Antiguo Testamento

Visión de las abominaciones en Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Visión de las abominaciones en Jerusalén (26:8:1 - 26:8:18)

Aconteció en el quinto día del mes sexto del sexto año, estando yo sentado en mi casa y los ancianos de Judá también sentados delante de mí, que descendió allí sobre mí la mano del Señor Jehovah.

Miré, y he aquí una forma como de hombre. Desde su cintura hacia abajo era como de fuego, y desde su cintura hacia arriba era como un resplandor, como un metal reluciente.

Entonces extendió algo semejante a una mano y me tomó por un mechón de mi cabeza. Luego el Espíritu me elevó entre el cielo y la tierra, y me llevó en visiones de Dios a Jerusalén, a la entrada de la puerta interior que da hacia el norte, donde estaba el sitio de la imagen del celo, la que provoca a celos.

Y he allí la gloria del Dios de Israel, como la visión que yo había visto en el valle.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, levanta tus ojos en dirección al norte.” Levanté mis ojos en dirección al norte, y he aquí que al norte de la puerta del altar, en la entrada, estaba la imagen del celo.

Entonces me dijo: “Oh hijo de hombre, ¿ves lo que hacen éstos, las grandes abominaciones que hacen aquí los de la casa de Israel, para alejarme de mi santuario? Pero todavía volverás a ver abominaciones aun mayores.”

Entonces me llevó a la entrada del atrio. Luego miré, y he aquí, un agujero en la pared.

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, cava en la pared.” Cavé en la pared, y he aquí una entrada.

Y me dijo: “Entra y mira las perversas abominaciones que éstos hacen aquí.”

Entré y miré, y he allí toda clase de figuras de reptiles y de cuadrúpedos detestables. Todos los ídolos de la casa de Israel estaban grabados alrededor, en la pared.

Delante de ellos estaban de pie setenta hombres de los ancianos de la casa de Israel, y Jazanías hijo de Safán estaba de pie entre ellos. Cada uno tenía en su mano su incensario, y la fragancia del incienso subía como nube.

Y me dijo: “Oh hijo de hombre, ¿has visto las cosas que hacen los ancianos de la casa de Israel en la oscuridad, cada uno en su cámara adornada con imágenes? Porque ellos dicen: Jehovah no nos ve; Jehovah ha abandonado la tierra.”

Luego me dijo: “Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores, que ellos hacen.”

Luego me llevó a la entrada de la puerta de la casa de Jehovah que da al norte, y he aquí que estaban sentadas allí unas mujeres, llorando a Tamuz.

Y me dijo: “¿Has visto, oh hijo de hombre? Todavía volverás a ver abominaciones aun mayores que éstas.”

Entonces me llevó al atrio interior de la casa de Jehovah. Y he allí, en la entrada del templo de Jehovah, entre el pórtico y el altar, había unos veinticinco hombres con sus espaldas vueltas hacia el templo de Jehovah y sus caras hacia el oriente, postrándose ante el sol, hacia el oriente.

Y me dijo: “¿Has visto, oh hijo de hombre? ¿Es cosa liviana para los de la casa de Judá hacer estas abominaciones que hacen aquí? Porque han llenado la tierra de violencia y han vuelto a provocarme a ira, y he aquí que llevan la rama de la vid a sus narices.

Pues yo también actuaré en mi ira: Mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Gritarán a mis oídos a gran voz, pero no los escucharé.”

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Visión de la muerte de los culpables

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Visión de la muerte de los culpables (26:9:1 - 26:9:11)

Entonces proclamó con gran voz a mis oídos, diciendo: —¡Acercaos los verdugos de la ciudad, cada uno con su instrumento destructor en su mano!

Y he aquí que seis hombres vinieron por el camino de la puerta superior que da hacia el norte, y cada uno traía en su mano su instrumento para destruir. Pero entre ellos había un hombre vestido de lino que llevaba al cinto los útiles de escriba. Y habiendo entrado se detuvieron junto al altar de bronce.

Entonces la gloria del Dios de Israel se elevó de encima del querubín sobre el cual había estado, hacia el umbral del templo. Luego Dios llamó al hombre vestido de lino, que llevaba al cinto los útiles de escriba.

Y le dijo Jehovah: —Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una marca en la frente de los hombres que suspiran y gimen a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.

Y a los otros les dijo, a mis oídos: —¡Pasad por la ciudad, detrás de él, y matad! Vuestro ojo no tenga lástima, ni tengáis compasión.

Matad a viejos, a jóvenes, a muchachas, a niños y a mujeres, hasta exterminarlos. Pero no os acerquéis a ninguno sobre el cual esté la marca. Habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron, pues, desde los hombres ancianos que estaban delante del templo.

Y les dijo: —¡Contaminad el templo y llenad los atrios con muertos! ¡Salid! Ellos salieron y comenzaron a matarlos en la ciudad.

Y aconteció que mientras los mataban, y yo me quedaba solo, me postré sobre mi rostro y clamé diciendo: —¡Ay, Señor Jehovah! ¿Vas a destruir todo el remanente de Israel al derramar tu ira sobre Jerusalén?

Y él me dijo: —La iniquidad de la casa de Israel y de Judá es demasiado grande. La tierra está llena de hechos de sangre, y la ciudad está llena de injusticias. Porque han dicho: “Jehovah ha abandonado la tierra; Jehovah no ve.”

En cuanto a mí, mi ojo no tendrá lástima, ni tendré compasión. Haré recaer su conducta sobre sus propias cabezas.

Y he aquí que el hombre vestido de lino, y que llevaba al cinto los útiles de escriba, dio informe diciendo: —He hecho conforme a lo que me has mandado.

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La gloria de Dios abandona el templo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > La gloria de Dios abandona el templo (26:10:1 - 26:10:22)

Entonces miré; y he aquí, sobre la bóveda que estaba encima de la cabeza de los querubines, apareció sobre ellos algo como una piedra de zafiro que tenía el aspecto de un trono.

Y Dios dijo al hombre vestido de lino: —Entra en medio de las ruedas, debajo de los querubines, llena tus manos con carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. El entró ante mi vista.

Y cuando entró aquel hombre, los querubines estaban de pie en el lado sur del templo, y la nube llenaba el atrio interior.

Entonces la gloria de Jehovah se elevó de encima de los querubines, hacia el umbral del templo. Y el templo fue llenado por la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehovah.

El ruido de las alas de los querubines se escuchaba hasta el atrio exterior, como la voz del Dios Todopoderoso cuando habla.

Y aconteció que cuando mandó al hombre vestido de lino, diciendo: “Toma fuego de entre las ruedas de en medio de los querubines,” éste entró y se puso de pie al lado de una rueda.

Entonces un querubín extendió su mano de entre los querubines hacia el fuego que había en medio de los querubines, tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino. Y éste lo tomó y salió.

Los querubines parecían tener debajo de sus alas algo semejante a una mano de hombre.

Miré, y he aquí que había cuatro ruedas junto a los querubines; al lado de cada querubín había una rueda. El aspecto de las ruedas era como de piedra de crisólito.

En cuanto a su aspecto, las cuatro eran de una misma forma, como si una rueda estuviera dentro de otra rueda.

Cuando se desplazaban, iban en cualquiera de las cuatro direcciones, y no viraban cuando se desplazaban, sino que al lugar a donde se dirigía la principal, las otras iban detrás de ella; y no viraban cuando se desplazaban.

Todo el cuerpo de ellos, sus espaldas, sus manos, sus alas y también las ruedas (las cuatro ruedas) estaban llenos de ojos alrededor.

A las ruedas, ante mis oídos, se les gritaba: “¡Rueda!”

Cada uno tenía cuatro caras. La primera tenía cara de querubín; la segunda, cara de hombre; la tercera, cara de león; y la cuarta, cara de águila.

Luego los querubines se elevaron. Estos son los seres vivientes que vi junto al río Quebar.

Cuando los querubines se desplazaban, también se desplazaban las ruedas que estaban junto a ellos. Cuando los querubines levantaban sus alas para elevarse de la tierra, las ruedas no se separaban de ellos.

Cuando ellos se detenían, las ruedas también se detenían; y cuando se elevaban, éstas se elevaban junto con ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en ellas.

Entonces la gloria de Jehovah salió de sobre el umbral del templo y se colocó encima de los querubines.

Los querubines alzaron sus alas y ante mi vista se elevaron de la tierra. Cuando ellos salieron, también salieron las ruedas que estaban junto a ellos, y se detuvieron a la entrada de la puerta oriental de la casa de Jehovah. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.

Estos eran los seres vivientes que vi debajo del Dios de Israel en el río Quebar, y me di cuenta de que eran querubines.

Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas; y debajo de sus alas había algo semejante a manos de hombre.

La forma de sus caras era como la de las caras que vi junto al río Quebar; tenían el mismo aspecto. Cada uno se desplazaba de frente hacia adelante.

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Reprensión de los príncipes malvados

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Reprensión de los príncipes malvados (26:11:1 - 26:11:13)

Entonces el Espíritu me elevó y me llevó a la puerta oriental de la casa de Jehovah, la que da hacia el este. Y he allí, en la entrada de la puerta había veinticinco hombres, entre los cuales vi a Jazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaías, magistrados del pueblo.

Luego me dijo: “Oh hijo de hombre, éstos son los hombres que maquinan perversidad y dan mal consejo en esta ciudad.

Ellos dicen: No está cercano el tiempo de edificar casas. Esta ciudad será la olla, y nosotros la carne.

Por tanto, profetiza contra ellos. ¡Profetiza, oh hijo de hombre!”

Entonces descendió sobre mí el Espíritu de Jehovah y me dijo: “Diles que así ha dicho Jehovah: Así habéis hablado, oh casa de Israel, y yo he sabido los pensamientos que suben de vuestros espíritus.

Vosotros habéis multiplicado vuestros muertos en esta ciudad; habéis llenado de muertos sus calles.

Por tanto, así dice el Señor Jehovah, vuestros muertos que habéis dejado en medio de ella, ellos serán la carne; y ella la olla. Pero a vosotros yo os sacaré de en medio de ella.

Teméis la espada, y espada traeré sobre vosotros, dice el Señor Jehovah.

Os sacaré de en medio de ella, os entregaré en mano de extraños y entre vosotros ejecutaré actos justicieros.

¡A espada caeréis! Os juzgaré en la frontera de Israel, y sabréis que yo soy Jehovah.

Esta ciudad no os servirá de olla, ni vosotros seréis la carne dentro de ella. ¡En la frontera de Israel os habré de juzgar!

Y sabréis que yo soy Jehovah, que no habéis andado en mis leyes ni habéis cumplido mis decretos; sino que habéis actuado según los decretos de las naciones que están a vuestro alrededor.”

Y mientras yo profetizaba, aconteció que murió Pelatías hijo de Benaías. Entonces caí postrado sobre mi rostro y exclamé a gran voz, diciendo: “¡Ay, Señor Jehovah! ¿Exterminarás al remanente de Israel?”

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Promesa de restauración y renovación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Ezequiel > Promesa de restauración y renovación (26:11:14 - 26:11:25)

Y vino a mí la palabra de Jehovah, diciendo:

“Oh hijo de hombre, tus mismos hermanos—los hombres que están contigo en la cautividad y toda la casa de Israel, todos ellos— son aquellos a quienes los habitantes de Jerusalén han dicho: ¡Permaneced lejos de Jehovah! ¡Es a nosotros a quienes ha sido dada la tierra como posesión!

Por tanto, diles que así ha dicho el Señor Jehovah: Aunque los he arrojado lejos entre las naciones y aunque los he dispersado por los países, por un breve tiempo he sido para ellos un santuario en los países a donde han llegado.

Por tanto, di que así ha dicho el Señor Jehovah: Yo os reuniré de entre los pueblos y os recogeré de los países en los cuales habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel.

Allá volverán, y quitarán de ella todas sus cosas detestables y todas sus cosas abominables.

Les daré otro corazón, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. De la carne de ellos quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,

para que anden según mis estatutos y guarden mis decretos y los pongan por obra. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios.

Pero haré que la conducta de aquellos, cuyo corazón anda tras sus cosas detestables y sus abominaciones, recaiga sobre sus cabezas,” dice el Señor Jehovah.

Entonces los querubines alzaron sus alas, con las ruedas que estaban junto a ellos. Y la gloria del Dios de Israel estaba por encima, sobre ellos.

Luego la gloria de Jehovah ascendió de en medio de la ciudad, y se detuvo sobre el monte que está al oriente de la ciudad.

Luego el Espíritu me elevó y me volvió a llevar en visión del Espíritu de Dios a Caldea, a los que estaban en la cautividad. Entonces la visión que había visto se fue de mí.

Y comuniqué a los cautivos todas las cosas de Jehovah que él me había mostrado.

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