Promesa de Jehová a Zorobabel
Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Hageo > Promesa de Jehová a Zorobabel (37:2:20 - 38:11:17)
En el dÃa 24 del mismo mes, vino por segunda vez la palabra de Jehovah a Hageo, diciendo:
“Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, diciendo: Yo estremeceré los cielos y la tierra.
Trastornaré el trono de los reinos y destruiré la fuerza del reino de las naciones. Trastornaré el carro y a los que suben en él. Caerán los caballos y los que montan en ellos, cada cual por la espada de su hermano.
En aquel dÃa, dice Jehovah de los Ejércitos, te tomaré a ti, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mÃo, y te pondré como anillo de sellar, porque yo te he escogido,” dice Jehovah de los Ejércitos.
Apacenté, pues, las ovejas destinadas al matadero, a cuenta de los comerciantes de ovejas. Entonces tomé dos cayados; al uno le puse por nombre Gracia, y al otro, VÃnculo. Y apacenté las ovejas.
Eliminé a tres pastores en un mes. Mi alma se impacientó por causa de ellos, y también el alma de ellos se hastió de mÃ.
Entonces dije: “No os apacentaré más. ¡La que muere, que muera; la que se descarrÃa, que se descarrÃe; y las que queden, que devore cada una a su compañera!”
Entonces tomé mi cayado Gracia y lo quebré para anular mi pacto que hice con todos los pueblos.
En aquel dÃa fue anulado; y los que comerciaban con ovejas y que me observaban, reconocieron que era palabra de Jehovah.
Y les dije: “Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo.” Y pesaron por salario mÃo treinta piezas de plata.
Entonces Jehovah me dijo: “Echalo al tesoro. ¡MagnÃfico precio con que me han apreciado!” Yo tomé las treinta piezas de plata y las eché en el tesoro, en la casa de Jehovah.
Y quebré luego mi segundo cayado VÃnculo para romper la fraternidad entre Judá e Israel.
Entonces Jehovah me dijo: “Toma además la bolsa de un pastor insensato,
porque he aquà yo levanto en la tierra a un pastor que no atenderá a la descarriada, ni buscará a la perdida, ni curará a la perniquebrada. No mantendrá a la que está en pie, sino que se comerá la carne de la engordada y romperá sus pezuñas.
¡Ay del pastor inútil que abandona el rebaño! La espada hiera su brazo y su ojo derecho. Séquese del todo su brazo, y oscurézcase por completo su ojo derecho.”