Antiguo Testamento

Restauración de la prosperidad de Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Restauración de la prosperidad de Jerusalén (24:33:1 - 24:33:26)

Vino por segunda vez la palabra de Jehovah a Jeremías, estando él todavía detenido en el patio de la guardia, y dijo:

“Así ha dicho Jehovah, quien hizo la tierra, Jehovah que la formó para afirmarla—Jehovah es su nombre—:

Clama a mí, y te responderé; y te revelaré cosas grandes e inaccesibles que tú no conoces.

Porque así ha dicho Jehovah Dios de Israel acerca de las casas de esta ciudad y de las casas de los reyes de Judá, que fueron derribadas para construir defensas contra los terraplenes y la espada:

Los caldeos vienen para combatir contra ellos y para llenarlas de cadáveres de hombres, a quienes he herido con mi furor y con mi ira, pues he escondido mi rostro de esta ciudad a causa de toda su maldad.

“He aquí que yo les traeré medicina y sanidad. Yo los sanaré y les revelaré tiempos de paz y de verdad.

Restauraré de la cautividad a Judá y a Israel, y los edificaré como al principio.

Los limpiaré de toda la maldad con que pecaron contra mí; perdonaré todos sus pecados con que pecaron y se rebelaron contra mí.

Y esta ciudad me será motivo de regocijo, de alabanza y de gloria para todas las naciones de la tierra que oirán de todo el bien que yo les haré. Temerán y se estremecerán por todo el bien y por toda la paz que yo les haré.”

Así ha dicho Jehovah: “En este lugar del cual decís que está destruido, sin hombres y sin animales, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén (que están desoladas, sin hombres, sin habitantes y sin animales),

todavía se ha de escuchar la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, la voz de los que al traer sacrificios de acción de gracias a la casa de Jehovah, digan: Alabad a Jehovah de los Ejércitos, porque Jehovah es bueno; porque para siempre es su misericordia. Porque restauraré de su cautividad a la tierra, como al principio,” ha dicho Jehovah.

Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos: “En este lugar destruido, sin hombres y sin animales, y en todas sus ciudades, otra vez habrá pastizales donde los pastores hagan recostar a sus ovejas.

Otra vez pasarán las ovejas bajo las manos de quien las cuente en las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la Sefela, en las ciudades del Néguev, en la tierra de Benjamín, alrededor de Jerusalén y en las ciudades de Judá, ha dicho Jehovah.

“He aquí vienen días, dice Jehovah, en que yo cumpliré la buena promesa que he hecho a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar para David un Retoño de justicia, que practicará el derecho y la justicia en la tierra.

En aquellos días será salvo Judá, y Jerusalén habitará segura. Y éste es el nombre con el cual será llamada: Jehovah, justicia nuestra.

Porque así ha dicho Jehovah: No faltará a David un hombre que se siente sobre el trono de la casa de Israel.

Tampoco a los sacerdotes, los levitas, les faltará en mi presencia un hombre que ofrezca holocausto, encienda ofrenda vegetal y presente sacrificios perpetuamente.”

Vino a Jeremías la palabra de Jehovah, diciendo:

“Así ha dicho Jehovah: Si podéis invalidar mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de modo que no haya día ni noche a su tiempo,

entonces también podrá ser invalidado mi pacto con mi siervo David para que deje de tener un hijo que reine sobre su trono, y mi pacto con los levitas, los sacerdotes que me sirven.

Como no puede ser contado el ejército del cielo, ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y de los levitas que me sirven.”

Vino a Jeremías la palabra de Jehovah, diciendo:

“¿No has observado lo que ha hablado este pueblo, diciendo: Jehovah ha desechado a las dos familias que escogió? Han tenido en poco a mi pueblo, hasta no considerarlo más como nación.

Así ha dicho Jehovah: Si no he establecido mi pacto con el día y la noche, y si no he puesto las leyes del cielo y de la tierra,

entonces desecharé la descendencia de Jacob y a mi siervo David, para no tomar de su descendencia quien gobierne a la descendencia de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque los restauraré de su cautividad y tendré de ellos misericordia.”

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Jeremías amonesta a Sedequías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Jeremías amonesta a Sedequías (24:34:1 - 24:34:7)

La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah (cuando Nabucodonosor rey de Babilonia, todo su ejército, todos los reinos de la tierra que estaban bajo el señorío de su mano y todos los pueblos combatían contra Jerusalén y contra sus ciudades), diciendo

que así ha dicho Jehovah Dios de Israel: “Vé y habla a Sedequías, rey de Judá, y dile que así ha dicho Jehovah: He aquí, yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y la incendiará.

Tú no escaparás de su mano, sino que ciertamente serás apresado y entregado en su mano. Tus ojos verán los ojos del rey de Babilonia; él te hablará cara a cara, y entrarás en Babilonia.

No obstante, escucha la palabra de Jehovah, oh Sedequías, rey de Judá. Así ha dicho Jehovah acerca de ti: No morirás a espada.

En paz morirás; y como se quemó incienso por tus padres, los reyes que te precedieron, así se quemará por ti. Y harán lamentación por ti diciendo: ¡Ay señor!, porque yo he hablado la palabra,” dice Jehovah.

El profeta Jeremías habló todas estas palabras a Sedequías, rey de Judá, en Jerusalén.

El ejército del rey de Babilonia combatía contra Jerusalén y contra las ciudades de Judá que habían quedado: contra Laquis y contra Azeca. Porque sólo éstas habían quedado de las ciudades fortificadas de Judá.

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Violación del pacto de libertar a los siervos hebreos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Violación del pacto de libertar a los siervos hebreos (24:34:8 - 24:34:22)

La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah, después que el rey Sedequías hizo pacto con todo el pueblo en Jerusalén para promulgarles libertad,

a fin de que cada uno dejase libre a su esclavo o a su esclava hebreos, de modo que ninguno se sirviese de sus hermanos judíos como esclavos.

Oyeron esto todos los magistrados y todo el pueblo que habían participado en el pacto de dejar en libertad, cada uno a su esclavo o a su esclava, para que ninguno se sirviese más de ellos como esclavos, y obedecieron dejándoles en libertad.

Pero después cambiaron de parecer e hicieron volver a los esclavos y a las esclavas que habían dejado en libertad, y los sometieron como esclavos y esclavas.

Entonces la palabra de Jehovah vino a Jeremías, de parte de Jehovah, diciendo:

“Yo hice pacto con vuestros padres, ha dicho Jehovah Dios de Israel, el día que los saqué de la tierra de Egipto, de casa de esclavitud, diciendo:

Cada siete años dejaréis en libertad, cada uno a su hermano hebreo que se os haya vendido. Te servirá seis años, y lo dejarás ir libre de ti. Pero vuestros padres no me escucharon, ni inclinaron su oído.

Ahora vosotros os habíais vuelto a mí y habíais hecho lo recto ante mis ojos, al proclamar libertad cada uno a su prójimo, y habíais hecho un pacto en mi presencia, en el templo sobre el cual es invocado mi nombre.

Pero os habéis vuelto atrás profanando mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su esclavo y cada una a su esclava que habíais dejado en libertad, a su entera voluntad; y los habéis sometido para seros esclavos y esclavas.

Por tanto, así ha dicho Jehovah, vosotros no me habéis obedecido en proclamar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su prójimo. He aquí, dice Jehovah, yo os proclamo libertad para la espada, para la peste y para el hambre. Haré que seáis motivo de espanto a todos los reinos de la tierra.

Haré que los hombres que traspasaron mi pacto y que no han cumplido las palabras del pacto que hicieron en mi presencia, sean como el becerro que dividieron en dos partes y pasaron en medio de las mitades.

A los magistrados de Judá y a los magistrados de Jerusalén, a los funcionarios, a los sacerdotes y a todo el pueblo de la tierra que pasaron entre las partes del becerro,

los entregaré en mano de sus enemigos y en mano de los que buscan sus vidas; y sus cadáveres servirán de comida a las aves del cielo y a los animales de la tierra.

Y a Sedequías rey de Judá y a sus oficiales entregaré en mano de sus enemigos, en mano de los que buscan sus vidas y en mano del ejército del rey de Babilonia, quienes se han retirado de vosotros.

He aquí, yo daré órdenes y les haré volver a esta ciudad, dice Jehovah. Ellos combatirán contra ella; la tomarán y la incendiarán. Y a las ciudades de Judá las convertiré en una desolación, de modo que no haya quien las habite.”

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Obediencia de los recabitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > Obediencia de los recabitas (24:35:1 - 24:35:19)

La palabra que vino a Jeremías de parte de Jehovah en los días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, diciendo:

“Vé a la familia de los recabitas, habla con ellos, tráelos a la casa de Jehovah, a una de las cámaras, y dales de beber vino.”

Entonces tomé a Jazanías hijo de Jeremías, hijo de Habasinías, a sus hermanos, a todos sus hijos y a toda la familia de los recabitas.

Y los traje a la casa de Jehovah, a la cámara de los hijos de Hanán hijo de Igdalías, hombre de Dios, la cual estaba junto a la cámara de los magistrados, que estaba encima de la cámara de Maasías hijo de Salum, guardia de la puerta.

Y puse delante de los miembros de la familia de los recabitas tazones llenos de vino, y vasos, y les dije: —Bebed vino.

Pero ellos dijeron: —No beberemos vino, porque nuestro padre Jonadab hijo de Recab nos mandó diciendo: “No beberéis vino jamás, ni vosotros ni vuestros hijos.

No edificaréis casas, ni sembraréis semilla, ni plantaréis viñas, ni las poseeréis. Más bien, habitaréis en tiendas todos vuestros días, para que viváis muchos días sobre la faz de la tierra donde vosotros vivís.”

Y nosotros hemos obedecido la voz de nuestro padre Jonadab hijo de Recab en todas las cosas que nos mandó: de no beber vino en todos nuestros días, ni nosotros, ni nuestras mujeres, ni nuestros hijos, ni nuestras hijas;

de no edificar casas para habitar en ellas, y de no tener viñas, ni campos ni semilla.

Hemos habitado en tiendas y hemos obedecido, haciendo conforme a todo lo que nos mandó nuestro padre Jonadab.

Pero sucedió que cuando Nabucodonosor rey de Babilonia subió contra el país, dijimos: “Vayamos y entremos en Jerusalén, a causa del ejército de los caldeos y del ejército de los de Siria.” Y en Jerusalén nos hemos quedado.

Entonces vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

—Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Vé y di a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ¿No aceptaréis corrección para obedecer a mis palabras?, dice Jehovah.

Las palabras de Jonadab hijo de Recab, que mandó a sus hijos que no bebiesen vino, han sido cumplidas, y no lo han bebido hasta el día de hoy, porque han obedecido el mandamiento de su padre. Sin embargo, yo os he hablado a vosotros persistentemente, y no me habéis obedecido.

Os he enviado persistentemente todos mis siervos los profetas, para deciros: Apartaos, cada uno de su mal camino; enmendad vuestras obras y no vayáis tras otros dioses para servirlos, y habitaréis en la tierra que os he dado a vosotros y a vuestros padres. Pero no habéis inclinado vuestro oído, ni me habéis obedecido.

Ciertamente los hijos de Jonadab hijo de Recab han cumplido el mandamiento que les dio su padre, pero este pueblo no me ha obedecido.

Por tanto, así ha dicho Jehovah Dios de los Ejércitos, Dios de Israel: “He aquí, yo traeré sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal del que he hablado contra ellos. Porque les hablé, y no escucharon; los llamé, y no respondieron.”

Entonces dijo Jeremías a la familia de los recabitas: —Así ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel: “Porque habéis obedecido el mandamiento de vuestro padre Jonadab; porque habéis guardado todos sus mandamientos y habéis hecho conforme a todas las cosas que os mandó,

por esto no faltará un hombre a Jonadab hijo de Recab que esté de pie delante de mí todos los días,” ha dicho Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel.

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El rey quema el rollo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Jeremías > El rey quema el rollo (24:36:1 - 24:36:32)

Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino a Jeremías esta palabra de parte de Jehovah, diciendo:

“Toma un rollo de pergamino y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, en los días de Josías, hasta el día de hoy.

Quizás la casa de Judá oiga de todo el mal que yo pienso hacerles, y se vuelva cada uno de su mal camino, para que yo perdone su maldad y su pecado.”

Entonces Jeremías llamó a Baruc hijo de Nerías, y Baruc escribió en un rollo de pergamino todas las palabras que Jehovah le había hablado, según el dictado de Jeremías.

Después Jeremías mandó a Baruc diciendo: “Yo estoy impedido; no puedo entrar en la casa de Jehovah.

Pues entra tú en la casa de Jehovah en un día de ayuno, y lee del rollo las palabras de Jehovah que te he dictado, a oídos del pueblo, y también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades.

Quizás la súplica de ellos llegue a la presencia de Jehovah, y se vuelva cada uno de su mal camino. Porque grande es el furor y la ira que Jehovah ha expresado contra este pueblo.”

Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todo lo que le mandó el profeta Jeremías, y leyó del libro las palabras de Jehovah, en la casa de Jehovah.

Sucedió en el mes noveno del quinto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que proclamaron ayuno delante de Jehovah para todo el pueblo de Jerusalén y para todo el pueblo que venía a Jerusalén de las ciudades de Judá.

Y Baruc leyó del libro, a oídos de todo el pueblo, las palabras de Jeremías, en la casa de Jehovah, en la cámara de Gemarías, hijo del escriba Safán, la cual estaba en el atrio superior, a la entrada de la puerta Nueva de la casa de Jehovah.

Entonces Miqueas hijo de Gemarías, hijo de Safán, habiendo oído del libro todas las palabras de Jehovah,

descendió a la casa del rey, a la cámara del escriba. Y he aquí que todos los magistrados estaban sentados allí: el escriba Elisama, Delaías hijo de Semeías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías y los demás magistrados.

Miqueas les refirió todas las palabras que había oído a Baruc leer del libro, a oídos del pueblo.

Entonces todos los magistrados enviaron a Jehudí hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusi, para que dijese a Baruc: —Toma en tu mano el rollo que leíste a oídos del pueblo, y ven. Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos.

Entonces le dijeron: —Siéntate, y léelo a nuestros oídos. Baruc lo leyó a sus oídos.

Y sucedió que cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno, espantado, se volvió a su compañero. Y dijeron a Baruc: —¡Sin falta hemos de referir al rey todas estas palabras!

Luego preguntaron a Baruc diciendo: —Cuéntanos cómo escribiste de parte de él todas estas palabras.

Baruc les dijo: —El me dictaba todas estas palabras, y yo escribía con tinta en el libro.

Entonces los magistrados dijeron a Baruc: —Vé, y escondeos tú y Jeremías. Que nadie sepa dónde estáis.

Habiendo depositado el rollo en la cámara del escriba Elisama, fueron al rey, en el atrio, y refirieron todas estas cosas a oídos del rey.

Entonces el rey envió a Jehudí para que tomase el rollo. Este lo tomó de la cámara del escriba Elisama y lo leyó a oídos del rey y a oídos de todos los magistrados que estaban junto al rey.

Era el mes noveno, y el rey estaba en la casa de invierno, donde había un brasero encendido delante de él.

Y sucedió que cuando Jehudí había leído tres o cuatro columnas, el rey lo rasgó con un cortaplumas de escriba y lo echó al fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió en el fuego que había en el brasero.

Pero ni el rey ni todos sus servidores que oyeron estas palabras sintieron temor ni rasgaron sus vestiduras.

A pesar de que Elnatán, Delaías y Gemarías rogaron al rey que no quemase aquel rollo, no les quiso escuchar.

Al contrario, el rey mandó a Jerameel hijo del rey, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel que prendiesen al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero Jehovah los escondió.

Después que el rey quemó el rollo que contenía las palabras que Baruc había escrito al dictado de Jeremías, vino la palabra de Jehovah a Jeremías, diciendo:

“Vuelve a tomar otro rollo y escribe en él todas las mismas palabras que estaban en el primer rollo, el que quemó Joacim, rey de Judá.

Y dirás a Joacim, rey de Judá, que así ha dicho Jehovah: Tú quemaste este rollo diciendo: ¿Por qué escribiste en él que ciertamente vendrá el rey de Babilonia y destruirá esta tierra y hará desaparecer de ella a los hombres y los animales?

Por tanto, así ha dicho Jehovah con respecto a Joacim, rey de Judá: No tendrá quien se siente sobre el trono de David, y su cadáver será echado al calor del día y a la helada de la noche.

Castigaré tanto a él como a sus descendientes y a sus servidores por su maldad. Traeré sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los hombres de Judá todo el mal de que les he hablado y que no quisieron escuchar.”

Entonces Jeremías tomó otro rollo y lo dio al escriba Baruc hijo de Nerías. Este escribió en él, al dictado de Jeremías, todas las cosas del libro que Joacim rey de Judá había quemado en el fuego; y además, fueron añadidas muchas otras palabras semejantes.

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