JeremÃas profetiza a los judÃos en Egipto
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La palabra que vino a JeremÃas con respecto a todos los judÃos que habitaban en la tierra de Egipto, que habitaban en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en la tierra de Patros, diciendo:
—Asà ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Vosotros habéis visto todo el mal que he traÃdo sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. He aquÃ, en el dÃa de hoy están en ruinas y no hay habitantes en ellas,
a causa de la maldad que ellos cometieron, provocándome a ira, ya que fueron a quemar incienso y a servir a otros dioses que ni ellos, ni vosotros ni vuestros padres conocieron.
Persistentemente os envié todos mis siervos los profetas, para deciros: ¡Por favor, no hagáis esta cosa abominable que yo aborrezco!
Pero no escucharon ni inclinaron su oÃdo para volverse de su maldad, para dejar de quemar incienso a otros dioses.
Por tanto, se derramó mi ira, y se encendió mi furor en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén; y fueron convertidas en ruina y en desolación, como en este dÃa.”
Ahora pues, asà ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “¿Por qué hacéis un mal tan grande contra vosotros mismos, para que de en medio de Judá sean destruidos el hombre, la mujer, el niño y el lactante, sin que os quede remanente alguno?
¿Por qué me provocáis a ira con las obras de vuestras manos, ofreciendo incienso a otros dioses en la tierra de Egipto, a donde habéis entrado para residir, de modo que seáis exterminados y que seáis objeto de maldición y de oprobio entre todas las naciones de la tierra?
¿Habéis olvidado las maldades de vuestros padres, las maldades de los reyes de Judá, las maldades de sus mujeres, las maldades vuestras y las maldades de vuestras mujeres, que hicieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén?
Hasta el dÃa de hoy no se han humillado, ni han tenido temor, ni han caminado en mi ley ni en mis estatutos que puse delante de vosotros y delante de vuestros padres.”
Por tanto, asà ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “He aquà que yo pongo mi rostro contra vosotros para mal y para destruir a todo Judá.
Tomaré al remanente de Judá que decidió ir a la tierra de Egipto para residir allÃ, y serán exterminados todos en la tierra de Egipto. Caerán por la espada y por el hambre; serán exterminados, desde el menor hasta el mayor. Por la espada y por el hambre morirán, y llegarán a ser objeto de imprecación, de horror, de maldición y de oprobio.
Yo, pues, castigaré a los que habitan en la tierra de Egipto, como castigué a Jerusalén: por la espada, por el hambre y por la peste.
Y del remanente de Judá que entró en la tierra de Egipto para residir allÃ, no habrá quien escape, ni quien sobreviva para volver a la tierra de Judá, a la cual ellos suspiran por regresar, para habitar allÃ. Porque no regresarán sino los que escapen.”
Entonces todos los hombres que sabÃan que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, y todas las mujeres que estaban presentes y una gran concurrencia, todo el pueblo que habitaba en Patros en tierra de Egipto, respondieron a JeremÃas diciendo:
—La palabra que nos has hablado en nombre de Jehovah, no te la escucharemos.
Más bien, pondremos por obra toda palabra que ha salido de nuestra boca, para quemar incienso a la Reina del Cielo y para derramarle libaciones, como hemos hecho nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros magistrados, tanto en las ciudades de Judá como en las calles de Jerusalén. Pues fuimos saciados de pan, nos fue bien y no vimos mal alguno.
Pero desde que dejamos de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones, nos falta de todo, y somos exterminados por la espada y por el hambre.
Y las mujeres dijeron: —Cuando nosotras quemábamos incienso a la Reina del Cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso era sin el conocimiento de nuestros maridos que le hacÃamos tortas, reproduciendo su imagen, y le derramábamos libaciones?
Entonces JeremÃas habló a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a todo el pueblo que le habÃa respondido esto, diciendo:
—¿No se habrá acordado Jehovah, o no habrá venido a su mente el incienso que quemasteis en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, vosotros y vuestros padres, vuestros reyes, vuestros magistrados y el pueblo de la tierra?
Jehovah no pudo soportaros más, a causa de la maldad de vuestras obras y a causa de las abominaciones que habÃais hecho. Por tanto, vuestra tierra ha sido convertida en ruinas, en horror y en maldición, hasta no quedar habitantes, como en este dÃa.
Porque quemasteis incienso y pecasteis contra Jehovah y no obedecisteis la voz de Jehovah, ni anduvisteis en su ley, ni en sus estatutos, ni en sus testimonios. Por eso ha venido sobre vosotros este mal, como en este dÃa.
JeremÃas dijo además a todo el pueblo y a las mujeres: —OÃd la palabra de Jehovah, todos los de Judá que estáis en la tierra de Egipto.
Asà ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Vosotros y vuestras mujeres habéis hablado con vuestras bocas y lo habéis realizado con vuestras manos, diciendo: Sin falta cumpliremos nuestros votos que hemos hecho, de quemar incienso a la Reina del Cielo y de derramarle libaciones. ¡De veras que confirmáis vuestros votos y ponéis vuestros votos por obra!”
Por tanto, oÃd la palabra de Jehovah, todos los de Judá que habitáis en la tierra de Egipto: “He aquÃ, ha dicho Jehovah, he jurado por mi gran nombre que no será invocado más mi nombre en toda la tierra de Egipto por la boca de ningún hombre de Judá, diciendo: ¡Vive el Señor Jehovah!
He aquà que yo vigilo sobre ellos para mal, y no para bien. Todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto serán exterminados por la espada y por el hambre, hasta que perezcan del todo.
Los que escapen de la espada regresarán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá, en número reducido. Y todo el remanente de Judá, que ha entrado en Egipto para residir allÃ, sabrá de quién es la palabra que ha de prevalecer: si la mÃa o la de ellos.
Esto tendréis por señal, dice Jehovah, de que os castigaré en este lugar, para que sepáis que ciertamente mis palabras prevalecerán sobre vosotros para mal.
Asà ha dicho Jehovah: He aquà que yo entrego al faraón Hofra, rey de Egipto, en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan su vida, como entregué a SedequÃas, rey de Judá, en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo que buscaba su vida.”