Antiguo Testamento

Nehemías designa dirigentes

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Nehemías designa dirigentes (16:7:1 - 16:7:4)

Sucedió que después que la muralla fue reedificada, coloqué las puertas, y fueron asignados porteros, cantores y levitas.

Luego puse a cargo de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Ananías, jefe de la fortaleza, por ser éste un hombre de verdad y temeroso de Dios más que muchos.

Les dije: “No sean abiertas las puertas de Jerusalén sino hasta que caliente el sol. Y mientras los porteros estén en sus puestos, cerrad las puertas y atrancadlas. Colocad los guardias de los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto de guardia, y otros frente a su casa.”

La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, y las casas no estaban reconstruidas.

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Los que volvieron con Zorobabel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Los que volvieron con Zorobabel (16:7:5 - 16:7:73)

Entonces mi Dios puso en mi corazón que reuniese a los principales, a los magistrados y al pueblo, para que fuesen registrados según su linaje. Así hallé el libro del registro de los que habían subido la primera vez, y encontré escrito en él lo siguiente:

“Estos son los hombres de la provincia que regresaron de la cautividad, a quienes Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos. Ellos volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad.

Vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nejum y Baaná. “Lista de los hombres del pueblo de Israel:

Los hijos de Paros eran 2.172.

Los hijos de Sefatías, 372.

Los hijos de Pajat-moab, por el lado de los hijos de Jesúa y Joab, 2.818.

Los hijos de Elam, 1.254.

Los hijos de Zatu, 845.

Los hijos de Zacai, 760.

Los hijos de Binúi, 648.

Los hijos de Bebai, 628.

Los hijos de Azgad, 2.322.

Los hijos de Adonicam, 667.

Los hijos de Bigvai, 2.067.

Los hijos de Ater, por el lado de Ezequías, 98.

Los hijos de Hasum, 328.

Los hijos de Bezai, 324.

Los hijos de Harif, 112.

“Los hijos de Gabaón, 95.

Los hombres de Belén y de Netofa, 188.

Los hombres de Anatot, 128.

Los hombres de Bet-azmávet, 42.

Los hombres de Quiriat-jearim, de Cafira y de Beerot, 743.

Los hombres de Micmas, 122.

Los hombres de Betel y de Hai, 123.

Los hombres del otro Nebo, 52.

Los hijos del otro Elam, 1.254.

Los hijos de Harim, 320.

Los hijos de Jericó, 345.

Los hijos de Lod, de Hadid y de Ono, 721.

Los hijos de Senaa, 3.930.

“Los sacerdotes: Los hijos de Jedaías, de la casa de Jesúa, 973.

Los hijos de Pasjur, 1.247.

Los hijos de Harim, 1.017.

“Los levitas: Los hijos de Jesúa, por el lado de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, 74.

Los cantores, hijos de Asaf, 148.

Los porteros: Los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, 138.

“Los servidores del templo: Los hijos de Zija, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot,

los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón,

los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai,

los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gajar,

los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paséaj,

los hijos de Besai, los hijos de Meunim, los hijos de Nefusim,

los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harjur,

los hijos de Bazlit, los hijos de Mejida, los hijos de Harsa,

los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema,

los hijos de Nezíaj, los hijos de Hatifa.

“Los hijos de los siervos de Salomón: Los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Perida,

los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel,

los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poquéret-hazebaim, los hijos de Amón.

“Todos los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón eran 392.

“Estos son los que regresaron de Tel-mélaj, de Tel-jarsa, de Querub, de Adón y de Imer, los cuales no pudieron demostrar su casa paterna ni su linaje, si eran de Israel:

Los hijos de Delaías, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, 642.

“De los sacerdotes: Los hijos de Habaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, quien había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai el galadita, y fue llamado según el nombre de ellas.

Estos buscaron sus documentos genealógicos, pero no los hallaron; y fueron excluidos del sacerdocio.

El gobernador les dijo que no comiesen de las cosas más sagradas hasta que hubiese sacerdote para usar el Urim y Tumim.

“Toda la congregación en conjunto era de 42.360,

sin contar sus siervos y sus siervas, que eran 7.337. Ellos tenían 245 cantores, hombres y mujeres.

Sus caballos eran 736, sus mulos 245,

sus camellos 435 y sus asnos 6.720.

“Algunos de los jefes de las casas paternas dieron para la obra. El gobernador dio para el fondo 1.000 dracmas de oro, 50 tazones y 530 vestiduras sacerdotales.

Los jefes de las casas paternas dieron para el fondo de la obra 20.000 dracmas de oro y 2.200 minas de plata.

Lo que dio el resto del pueblo fue 20.000 dracmas de oro, 2.000 minas de plata y 67 túnicas sacerdotales.

“Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, algunos del pueblo, los servidores del templo y todo Israel habitaron en sus ciudades.” Cuando llegó el mes séptimo, los hijos de Israel ya estaban en sus ciudades.

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Esdras lee la ley al pueblo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Esdras lee la ley al pueblo (16:8:1 - 16:8:18)

Entonces todo el pueblo se reunió como un solo hombre en la plaza que está frente a la puerta de las Aguas. Y dijeron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, que Jehovah había dado a Israel.

El primer día del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo la Ley ante la congregación de hombres y mujeres, y de todo el que era apto para entender lo que oía.

Y leyó el libro desde el alba hasta el medio día, frente a la plaza que está ante la puerta de las Aguas, en presencia de hombres, de mujeres y de cuantos podían entender. Y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley.

El escriba Esdras estaba sobre una plataforma de madera que habían hecho para ello. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anías, Urías, Hilquías y Maasías; y a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Hasum, Hasbadana, Zacarías y Mesulam.

Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo, porque él estaba más alto que todo el pueblo. Y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.

Entonces Esdras bendijo a Jehovah, el gran Dios; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: —¡Amén! ¡Amén! Luego se inclinaron y adoraron a Jehovah con el rostro a tierra.

Entonces los levitas Jesúa, Bani, Serebías, Jamín, Acub, Sabetai, Hodías, Maasías, Quelita, Azarías, Jozabed, Hanán y Pelaías explicaban la Ley al pueblo, mientras el pueblo permanecía de pie en su lugar.

Ellos leían en el libro de la Ley de Dios, explicando y aclarando el sentido, de modo que entendiesen la lectura.

Nehemías, que era el gobernador, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban al pueblo decían a todo el pueblo: —¡Este es un día santo para Jehovah vuestro Dios! No os entristezcáis ni lloréis. Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.

Luego les dijo: —Id, comed ricos manjares, bebed bebidas dulces y enviad porciones a los que no tienen nada preparado, porque éste es un día santo para nuestro Señor. No os entristezcáis, porque el gozo de Jehovah es vuestra fortaleza.

Los levitas hacían que todo el pueblo guardara silencio, y decían: —Callad, porque el día es santo; no os entristezcáis.

Así todo el pueblo se fue a comer y a beber, a enviar porciones y a regocijarse con gran alegría, porque habían entendido las palabras que les habían enseñado.

El segundo día se reunieron con el escriba Esdras los jefes de las casas paternas de todo el pueblo, los sacerdotes y los levitas, para profundizar las palabras de la Ley.

Y hallaron escrito en la Ley, que Jehovah había mandado por medio de Moisés, que los hijos de Israel debían habitar en cabañas en la fiesta del mes séptimo.

Entonces informaron y mandaron pregonar en todas sus ciudades y en Jerusalén, diciendo: —¡Salid al monte y traed ramas de olivo, ramas de olivo silvestre, ramas de mirto, ramas de palmeras y ramas de árboles frondosos, para hacer cabañas, como está escrito!

Entonces el pueblo salió y las trajo. Cada persona hizo cabañas para sí sobre su azotea, en sus patios, en los atrios de la casa de Dios, en la plaza de la puerta de las Aguas y en la plaza de la puerta de Efraín.

Toda la congregación que había vuelto de la cautividad hizo cabañas y habitó en ellas, porque desde los días de Josué hijo de Nun hasta aquel día, los hijos de Israel no habían hecho tal cosa. Había una alegría muy grande.

Esdras leía día tras día en el libro de la Ley de Dios, desde el primero hasta el último día. Durante siete días celebraron la fiesta, y al octavo día hubo una asamblea festiva, conforme a lo establecido.

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Esdras confiesa los pecados de Israel

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Esdras confiesa los pecados de Israel (16:9:1 - 16:9:37)

El día 24 del mismo mes se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos.

Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie, confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres.

Puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la Ley de Jehovah su Dios durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron a Jehovah su Dios.

Entonces, sobre la plataforma de los levitas se pusieron de pie Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani, e invocaron en voz alta a Jehovah su Dios.

Los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías dijeron: “¡Levantaos, bendecid a Jehovah vuestro Dios, desde la eternidad hasta la eternidad!” “Bendigan tu nombre glorioso, y sea exaltado más que toda bendición y alabanza.

“Tú eres Jehovah; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran.

“Tú eres, oh Jehovah, el Dios que escogiste a Abram. Lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abraham.

Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste un pacto con él para darle la tierra de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los jebuseos y de los gergeseos, a fin de darla a su descendencia. Y cumpliste tu palabra, porque tú eres justo.

“Miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto, y escuchaste su clamor junto al mar Rojo.

Hiciste señales y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de su tierra. Porque sabías que contra ellos habían actuado con soberbia, y te hiciste un gran nombre, como en el día de hoy.

“Dividiste ante ellos el mar, de modo que pasaron en seco por medio de él. Pero a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en las poderosas aguas.

Los guiaste de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego, para alumbrarles el camino por donde habían de ir.

“Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo. Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos buenos.

Les hiciste conocer tu santo sábado y les prescribiste mandamientos, leyes e instrucciones por medio de tu siervo Moisés.

“Cuando tuvieron hambre, les diste pan del cielo; y cuando tuvieron sed, les sacaste agua de la peña. Les prometiste que entrarían para tomar posesión de la tierra por la cual alzaste tu mano jurando que les darías.

Pero ellos y nuestros padres actuaron con soberbia; endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos.

No quisieron escuchar, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho entre ellos. Más bien, endurecieron su cerviz y designaron un jefe para regresar a su esclavitud en Egipto. Pero tú que eres un Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia, no los abandonaste.

“Aun cuando se hicieron un becerro de fundición, cuando dijeron: Este es tu dios que te hizo subir de Egipto, y cometieron grandes abominaciones,

tú por tu gran misericordia no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día, para guiarlos por el camino; ni la columna de fuego de noche, para alumbrarles el camino por el cual habían de ir.

Diste tu buen Espíritu para enseñarles. No retiraste de su boca tu maná, y les diste agua para su sed.

Los sustentaste durante cuarenta años en el desierto; nada les faltó. Sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies.

“Les entregaste reinos y pueblos, y se los distribuiste por fronteras. Así llegaron a tomar posesión de la tierra de Sejón, es decir, la tierra del rey de Hesbón, y de la tierra de Og, rey de Basán.

Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías prometido a sus padres que entrarían para tomarla en posesión.

Sus hijos entraron y tomaron posesión de la tierra. Delante de ellos sometiste a los cananeos, los habitantes de dicha tierra, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra, para que hiciesen con ellos según su voluntad.

Tomaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Heredaron casas llenas de todo bien, cisternas cavadas, viñas, olivares y muchísimos árboles de fruto comestible. Comieron y se saciaron; engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.

“Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; echaron tu ley a sus espaldas. Mataron a tus profetas que testificaban contra ellos para hacerlos volver a ti, y cometieron grandes abominaciones.

Los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación, y tú los escuchaste desde los cielos. Por tu gran misericordia les diste libertadores que los librasen de mano de sus enemigos.

Pero apenas obtenían comodidad, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonabas en mano de sus enemigos, que se enseñoreaban de ellos. Pero volvieron a clamar a ti, y tú les escuchaste desde los cielos y los libraste muchas veces por tu misericordia.

Les amonestaste para hacerlos volver a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no escucharon tus mandamientos. Pecaron contra tus decretos, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Dieron las espaldas en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.

“Por muchos años te mostraste paciente y les amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon. Por eso les entregaste en mano de los pueblos de la tierra.

Pero por tu gran misericordia no los consumiste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y misericordioso.

“Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenida como poca cosa delante de ti toda la angustia que nos ha alcanzado: a nuestros reyes, a nuestros magistrados, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy.

Sin embargo, tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido. Porque has actuado con verdad, pero nosotros hemos hecho lo malo.

Nuestros reyes, nuestros magistrados, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley. No atendieron a tus mandamientos ni a tus advertencias con que les advertiste.

Ellos, en su reino, en la abundancia que les diste y en la tierra extensa y fértil que entregaste ante ellos, no te sirvieron ni se volvieron de sus malas obras.

“He aquí que hoy nosotros somos esclavos. En cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para que comiesen de su fruto y de su bien, he aquí que en ella somos esclavos.

El fruto de ella se multiplica para los reyes que a causa de nuestros pecados nos has impuesto. Ellos se enseñorean de nuestros cuerpos y de nuestros ganados, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia.”

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Pacto del pueblo, de guardar la ley

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Pacto del pueblo, de guardar la ley (16:9:38 - 16:10:39)

A causa de todo esto, nosotros hemos hecho un firme compromiso, y lo escribimos. Y fue firmado por nuestros magistrados, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes.

Los que lo firmaron fueron: el gobernador Nehemías hijo de Hacalías, Sedequías,

Seraías, Azarías, Jeremías,

Pasjur, Amarías, Malquías,

Hatús, Sebanías, Maluc,

Harim, Meremot, Abdías,

Daniel, Ginetón, Baruc,

Mesulam, Abías, Mijamín,

Maazías, Bilgai y Semaías. Estos eran los sacerdotes.

Los levitas: Jesúa hijo de Azanías, Binúi de los hijos de Henadad, Cadmiel

y sus hermanos Sebanías, Hovías, Quelita, Pelaías, Hanán,

Micaías, Rejob, Hasabías,

Zacur, Serebías, Sebanías,

Hodías, Bani y Beninu.

Los jefes del pueblo: Paros, Pajat-moab, Elam, Zatu, Bani,

Buni, Azgad, Bebai,

Adonías, Bigvai, Adín,

Ater, Ezequías, Azur,

Hodías, Hasum, Bezai,

Harif, Anatot, Nebai,

Magpías, Mesulam, Hezir,

Mesezabeel, Sadoc, Jadúa,

Pelatías, Hanán, Anaías,

Oseas, Ananías, Hasub,

Halojes, Pilja, Sobec,

Rejum, Hasabna, Maasías;

también Ajías, Hanán, Anán,

Maluc, Harim y Baaná.

El resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, los servidores del templo y todos los que se habían apartado de los gentiles y se habían adherido a la ley de Dios, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas—todos los que podían comprender y discernir—,

se adhirieron a sus hermanos, sus dirigentes, y se comprometieron bajo imprecación y juramento: A andar en la ley de Dios, la cual fue dada por medio de Moisés, siervo de Dios. A guardar y cumplir todos los mandamientos de Jehovah nuestro Señor, sus decretos y sus leyes.

A no dar nuestras hijas a los gentiles, ni a tomar sus hijas para nuestros hijos.

A que si los pueblos de la tierra trajesen a vender mercancías y comestibles en día de sábado, nada tomaríamos de ellos en sábado ni en día santo. A dejar de cultivar nuestra tierra en el séptimo año y a perdonar toda deuda.

Nos impusimos la obligación de contribuir con la tercera parte de un siclo al año para la obra de la casa de nuestro Dios:

para el pan de la presentación y la ofrenda vegetal continua; para el holocausto continuo y el de los sábados, lunas nuevas y fiestas solemnes; para las ofrendas santas y los sacrificios por el pecado, a fin de hacer expiación por Israel y por toda la obra de la casa de nuestro Dios.

También hicimos un sorteo entre los sacerdotes, los levitas y el pueblo, con respecto a la ofrenda de leña, para traerla a la casa de nuestro Dios, según nuestras casas paternas, en los tiempos determinados cada año, para hacerla arder sobre el altar de Jehovah nuestro Dios, como está escrito en la ley.

Nos comprometimos a traer cada año a la casa de Jehovah las primicias de nuestra tierra y las primicias del fruto de todo árbol,

así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestros ganados, como está escrito en la ley; y a traer a la casa de nuestro Dios, a los sacerdotes que allí sirven, los primerizos de nuestras vacas y de nuestras ovejas.

Llevaremos a los sacerdotes, a las cámaras de la casa de nuestro Dios, las primicias de nuestras masas, de nuestras ofrendas, del fruto de todo árbol, del vino y del aceite. Llevaremos el diezmo de nuestra tierra a los levitas, porque ellos, los levitas, reciben el diezmo de nuestras labores en todas las ciudades.

Un sacerdote hijo de Aarón estará con los levitas cuando éstos reciban el diezmo, y los levitas llevarán la décima parte del diezmo a la casa de nuestro Dios, a las cámaras del tesoro.

A esas cámaras llevarán los hijos de Israel y los hijos de Leví la ofrenda del grano, del vino nuevo y del aceite. Allí estarán los utensilios del santuario, los sacerdotes que sirven, los porteros y los cantores. Nos comprometimos a no abandonar la casa de nuestro Dios.

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