Antiguo Testamento

Los adversarios detienen la obra

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Los adversarios detienen la obra (15:4:1 - 15:4:24)

Cuando los enemigos de Judá y de Benjamín oyeron que los que habían venido de la cautividad edificaban un templo a Jehovah Dios de Israel,

se acercaron a Zorobabel y a los jefes de las casas paternas, y les dijeron: —Permitidnos edificar con vosotros; porque como vosotros, buscamos a vuestro Dios, y a él hemos ofrecido sacrificios desde los días de Esarjadón, rey de Asiria, que nos trajo aquí.

Pero Zorobabel, Jesúa y los demás jefes de las casas paternas de Israel les dijeron: —No nos conviene edificar con vosotros una casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehovah Dios de Israel, como nos lo mandó el rey Ciro, rey de Persia.

Entonces el pueblo de la tierra desmoralizaba al pueblo de Judá y lo amedrentaba, para que no edificara.

Contrataron consejeros contra ellos para frustrar su propósito durante todo el tiempo de Ciro rey de Persia, y hasta el reinado de Darío rey de Persia.

Y en el reinado de Asuero, al comienzo de su reinado, escribieron una acusación contra los habitantes de Judá y de Jerusalén.

En los días de Artajerjes escribieron Bislam, Mitrídates, Tabeel y sus demás compañeros a Artajerjes, rey de Persia. El documento estaba escrito en escritura aramea, y traducido al arameo.

El comandante Rejum y el escriba Simsai escribieron una carta contra Jerusalén al rey Artajerjes, de esta manera.

Entonces escribieron el comandante Rejum, el escriba Simsai y sus demás compañeros: los jueces, los oficiales, los funcionarios persas, los de Erec, de Babilonia, de Susa (esto es, los elamitas),

y del resto de las naciones que el grande y glorioso Asnapar llevó cautivos y los hizo habitar en la ciudad de Samaria y en otras de la región de Más Allá del Río.

Esta es la copia de la carta que le enviaron: Al rey Artajerjes, de tus siervos, la gente de Más Allá del Río. Ahora,

sepa el rey que los judíos que han venido de ti a nosotros, han llegado a Jerusalén y están reedificando la ciudad rebelde y perversa. Están restaurando los muros y reparando los cimientos.

Sepa ahora el rey que si esa ciudad es reedificada y los muros son restaurados, ellos no pagarán tributos ni impuestos ni rentas, y el tesoro real será perjudicado.

Y puesto que somos mantenidos por el palacio, no nos parece correcto ver la deshonra del rey. Por eso hemos enviado para hacerlo saber al rey,

a fin de que se investigue en el libro de las memorias de tus padres. Hallarás en el libro de las memorias y sabrás que esa ciudad es una ciudad rebelde y perjudicial a los reyes y a las provincias, y que desde tiempos antiguos han surgido en ella sediciones; por lo que esa ciudad fue destruida.

Nosotros hacemos saber al rey que si esa ciudad es reedificada y los muros son restaurados, entonces la región de Más Allá del Río no será tuya.

El rey envió esta respuesta: Al comandante Rejum, al escriba Simsai y a sus demás compañeros que habitan en Samaria y en el resto de los lugares de Más Allá del Río: Paz. Ahora,

el documento que nos enviasteis fue leído claramente en mi presencia.

También he dado órdenes, y se ha investigado y encontrado que esa ciudad desde tiempos antiguos se levanta contra los reyes, que en ella se fomenta la rebelión y la sedición,

que en Jerusalén hubo reyes fuertes que dominaban toda la región de Más Allá del Río y que se les pagaban tributos, impuestos y rentas.

Ahora pues, dad órdenes para que cesen esos hombres y que no sea reedificada esa ciudad, hasta que yo lo ordene.

Tened cuidado de no actuar con negligencia al respecto. ¿Por qué se ha de incrementar el daño en perjuicio de los reyes?

Cuando la copia del documento del rey Artajerjes fue leída delante de Rejum, del escriba Simsai y de sus compañeros, fueron apresuradamente a Jerusalén, a los judíos, y con poder y fuerza les hicieron cesar.

Entonces cesó la obra de la casa de Dios que estaba en Jerusalén. Y cesó hasta el segundo año del reinado de Darío, rey de Persia.

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Reedificación del templo

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Reedificación del templo (15:5:1 - 15:5:17)

Los profetas Hageo y Zacarías hijo de Ido profetizaron a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel, que estaba sobre ellos.

Entonces se levantaron Zorobabel hijo de Salatiel y Jesúa hijo de Josadac, y comenzaron a reedificar la casa de Dios en Jerusalén, y con ellos estaban los profetas de Dios que les apoyaban.

En aquel tiempo vinieron a ellos Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, y Setar-boznai, con sus compañeros, y les dijeron así: “¿Quién os ha dado orden para reedificar este templo y para restaurar estos muros?”

También les preguntaron: “¿Cuáles son los nombres de los hombres que construyen este edificio?”

Pero el ojo de su Dios velaba sobre los ancianos de los judíos, y no les hicieron cesar hasta que el informe llegara ante Darío, y respondieran con un documento al respecto.

Copia de la carta al rey Darío que enviaron Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y sus compañeros, los oficiales de Más Allá del Río.

Le enviaron un informe que estaba escrito de esta manera: Al rey Darío: ¡Toda paz!

Sepa el rey que fuimos a la provincia de Judá, a la casa del gran Dios, que está siendo edificada con bloques de piedra. Las vigas están siendo puestas sobre las paredes; la obra se hace con diligencia y prospera en sus manos.

Entonces preguntamos a los ancianos diciéndoles de esta manera: “¿Quién os ha dado orden para reedificar este templo y para restaurar estos muros?”

También les preguntamos sus nombres para hacértelo saber, para escribirte los nombres de los que están al frente de ellos.

Nos dieron respuesta diciendo: “Nosotros somos siervos del Dios de los cielos y de la tierra, y reedificamos el templo que había sido construido hace muchos años, el cual fue construido y terminado por un gran rey de Israel.

Pero por cuanto nuestros padres provocaron a ira al Dios de los cielos, él los entregó en mano de Nabucodonosor el caldeo, rey de Babilonia, quien destruyó este templo y llevó cautivo al pueblo a Babilonia.

No obstante, en el primer año de Ciro, rey de Babilonia, el rey Ciro dio una orden para que esta casa de Dios fuese reedificada.

También los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del templo que estaba en Jerusalén y los había llevado al templo de Babilonia, el rey Ciro los sacó del templo de Babilonia, y fueron entregados a un hombre llamado Sesbasar, a quien había puesto como gobernador.

El le dijo: Toma estos utensilios, vé y deposítalos en el templo que está en Jerusalén, y que la casa de Dios sea reedificada en su lugar.

Entonces aquel Sesbasar vino a Jerusalén y reparó los cimientos de la casa de Dios. Desde entonces hasta ahora se está edificando, pero aún no se ha terminado.”

Ahora pues, si al rey le parece bien, investíguese en la casa de los archivos del rey que está allí en Babilonia, si es verdad que el rey Ciro dio el decreto para reedificar esta casa de Dios en Jerusalén, y mándenos a decir la decisión del rey al respecto.

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Decreto de Darío

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Decreto de Darío (15:6:1 - 15:6:22)

Entonces el rey Darío dio una orden, y buscaron en la casa de los archivos donde se depositaban los tesoros, allí en Babilonia.

Y en Acmeta, en la fortaleza que está en la provincia de Media, fue hallado un rollo en el cual estaba escrito esto: Memoria:

En el primer año del rey Ciro, el rey Ciro dio un decreto acerca de la casa de Dios que está en Jerusalén: “Que la casa sea edificada como un lugar en el cual se ofrezcan sacrificios, y que sean colocados sus cimientos. Será de 60 codos de alto y de 60 codos de ancho.

Tendrá tres hileras de bloques de piedra y una hilera de vigas nuevas, y el gasto será pagado por la casa del rey.

También los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, que Nabucodonosor había sacado del templo que estaba en Jerusalén y los había llevado a Babilonia, serán devueltos e irán a su lugar, en el templo que está en Jerusalén, y serán depositados en la casa de Dios.”

Ahora pues, Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y vuestros compañeros, los oficiales que estáis en la región de Más Allá del Río, apartaos de allí.

Dejad la obra de esta casa de Dios a cargo del gobernador de los judíos y de los ancianos de los judíos, para que reedifiquen esta casa de Dios en su lugar.

Por mí es dada la orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para construir esta casa de Dios: Los gastos de aquellos hombres sean puntualmente pagados de los recursos del rey, de los tributos de Más Allá del Río, para que no cese la obra.

Se les dará cada día, sin falta, lo que sea necesario: novillos, carneros y corderos para los holocaustos al Dios de los cielos, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que digan los sacerdotes que están en Jerusalén,

para que ofrezcan sacrificios de grato olor al Dios de los cielos y oren por la vida del rey y de sus hijos.

También he dado órdenes que a cualquiera que altere este decreto le sea arrancada una viga de su casa, y él sea clavado, empalado en ella, y que por ello su casa sea convertida en un montón de escombros.

Que el Dios que hizo habitar allí su nombre derribe a todo rey o pueblo que extienda su mano para alterarlo o destruir esa casa de Dios que está en Jerusalén. Yo, Darío, doy este decreto. Sea llevado a cabo con diligencia.

Entonces Tatnai, gobernador de Más Allá del Río, Setar-boznai y sus compañeros actuaron con diligencia, conforme había mandado el rey Darío.

Los ancianos de los judíos continuaron edificando y progresando de acuerdo con la profecía del profeta Hageo y la de Zacarías hijo de Ido. Así edificaron y terminaron por mandato del Dios de Israel y por mandato de Ciro, de Darío y de Artajerjes, reyes de Persia.

Y este templo fue terminado el tercer día del mes de Adar del sexto año del reinado del rey Darío.

Los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas y los demás que habían vuelto del cautiverio celebraron con regocijo la dedicación de esta casa de Dios.

Para la dedicación de esta casa de Dios ofrecieron 100 toros, 200 carneros, 400 corderos; y como sacrificios por el pecado de todo Israel, 12 machos cabríos, conforme al número de las tribus de Israel.

Luego establecieron a los sacerdotes en sus funciones, y a los levitas en sus divisiones, para el servicio del Dios que está en Jerusalén, conforme a lo escrito en el libro de Moisés.

Los que habían regresado del cautiverio celebraron la Pascua el 14 del mes primero.

Puesto que los sacerdotes y los levitas se habían purificado a una, todos estaban purificados. Entonces sacrificaron la víctima de la Pascua por todos los que habían regresado del cautiverio, por sus hermanos los sacerdotes y por sí mismos.

Los hijos de Israel que habían vuelto del cautiverio y todos los que se habían adherido a ellos, apartándose de la inmundicia de las naciones de la tierra, para buscar a Jehovah Dios de Israel, comieron

y celebraron con regocijo durante siete días la fiesta de los Panes sin Levadura, porque Jehovah les había dado alegría y había predispuesto hacia ellos el corazón del rey de Asiria, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios, el Dios de Israel.

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Esdras y sus compañeros llegan a Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Esdras y sus compañeros llegan a Jerusalén (15:7:1 - 15:7:28)

Pasadas estas cosas, en el reinado de Artajerjes, rey de Persia, Esdras—hijo de Seraías, hijo de Azarías, hijo de Hilquías,

hijo de Salum, hijo de Sadoc, hijo de Ajitob,

hijo de Amarías, hijo de Azarías, hijo de Merayot,

hijo de Zeraías, hijo de Uzi, hijo de Buqui,

hijo de Abisúa, hijo de Fineas, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, el primer sacerdote—,

este Esdras, quien era escriba versado en la ley de Moisés, que Jehovah Dios había dado, subió de Babilonia. El rey le concedió todo lo que pidió, pues la mano de Jehovah su Dios estaba con él.

En el séptimo año del rey Artajerjes, también subieron a Jerusalén algunos de los hijos de Israel y algunos de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y servidores del templo.

Llegó a Jerusalén en el mes quinto del séptimo año del rey.

El primer día del mes primero había iniciado el viaje de retorno de Babilonia, y el primer día del mes quinto llegó a Jerusalén, pues la bondadosa mano de su Dios estaba con él.

Porque Esdras había preparado su corazón para escudriñar la ley de Jehovah y para cumplirla, a fin de enseñar a Israel los estatutos y los decretos.

Esta es la copia del documento que el rey Artajerjes dio al sacerdote y escriba Esdras, escriba versado en los asuntos de los mandamientos de Jehovah y en sus estatutos para Israel:

Artajerjes, rey de reyes, al sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios de los cielos: Completa paz. Ahora,

he dado órdenes que cualquiera que en mi reino pertenezca al pueblo de Israel, a sus sacerdotes y a sus levitas, y que quiera ir contigo a Jerusalén, que vaya.

Porque eres enviado de parte del rey y de sus siete consejeros para inspeccionar Judá y Jerusalén, conforme a la ley de tu Dios, que está en tus manos,

y para llevar la plata y el oro que el rey y sus consejeros presentan como ofrenda voluntaria al Dios de Israel, cuya morada está en Jerusalén.

Y asimismo, llevarás toda la plata y el oro que consigas en toda la provincia de Babilonia, con las ofrendas voluntarias del pueblo y de los sacerdotes que voluntariamente ofrezcan para la casa de su Dios que está en Jerusalén.

Por consiguiente, con este dinero comprarás con diligencia toros, carneros, corderos, con sus ofrendas vegetales y sus libaciones, y los ofrecerás sobre el altar de la casa de vuestro Dios que está en Jerusalén.

Con el resto de la plata y del oro, haced lo que tú y tus hermanos creáis conveniente hacer, conforme a la voluntad de vuestro Dios.

También los utensilios que te son entregados para el servicio de la casa de tu Dios, los restituirás ante Dios en Jerusalén.

Y lo demás que se requiera para la casa de tu Dios, y que te corresponda dar, dalo de la casa de los tesoros del rey.

Yo, el rey Artajerjes, he dado órdenes a todos los tesoreros que están en la región de Más Allá del Río que todo lo que os pida el sacerdote Esdras, escriba de la ley del Dios de los cielos, se le conceda de inmediato:

hasta 100 talentos de plata, 100 coros de trigo, 100 batos de vino, 100 batos de aceite, y sal sin medida.

Todo lo que ha sido ordenado por el Dios de los cielos sea hecho diligentemente para la casa del Dios de los cielos; pues, ¿por qué habría de ser su ira contra el reino del rey y de sus hijos?

Además, os hacemos saber que nadie está autorizado a imponerles tributo, ni impuesto ni renta a ninguno de los sacerdotes, levitas, cantores, porteros o servidores del templo, ni a otros siervos de esta casa de Dios.

Y tú, Esdras, conforme a la sabiduría que tienes de parte de tu Dios, designa magistrados y jueces que administren justicia a todo el pueblo que está en la región de Más Allá del Río, a todos los que conocen las leyes de tu Dios. Y a los que no las conocen, se las enseñaréis.

Cualquiera que no cumpla la ley de tu Dios y la ley del rey sea diligentemente sentenciado a muerte, o a destierro, o a confiscación de propiedades, o a prisión.

¡Bendito sea Jehovah Dios de nuestros padres, que puso tal cosa en el corazón del rey, para honrar la casa de Jehovah que está en Jerusalén!

Pues él inclinó hacia mí su favor delante del rey, de sus consejeros y de todos los poderosos gobernadores del rey. Así me fortalecí, pues la mano de Jehovah mi Dios estaba conmigo, y reuní a los principales de Israel para que partieran conmigo.

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Los compañeros de Esdras en la repatriación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Los compañeros de Esdras en la repatriación (15:8:1 - 15:8:36)

Estos son los jefes de las casas paternas y el registro de aquellos que vinieron conmigo de Babilonia, cuando reinaba el rey Artajerjes:

De los hijos de Fineas, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús

de los hijos de Secanías; de los hijos de Paros, Zacarías, y con él fueron inscritos 150 hombres.

De los hijos de Pajat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él, 200 hombres.

De los hijos de Zatu, Secanías hijo de Jahaziel, y con él, 300 hombres.

De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él, 50 hombres.

De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él, 70 hombres.

De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él, 80 hombres.

De los hijos de Joab, Obadías hijo de Yejiel, y con él, 218 hombres.

De los hijos de Bani, Selomit hijo de Josifías, y con él, 160 hombres.

De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él, 28 hombres.

De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él, 110 hombres.

De los hijos de Adonicam, los últimos, éstos cuyos nombres son: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos,

hombres.

De los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos, 70 hombres.

Los reuní junto al río que pasa por Ahava, y acampamos allí tres días. Busqué entre el pueblo y entre los sacerdotes, pero no hallé allí a ninguno de los hijos de Leví.

Entonces mandé buscar a Eliezer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, hombres principales, junto con Joyarib y Elnatán, que eran maestros.

Los envié a Ido, jefe en la localidad de Casifia, y puse en sus bocas las palabras que habían de hablar a Ido y a sus hermanos, los servidores del templo que estaban en la localidad de Casifia, para que nos trajesen ayudantes para la casa de nuestro Dios.

Puesto que la bondadosa mano de nuestro Dios estaba con nosotros, ellos nos trajeron un hombre entendido de los descendientes de Majli hijo de Leví, hijo de Israel, es decir, a Serebías, que con sus hijos y sus hermanos eran 18 personas.

También a Hasabías y con él a Jesaías, de los hijos de Merari, que con sus hermanos y sus hijos eran

personas.

De los servidores del templo, a quienes David y los magistrados habían puesto para el servicio de los levitas, consiguieron 220 servidores del templo, todos los cuales fueron inscritos por nombre.

Entonces proclamé un ayuno allí junto al río Ahava a fin de humillarnos en la presencia de nuestro Dios y pedirle un buen viaje para nosotros, para nuestros niños y para todas nuestras posesiones.

Pues tuve vergüenza de pedir al rey una tropa de soldados y jinetes que nos defendiesen del enemigo en el camino, porque habíamos hablado al rey diciendo: “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan, pero su poder y su furor están sobre todos los que le abandonan.”

Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio.

Luego aparté a doce de los principales sacerdotes: Serebías, Hasabías y diez de sus hermanos con ellos.

Les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus magistrados y todos los que se encontraban de Israel.

Entregué en sus manos 650 talentos de plata, 100 talentos de plata en utensilios y 100 talentos de oro.

Además, había veinte tazones de oro, de 1.000 dracmas, y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, apreciados como de oro.

Entonces les dije: “Vosotros estáis consagrados a Jehovah, y los utensilios son sagrados. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para Jehovah, Dios de vuestros padres.

Velad y guardadlos hasta que los peséis en Jerusalén, en las cámaras de la casa de Jehovah, delante de los principales de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de las casas paternas de Israel.”

Así, pues, los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios.

Y el 12 del mes primero partimos del río Ahava, para ir a Jerusalén. Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de los asaltantes en el camino.

Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.

Al cuarto día fueron pesados, en la casa de nuestro Dios, la plata, el oro y los utensilios, y entregados a Meremot hijo del sacerdote Urías. Con él estaba Eleazar hijo de Fineas, y con ellos los levitas Josabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi.

En aquella ocasión todo fue contado y pesado, y se registró el peso total.

Al llegar del cautiverio, los que habían estado cautivos ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: 12 toros por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos, 12 machos cabríos para sacrificio por el pecado; todo ello como holocausto a Jehovah.

Luego entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Más Allá del Río, los cuales prestaron apoyo al pueblo y a la casa de Dios.

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