Antiguo Testamento

Asiria puebla de nuevo a Samaria

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Asiria puebla de nuevo a Samaria (12:17:24 - 12:17:41)

El rey de Asiria trajo gentes de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim; y las estableció en las ciudades de Samaria en lugar de los hijos de Israel. Ellas tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus ciudades.

Y aconteció, cuando comenzaron a habitar allí, que como no reverenciaban a Jehovah, envió Jehovah contra ellas leones que las mataban.

Entonces ellas enviaron a decir al rey de Asiria: “Las gentes que tú trajiste cautivas y estableciste en las ciudades de Samaria no conocen la costumbre del dios del país, y él ha enviado leones contra ellas. Y he aquí que las matan, porque no conocen la costumbre del dios del país.”

El rey de Asiria mandó decir: “Llevad allí a uno de los sacerdotes que trajisteis cautivos de allá. Que vaya y habite allí, y que les enseñe la costumbre del dios del país.”

Entonces fue uno de los sacerdotes que habían sido llevados cautivos de Samaria y habitó en Betel. El les enseñó cómo debían reverenciar a Jehovah.

Pero cada pueblo seguía haciendo sus propios dioses y los ponía en los santuarios de los lugares altos que habían hecho los de Samaria. Cada pueblo hizo así en la ciudad donde habitaba.

Los hombres de Babilonia hicieron una imagen de Sucot-benot; los de Cuta hicieron una imagen de Nergal; los de Hamat hicieron una imagen de Asima;

los aveos hicieron imágenes de Nibjaz y de Tartac; y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego en honor de Adramelec y Anamelec, dioses de Sefarvaim.

También temían a Jehovah e hicieron para sí, de entre ellos mismos, sacerdotes de los lugares altos, que oficiaban por ellos en los santuarios de los lugares altos.

Temían a Jehovah, pero servían a sus dioses, según las prácticas de los pueblos de donde habían sido trasladados.

Hasta el día de hoy persisten en sus prácticas antiguas: No temen a Jehovah; no actúan conforme a sus estatutos ni a sus decretos, ni conforme a la ley y los mandamientos que Jehovah mandó a los hijos de Jacob, a quien puso por nombre Israel,

y con quienes Jehovah hizo un pacto y les mandó diciendo: “No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni los serviréis, ni les ofreceréis sacrificio.

Más bien, a Jehovah, que os sacó de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a él temeréis, a él adoraréis y a él ofreceréis sacrificios.

Cuidaréis siempre de poner por obra los estatutos, los decretos, la ley y los mandamientos que escribió para vosotros; y no temeréis a otros dioses.

No olvidaréis el pacto que hice con vosotros ni temeréis a otros dioses.

Sólo temed a Jehovah vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos.”

Pero ellos no escucharon; antes bien, hicieron según su antigua costumbre.

Así aquellos pueblos temían a Jehovah, y al mismo tiempo rendían culto a sus imágenes. Lo mismo hicieron sus hijos y los hijos de sus hijos; como hicieron sus padres, así hacen ellos hasta el día de hoy.

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Reinado de Ezequías

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Reinado de Ezequías (12:18:1 - 12:18:8)

Aconteció que en el tercer año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, comenzó a reinar Ezequías hijo de Acaz, rey de Judá.

Tenía 25 años cuando comenzó a reinar, y reinó 29 años en Jerusalén. El nombre de su madre era Abi hija de Zacarías.

El hizo lo recto ante los ojos de Jehovah, conforme a todas las cosas que había hecho su padre David.

Quitó los lugares altos, rompió las piedras rituales, cortó los árboles rituales de Asera e hizo pedazos la serpiente de bronce que había hecho Moisés, porque hasta aquel entonces los hijos de Israel le quemaban incienso. Y la llamó Nejustán.

Ezequías puso su esperanza en Jehovah Dios de Israel. Ni antes ni después de él hubo otro como él entre todos los reyes de Judá,

porque fue fiel a Jehovah y no se apartó de él, sino que guardó los mandamientos que Jehovah había mandado a Moisés.

Jehovah estaba con él, y tuvo éxito en todas las cosas que emprendió. Se rebeló contra el rey de Asiria y dejó de servirle.

Derrotó a los filisteos hasta Gaza y sus territorios, desde las torres de los centinelas hasta la ciudad fortificada.

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Caída de Samaria

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Caída de Samaria (12:18:9 - 12:18:12)

Aconteció en el cuarto año del rey Ezequías, que era el séptimo año de Oseas hijo de Ela, rey de Israel, que Salmanazar, rey de Asiria, subió contra Samaria y la sitió.

La tomaron al cabo de tres años; es decir, Samaria fue tomada en el sexto año de Ezequías, que era el noveno año de Oseas, rey de Israel.

El rey de Asiria llevó cautivos a los israelitas a Asiria y los puso en Halaj y en el Habor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos;

por cuanto no obedecieron la voz de Jehovah su Dios, sino que quebrantaron su pacto. No escucharon ni pusieron por obra todas las cosas que había mandado Moisés, siervo de Jehovah.

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Senaquerib invade a Judá

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Senaquerib invade a Judá (12:18:13 - 12:18:37)

En el año 14 del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó.

Entonces Ezequías, rey de Judá, envió a decir al rey de Asiria, en Laquis: “Yo he fallado. Apártate de mí, y pagaré lo que me impongas.” El rey de Asiria impuso a Ezequías, rey de Judá, 300 talentos de plata y 30 talentos de oro.

Entonces le dio Ezequías toda la plata que se hallaba en la casa de Jehovah y en los tesoros de la casa del rey.

En aquel tiempo Ezequías desmanteló las puertas del templo de Jehovah y sus marcos, que el mismo Ezequías, rey de Judá, había recubierto de oro, y se los dio al rey de Asiria.

Después el rey de Asiria envió al Tartán, al Rabsaris y al Rabsaces, con un poderoso ejército, desde Laquis al rey Ezequías, en Jerusalén. Subieron y llegaron a Jerusalén. Y habiendo subido y llegado, se detuvieron junto al acueducto del estanque de arriba, que está en el camino del Campo del Lavador.

Luego llamaron al rey, y salieron hacia ellos Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista.

Entonces les dijo el Rabsaces: —Decid a Ezequías que así ha dicho el gran rey, el rey de Asiria: “¿Qué confianza es esa en que confías?

Tú has dicho tener plan y poderío para la guerra, pero sólo son palabras de labios. Pero ahora, ¿en quién confías para que te hayas rebelado contra mí?

He aquí que ahora tú confías en Egipto, en ese bastón de caña cascada, que a cualquiera que se apoye sobre ella, le entrará por la mano y se la atravesará. Así es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.

Pero si me decís: Confiamos en Jehovah nuestro Dios, ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: Delante de este altar adoraréis en Jerusalén?”

Ahora pues, comprométete con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré 2.000 caballos, si acaso tú puedes proveer quienes cabalguen sobre ellos.

¿Cómo podrás resistir a un oficial de uno de los más insignificantes servidores de mi señor, confiando en Egipto por carros y jinetes?

Y ahora, ¿acaso he subido contra este lugar para destruirlo sin que haya intervenido Jehovah? Jehovah me ha dicho: “Sube contra esa tierra y destrúyela.”

Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, Sebna y Jóaj dijeron al Rabsaces: —Por favor, habla a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos. No hables con nosotros en hebreo, a oídos del pueblo que está sobre la muralla.

Pero el Rabsaces les dijo: —¿Acaso me ha enviado mi señor para decir estas palabras sólo a tu señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes, como vosotros, han de comer sus propios excrementos y beber su propia orina?

Entonces el Rabsaces se puso de pie, gritó a gran voz en hebreo y habló diciendo: —¡Oíd la palabra del gran rey, el rey de Asiria!

Así ha dicho el rey: “No os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar de mi mano.

Tampoco os haga confiar Ezequías en Jehovah, diciendo: Ciertamente Jehovah nos librará, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria.”

¡No escuchéis a Ezequías! Porque así ha dicho el rey de Asiria: “Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo,

hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite de olivo y de miel. Así viviréis y no moriréis. No escuchéis a Ezequías, porque os engaña diciendo: Jehovah nos librará.

¿Acaso alguno de los dioses de las naciones libró su tierra de la mano del rey de Asiria?

¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim, de Hena y de Ivá? ¿Acaso libraron éstos a Samaria de mi mano?

¿Cuáles de entre todos los dioses de estas tierras libraron sus tierras de mi mano, para que Jehovah libre a Jerusalén de mi mano?”

Pero el pueblo calló y no le respondió ni una palabra, porque había una orden del rey que decía: “No le respondáis.”

Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas, y le declararon las palabras del Rabsaces.

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Judá es librado de Senaquerib

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Judá es librado de Senaquerib (12:19:1 - 12:19:37)

Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehovah.

Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz.

Y le dijeron: —Así ha dicho Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz.

Quizás Jehovah tu Dios habrá escuchado todas las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y le reprenderá a causa de las palabras que Jehovah tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda.”

Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías,

e Isaías les dijo: —Así diréis a vuestro señor: “Así ha dicho Jehovah: No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria.

He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada.”

Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna.

Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: “He aquí que él ha salido para combatir contra ti.” Entonces volvió a enviar mensajeros a Ezequías, diciendo:

“Así diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.

He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú?

¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar?

¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?”

Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa de Jehovah, y la extendió delante de Jehovah.

Y Ezequías oró delante de Jehovah y dijo: “Oh Jehovah Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra.

Inclina, oh Jehovah, tu oído y escucha; abre, oh Jehovah, tus ojos y mira. Escucha las palabras que Senaquerib ha mandado decir para afrentar al Dios vivo.

Es verdad, oh Jehovah, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras,

y que han entregado al fuego sus dioses y los destruyeron; porque éstos no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y de piedra.

Ahora pues, oh Jehovah, Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra conozcan que sólo tú, oh Jehovah, eres Dios.”

Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: “Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: He escuchado lo que me has pedido en oración acerca de Senaquerib, rey de Asiria.

Esta es la palabra que Jehovah ha hablado acerca de él: “La virgen hija de Sion te menosprecia; hace burla de ti. Mueve su cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén.

¿A quién has afrentado e injuriado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado tus ojos con altivez? ¡Contra el Santo de Israel!

“Por medio de tus mensajeros has afrentado al Señor y has dicho: Con la multitud de mis carros yo ascendí a las cumbres de los montes, a las regiones más remotas del Líbano. Corté sus más altos cedros y sus cipreses escogidos. Llegué hasta su morada más lejana, al bosque más exuberante.

Yo cavé y bebí aguas extranjeras, y con las plantas de mis pies hice secar todas las corrientes de Egipto.

“¿Acaso no lo has oído? Hace mucho tiempo que lo determiné; desde los días de la antigüedad lo dispuse. Y ahora he hecho que suceda, para hacer de las ciudades fortificadas montones de ruinas.

Y sus habitantes, sin poder hacer nada, son aterrorizados y avergonzados. Son como la planta del campo o el verdor del pasto, como la hierba de los terrados que es quemada antes de madurar.

“Yo conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y también tu furor contra mí.

Porque te has enfurecido contra mí y tu arrogancia ha subido a mis oídos, pondré mi gancho en tu nariz y mi freno en tus labios. Y te haré regresar por el camino por donde has venido.

“Y esto te servirá de señal, oh Ezequías: Este año comeréis de lo que brote de por sí, y el segundo año de lo que crezca de aquello. Pero en el tercer año sembrad y segad; plantad viñas y comed de su fruto.

Y los sobrevivientes de la casa de Judá, los que habrán quedado, volverán a echar raíces por debajo y a dar fruto por arriba.

Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sion los sobrevivientes. ¡El celo de Jehovah de los Ejércitos hará esto!

“Por tanto, así ha dicho Jehovah acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad; no tirará en ella ni una sola flecha. No vendrá frente a ella con escudo, ni construirá contra ella terraplén.

Por el camino por donde vino, por él se volverá; y no entrará en esta ciudad, dice Jehovah.

Pues defenderé esta ciudad para salvarla, por amor a mí mismo, y por amor a mi siervo David.”

Aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Jehovah e hirió a 185.000 en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres.

Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó, y permaneció en Nínive.

Pero sucedió que mientras adoraba en el templo de Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sarezer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esarjadón reinó en su lugar.

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