Antiguo Testamento

Eliú censura a Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú censura a Job (18:33:1 - 18:33:33)

No obstante, oh Job, escucha, por favor, mis razones; atiende a todas mis palabras.

He aquí, yo abro mi boca; mi lengua habla en mi paladar.

Mis dichos declaran mi rectitud de corazón; lo que mis labios saben lo dicen con sinceridad.

El Espíritu de Dios me hizo; el aliento del Todopoderoso me da vida.

Si acaso puedes, respóndeme. Alístate y preséntate ante mí.

He aquí que yo estoy, como tú, ante Dios; yo también fui formado de barro.

He aquí, mi terror no te ha de espantar, ni mi mano pesará demasiado sobre ti.

En verdad, tú hablaste a oídos míos; yo oí el sonido de tus palabras:

“Yo soy limpio y sin transgresión; soy inocente, y no hay maldad en mí.

He aquí, Dios halla pretextos contra mí y me considera su enemigo.

Puso mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas.”

He aquí yo te respondo que en esto no tienes razón, porque Dios es más grande que el hombre.

¿Por qué contiendes contra él, siendo que él no da cuenta de ninguna de sus palabras?

Porque Dios habla de una manera, y de otra, pero nadie lo nota.

Habla por sueños, en visión nocturna, cuando el sopor cae sobre los hombres, cuando uno se adormece sobre la cama.

Entonces abre el oído de los hombres y sella la instrucción para ellos,

para apartar al hombre de lo que hace, para destruir la arrogancia del varón,

para librar su alma de la fosa y su vida de ser traspasada por la lanza.

El es reprendido con dolor sobre su lecho, y con constante dolor en sus huesos.

Hacen que su vida aborrezca el alimento; y su alma, su comida favorita.

Su carne se consume hasta dejar de ser vista, y aparecen sus huesos que no se veían.

Su alma se acerca a la fosa, y su vida a los que causan la muerte.

Oh, si hubiese a su lado un ángel, un intercesor, uno entre mil, para declarar al hombre lo que le es recto,

y que al ser favorecido por la gracia, dijese: “Líbralo de descender a la fosa, pues le he hallado rescate.”

Entonces su carne volvería a ser más tierna que en su adolescencia, y volvería a los días de su juventud.

Oraría a Dios, y le sería favorable. Vería su rostro con gritos de júbilo, y Dios restituiría al hombre su justicia.

Cantaría entre los hombres diciendo: “Yo había pecado y pervertido lo recto, y no me fue retribuido.

El libró mi alma de pasar a la fosa, y mi vida verá la luz.”

He aquí, Dios hace todas estas cosas con el hombre, dos y tres veces,

para restaurar su alma de la fosa y para iluminarlo con la luz de la vida.

Atiende, oh Job; escúchame. Calla, y yo hablaré.

Si tienes palabras, respóndeme. Habla, porque yo quiero justificarte.

Y si no, escúchame. Calla, y yo te enseñaré sabiduría.

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Eliú justifica a Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Eliú justifica a Dios (18:34:1 - 18:34:26)

Elihú continuó diciendo:

—Oíd, oh sabios, mis palabras; vosotros, los que sabéis, atendedme.

Porque el oído distingue las palabras, y el paladar prueba la comida.

Escojamos lo que es correcto; conozcamos entre nosotros lo bueno.

Pues Job ha dicho: “Yo soy justo, pero Dios me ha quitado mi derecho.

¿He de mentir respecto a mi derecho? Mi herida es incurable a pesar de que no hubo transgresión.”

¿Qué hombre hay como Job, que bebe el escarnio como agua,

que va en compañía con los que obran iniquidad, y anda con los hombres impíos?

Pues ha dicho: “El hombre no sacará provecho de estar de acuerdo con Dios.”

Por tanto, oídme, hombres entendidos. ¡Lejos esté de Dios la impiedad, y del Todopoderoso la iniquidad!

Porque él retribuye al hombre de acuerdo con sus obras, y hace que cada uno halle lo que corresponde a sus caminos.

Realmente, Dios no hará injusticia; el Todopoderoso no pervertirá el derecho.

¿Quién le ha puesto a cargo de su tierra? ¿Quién le ha encomendado el mundo entero?

Si él se propusiera en su corazón y retirara su espíritu y su aliento,

toda carne perecería juntamente, y el hombre volvería al polvo.

Si has entendido, oye esto; escucha la voz de mis palabras:

¿Acaso gobernará el que aborrece el derecho? ¿Condenarás al Justo y Poderoso?

El es el que dice al rey: “¡Perverso!” o a los nobles: “¡Impíos!”

El no hace distinción de los príncipes, ni favorece al rico ante el pobre, pues todos son obra de sus manos.

En un momento morirán, a medianoche. La gente será sacudida y pasará; los poderosos serán eliminados, y no por mano.

Porque los ojos de Dios están sobre los caminos del hombre; él puede ver todos sus pasos.

No hay tinieblas ni oscuridad para que allí se puedan esconder los que hacen iniquidad.

Pues Dios no impone plazo al hombre para que vaya a juicio ante él.

El quebranta a los fuertes sin consulta, y en lugar de ellos establece a otros.

Por cuanto conoce los hechos de ellos; en una noche los trastorna, y son aplastados.

Por sus maldades los castiga en un lugar donde lo vean.

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Las calamidades de Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > Las calamidades de Job (18:1:1 - 18:1:1)

Hubo un hombre en la tierra de Uz, que se llamaba Job. Aquel hombre era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

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La primera prueba de Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > La primera prueba de Job (18:1:2 - 18:1:22)

Le nacieron siete hijos y tres hijas.

Poseía 7.000 ovejas, 3.000 camellos, 500 yuntas de bueyes, 500 asnos y muchísimos siervos. Y aquel hombre era el más grande de todos los orientales.

Sus hijos iban y celebraban un banquete en la casa de cada uno, en su día, y mandaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos.

Y cuando habían transcurrido los días de banquete, sucedía que Job mandaba a llamarlos y los purificaba. Levantándose muy de mañana, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Pues decía Job: “Quizás mis hijos habrán pecado y habrán maldecido a Dios en sus corazones.” De esta manera hacía continuamente.

Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás.

Y Jehovah preguntó a Satanás: —¿De dónde vienes? Satanás respondió a Jehovah diciendo: —De recorrer la tierra y de andar por ella.

Y Jehovah preguntó a Satanás: —¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?

Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: —¿Acaso teme Job a Dios de balde?

¿Acaso no le has protegido a él, a su familia y a todo lo que tiene? El trabajo de sus manos has bendecido, y sus posesiones se han aumentado en la tierra.

Pero extiende, por favor, tu mano y toca todo lo que tiene, ¡y verás si no te maldice en tu misma cara!

Y Jehovah respondió a Satanás: —He aquí, todo lo que él tiene está en tu poder. Solamente no extiendas tu mano contra él. Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah.

Aconteció cierto día, cuando sus hijos y sus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito,

que un mensajero llegó a Job y le dijo: —Estando los bueyes arando, y las asnas paciendo cerca de ellos,

cayeron de sorpresa los sabeos y se los llevaron. Y a los criados mataron a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia.

Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —¡Fuego de Dios cayó del cielo, y quemó las ovejas y consumió a los criados! Sólo yo escapé para darte la noticia.

Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —Los caldeos formaron tres escuadrones, arremetieron contra los camellos y se los llevaron. Y mataron a los criados a filo de espada. Sólo yo escapé para darte la noticia.

Todavía estaba éste hablando, cuando llegó otro y le dijo: —Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito.

Y he aquí que un fuerte viento vino del otro lado del desierto y golpeó las cuatro esquinas de la casa, la cual cayó sobre los jóvenes, y murieron. Sólo yo escapé para darte la noticia.

Entonces Job se levantó, rasgó su manto y se rapó la cabeza; se postró a tierra y adoró.

Y dijo: —Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehovah dio, y Jehovah quitó. ¡Sea bendito el nombre de Jehovah!

En todo esto Job no pecó ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

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La segunda prueba de Job

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Poéticos y Sapienciales > Job > La segunda prueba de Job (18:2:1 - 18:2:10)

Aconteció cierto día que vinieron los hijos de Dios para presentarse ante Jehovah, y entre ellos vino también Satanás, para presentarse ante Jehovah.

Jehovah preguntó a Satanás: —¿De dónde vienes? Y Satanás respondió a Jehovah: —De recorrer la tierra y de andar por ella.

Jehovah preguntó a Satanás: —¿No te has fijado en mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra: un hombre íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; y que todavía se aferra a su integridad a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin motivo?

Y Satanás respondió a Jehovah diciendo: —¡Piel por piel! Todo lo que el hombre tiene lo dará por su vida.

Pero extiende, pues, tu mano y toca sus huesos y su carne, y verás si no te maldice en tu misma cara.

Y Jehovah respondió a Satanás: —He aquí, él está en tu poder; pero respeta su vida.

Entonces Satanás salió de la presencia de Jehovah e hirió a Job con unas llagas malignas, desde la planta de sus pies hasta su coronilla.

Tomaba un pedazo de tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de las cenizas.

Entonces su mujer le dijo: —¿Todavía te aferras a tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muérete!

Pero él le respondió: —¡Has hablado como hablaría cualquiera de las mujeres insensatas! Recibimos el bien de parte de Dios, ¿y no recibiremos también el mal? En todo esto Job no pecó con sus labios.

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