto a mi dios, ni dais homenaje a la estatua de oro que he levantado?

Ahora pues, ¿estáis listos para que al oír el sonido de la corneta, de la flauta, de la cítara, de la lira, del arpa, de la zampoña y de todo instrumento de música os postréis y rindáis homenaje a la estatua que he hecho? Porque si no le rendís homenaje, en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo. ¿Y qué dios será el que os libre de mis manos?

Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron y dijeron al rey: —Oh Nabucodonosor, no necesitamos nosotros responderte sobre esto.

Si es así, nuestro Dios, a quien rendimos culto, puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará.

Y si no, que sea de tu conocimiento, oh rey, que no hemos de rendir culto a tu dios ni tampoco hemos de dar homenaje a la estatua que has levantado.

Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se alteró la expresión de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego. Ordenó que el horno fuese calentado siete veces más de lo acostumbrado,

y mandó a hombres muy fornidos que tenía en su ejército que atasen a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego para echarlos en el horno de fuego ardiendo.

Entonces estos hombres fueron atados, con sus mantos, sus túnicas, sus turbantes y sus otras ropas, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo.

Porque la orden del rey era apremiante y el horno había sido calentado excesivamente, una llamarada de fuego mató a aquellos que habían levantado a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego.

Y estos tres hombres, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.

Entonces el rey Nabucodonosor se alarmó y se levantó apresuradamente. Y habló a sus altos oficiales y dijo: —¿No echamos a tres hombres atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: —Es cierto, oh rey.

El respondió: —He aquí, yo veo a cuatro hombres sueltos que se pasean en medio del fuego, y no sufren ningún daño. Y el aspecto del cuarto es semejante a un hijo de los dioses.

Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo y llamó diciendo: —¡Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid! Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego.

Y se reunieron los sátrapas, los intendentes, los gobernadores y los altos oficiales del rey para mirar a estos hombres; cómo el fuego no se había enseñoreado de sus cuerpos, ni se había quemado el cabello de sus cabezas, ni sus mantos se habían alterado, ni el olor del fuego había quedado en ellos.

Nabucodonosor exclamó diciendo: —Bendito sea el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego, que envió a su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él y desobedecieron el mandato del rey; pues prefirieron entregar sus cuerpos antes que rendir culto o dar homenaje a cualquier dios, aparte de su Dios.

Luego, de mi parte es dada la orden de que en todo pueblo, nación o lengua, el que hable mal contra el Dios de Sadrac, de Mesac y de Abed-nego, sea descuartizado, y su casa sea convertida en ruinas. Porque no hay otro dios que pueda librar así como él.

Entonces el rey hizo prosperar a Sadrac, a Mesac y a Abed-nego en la provincia de Babilonia.

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La locura de Nabucodonosor

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Daniel > La locura de Nabucodonosor (27:4:1 - 27:4:37)

El rey Nabucodonosor, a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitan en toda la tierra: Paz os sea multiplicada.

Me ha parecido bien declarar las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho para conmigo.

¡Cuán grandes son sus señales, y cuán poderosos sus milagros! Su reino es un reino eterno, y su señorío de generación en generación.

Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio.

Entonces tuve un sueño que me espantó, y las fantasías sobre mi cama y las visiones de mi cabeza me turbaron.

Por esto di un decreto para traer a mi presencia a todos los sabios de Babilonia, a fin de que me diesen a conocer la interpretación del sueño.

Entonces vinieron los magos, los encantadores, los caldeos y los adivinos, y yo conté el sueño delante de ellos, pero no me dieron a conocer su interpretación.

Al final entró delante de mí Daniel (cuyo nombre es Beltesasar, como el nombre de mi dios), en quien hay espíritu de los dioses santos. Yo conté el sueño delante de él, diciendo:

Beltesasar, jefe de los magos, como entiendo que en ti hay espíritu de los dioses santos y que ningún misterio está escondido de ti, dime las visiones del sueño que he tenido y su interpretación.

Estas son las visiones de mi cabeza en mi cama: Yo miraba, y he aquí un árbol en medio de la tierra, cuya altura era grande.

Este árbol crecía y se hacía fuerte; su altura llegaba hasta el cielo, y era visible hasta los confines de toda la tierra.

Su follaje era hermoso, y su fruto abundante. En él había sustento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra los animales del campo, y en sus ramas habitaban las aves del cielo. Todo mortal tomaba sustento de él.

Estando en mi cama miraba las visiones de mi cabeza, y he aquí que un vigilante, uno santo, descendía del cielo.

El proclamaba con gran voz y decía así: “¡Derribad el árbol y cortad sus ramas; quitad su follaje y desparramad su fruto! ¡Huyan los animales que están debajo de él, y las aves de sus ramas!

Pero dejad el tronco de sus raíces en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales tenga su parte entre la hierba de la tierra.

Sea cambiado su corazón de hombre; séale dado un corazón de animal, y pasen sobre él siete tiempos.”

La sentencia fue por decreto de los vigilantes, y la decisión por la palabra de los santos, para que los vivientes reconozcan que el Altísimo es Señor del reino de los hombres, que lo da a quien quiere y que constituye sobre él al más humilde de los hombres.

—Yo, el rey Nabucodonosor, he tenido este sueño. Tú, pues, Beltesasar, di la interpretación, puesto que todos los sabios de mi reino no han podido darme a conocer su interpretación. Pero tú sí puedes, porque el espíritu de los dioses santos está en ti.

Entonces Daniel, cuyo nombre era Beltesasar, quedó atónito por un momento, y sus pensamientos le turbaban. El rey habló y dijo: —Beltesasar, no te turben el sueño ni su interpretación. Y Beltesasar respondió y dijo: —¡Oh señor mío, que el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para tus adversarios!

El árbol que viste (que crecía y se hacía fuerte, y cuya altura llegaba hasta el cielo y que era visible a toda la tierra;

cuyo follaje era hermoso y su fruto abundante, de modo que en él había sustento para todos; debajo del cual habitaban los animales del campo y en cuyas ramas las aves del cielo tenían su morada)

eres tú mismo, oh rey, que has crecido y te has hecho fuerte. Tu grandeza ha crecido y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra.

En cuanto a lo que vio el rey (un vigilante, uno santo, que descendía del cielo y decía: “¡Derribad el árbol y destruidlo; pero dejad el tronco de sus raíces en la tierra, con atadura de hierro y de bronce, entre el pasto del campo. Que él sea mojado con el rocío del cielo y que con los animales del campo tenga su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos”),

ésta es, oh rey, la interpretación: Es un decreto del Altísimo que ha caído sobre mi señor el rey.

A ti te echarán de entre los hombres, y junto con los animales del campo estará tu morada. Te darán de comer hierba, como a los bueyes, y serás mojado con el rocío del cielo. Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere.

Y lo que dijeron, que dejasen en la tierra el tronco de las raíces del árbol, significa que tu reino continuará firme después que tú reconozcas que el señorío es de los cielos.

Por tanto, oh rey, que te sea grato mi consejo, y rompe con tus pecados mediante la práctica de la justicia, y con tus iniquidades mediante obras de misericordia para con los pobres. Tal vez esto resulte en la prolongación de tu tranquilidad.

Todo aquello le sobrevino al rey Nabucodonosor.

Al final de doce meses, mientras se paseaba sobre la terraza del palacio real de Babilonia,

dijo el rey: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué como residencia real, con la fuerza de mi poder y para la gloria de mi majestad?”

Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando descendió una voz del cielo: “A ti se te dice, oh rey Nabucodonosor, que el reino ha sido quitado de ti.

Te echarán de entre los hombres, y junto con los animales del campo será tu morada. Te darán de comer hierba como a los bueyes. Siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo es Señor del reino de los hombres y que lo da a quien quiere.”

En la misma hora se cumplió la palabra acerca de Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres. Comía hierba como los bueyes, y su cuerpo era mojado con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águilas y sus uñas como las de las aves.

“Pero al cabo de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo; y me fue devuelta la razón. Entonces bendije al Altísimo; alabé y glorifiqué al que vive para siempre. Porque su señorío es eterno, y su reino de generación en generación.

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada. El hace según su voluntad con el ejército del cielo y con los habitantes de la tierra. No hay quien detenga su mano ni quien le diga: ¿Qué haces?

“En el mismo tiempo me fue devuelta la razón, y mi dignidad y mi esplendor volvieron a mí para gloria de mi reino. Mis altos oficiales y mis nobles me buscaron. Yo fui restituido a mi reino, y me fue añadida aun mayor grandeza.

Ahora, yo, Nabucodonosor, alabo, exalto y glorifico al Rey de los cielos, porque todas sus obras son verdad y sus caminos son justicia. El puede humillar a los que andan con soberbia.”

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