Isaías

La invasión de Senaquerib

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > La invasión de Senaquerib (23:36:1 - 23:36:22)

Aconteció que en el año 14 del rey Ezequías subió Senaquerib, rey de Asiria, contra todas las ciudades fortificadas de Judá, y las tomó.

Después el rey de Asiria envió al Rabsaces, desde Laquis hasta Jerusalén, al rey Ezequías, con un poderoso ejército. El Rabsaces se detuvo junto al acueducto del estanque de arriba, que está en el camino del Campo del Lavador.

Luego salieron hacia él Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista.

Entonces les dijo el Rabsaces: —Decid a Ezequías que así ha dicho el gran rey, el rey de Asiria: “¿Qué confianza es esa en que confías?

Tú has dicho tener plan y poderío para la guerra, pero sólo son palabras de labios. Pero ahora, ¿en quién confías para que te hayas rebelado contra mí?

He aquí que tú confías en Egipto, en ese bastón de caña cascada, que a cualquiera que se apoye sobre ella, le entrará por la mano y se la atravesará. Así es el faraón, rey de Egipto, para todos los que confían en él.”

Pero si me dices: “Confiamos en Jehovah nuestro Dios,” ¿no es éste aquel cuyos lugares altos y cuyos altares ha quitado Ezequías, y ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Delante de este altar adoraréis”?

Ahora pues, comprométete con mi señor, el rey de Asiria, y yo te daré 2.000 caballos, si acaso tú puedes proveer quienes cabalguen sobre ellos.

¿Cómo podrás resistir a un oficial de uno de los más insignificantes servidores de mi señor, confiando en Egipto por carros y jinetes?

Y ahora, ¿acaso he subido contra esta tierra para destruirla sin que haya intervenido Jehovah? Jehovah me ha dicho: “Sube a esa tierra y destrúyela.”

Entonces Eliaquim, Sebna y Jóaj dijeron al Rabsaces: —Por favor, habla a tus siervos en arameo, porque nosotros lo entendemos. No nos hables en hebreo, a oídos del pueblo que está sobre la muralla.

Pero el Rabsaces dijo: —¿Acaso me ha enviado mi señor para decir estas palabras sólo a tu señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes, como vosotros, han de comer sus propios excrementos y beber su propia orina?

Entonces el Rabsaces se puso de pie y gritó a gran voz en hebreo, diciendo: —¡Oíd las palabras del gran rey, el rey de Asiria!

Así ha dicho el rey: “No os engañe Ezequías, porque él no os podrá librar.

Tampoco os haga confiar Ezequías en Jehovah, diciendo: Ciertamente Jehovah nos librará, y esta ciudad no será entregada en mano del rey de Asiria.”

¡No escuchéis a Ezequías! Porque así ha dicho el rey de Asiria: “Haced la paz conmigo y rendíos a mí. Y comerá cada uno de su vid y de su higuera, y beberá cada uno de las aguas de su pozo,

hasta que yo venga y os lleve a una tierra como la vuestra, tierra de grano y de vino, tierra de pan y de viñas.

No os engañe Ezequías, diciendo: Jehovah nos librará. ¿Acaso alguno de los dioses de las naciones libró su tierra de la mano del rey de Asiria?

¿Dónde están los dioses de Hamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de Sefarvaim? ¿Acaso libraron éstos a Samaria de mi mano?

¿Cuáles de entre todos los dioses de estas tierras libraron sus tierras de mi mano, para que Jehovah libre a Jerusalén de mi mano?”

Pero ellos callaron y no respondieron ni una palabra, porque había una orden del rey que decía: “No le respondáis.”

Entonces Eliaquim hijo de Hilquías, el administrador del palacio; Sebna, el escriba; y Jóaj hijo de Asaf, el cronista, fueron a Ezequías con sus vestiduras rasgadas y le declararon las palabras del Rabsaces.

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Judá es librado de Senaquerib

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Judá es librado de Senaquerib (23:37:1 - 23:42:17)

Aconteció que cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestiduras, y cubierto de cilicio entró en la casa de Jehovah.

Luego envió, cubiertos de cilicio, a Eliaquim el administrador del palacio, a Sebna el escriba y a los ancianos de los sacerdotes a donde estaba el profeta Isaías hijo de Amoz.

Y le dijeron: —Así ha dicho Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de vergüenza; porque los hijos están a punto de nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz.

Quizás Jehovah tu Dios habrá escuchado las palabras del Rabsaces, al cual ha enviado su señor, el rey de Asiria, para afrentar al Dios vivo; y le reprenderá a causa de las palabras que Jehovah tu Dios ha escuchado. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda.”

Fueron, pues, a Isaías los servidores del rey Ezequías,

e Isaías les dijo: —Así diréis a vuestro señor: “Así ha dicho Jehovah: No temas por las palabras que has oído, con las que me han injuriado los criados del rey de Asiria.

He aquí, yo pondré en él un espíritu, y oirá un rumor y se volverá a su tierra. Y haré que en su tierra caiga a espada.”

Cuando el Rabsaces oyó que el rey de Asiria había partido de Laquis, regresó y halló al rey combatiendo contra Libna.

Luego el rey oyó hablar acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: “He aquí que él ha salido para combatir contra ti.” Cuando lo oyó, envió mensajeros a Ezequías, diciendo:

“Así diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu dios, en quien tú confías, al decirte que Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria.

He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y serás librado tú?

¿Acaso los dioses de las naciones, que mis padres destruyeron, libraron a Gozán, a Harán, a Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar?

¿Dónde están el rey de Hamat, el rey de Arfad y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Ivá?”

Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros, y la leyó. Luego Ezequías subió a la casa de Jehovah, y la extendió delante de Jehovah.

Y Ezequías oró a Jehovah diciendo:

“Oh Jehovah de los Ejércitos, Dios de Israel, que tienes tu trono entre los querubines: Sólo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra; tú has hecho los cielos y la tierra.

Den gloria a Jehovah; proclamen en las costas su alabanza.

Jehovah saldrá como valiente, y como hombre de guerra despertará su celo. Gritará, ciertamente lanzará el grito; sobre sus enemigos prevalecerá.

“Por mucho tiempo he callado; he guardado silencio y me he contenido. Pero ahora gemiré como la que está de parto, jadeando y resoplando a la vez.

Devastaré montes y colinas, y haré secar toda su hierba. Los ríos convertiré en islotes, y haré secar las lagunas.

Conduciré a los ciegos por un camino que no han conocido, y por sendas que no han conocido les guiaré. Delante de ellos transformaré las tinieblas en luz, y los lugares escabrosos en llanuras. Estas cosas haré por ellos y no los desampararé.

Serán vueltos atrás y en extremo avergonzados los que confían en ídolos y dicen a las imágenes de fundición: Vosotros sois nuestros dioses.

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Israel no aprende de la disciplina

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Israel no aprende de la disciplina (23:42:18 - 23:42:25)

“¡Sordos, oíd; y ciegos, mirad para ver!

¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, sino mi mensajero que he enviado? ¿Quién es ciego como el emisario, y ciego como el siervo de Jehovah?

Tú ves muchas cosas, pero no las guardas. Los oídos están abiertos, pero nadie escucha.

Sin embargo, Jehovah se ha complacido en hacer grande y gloriosa la ley, a causa de su justicia.”

Pero éste es un pueblo despojado y saqueado. Todos ellos han sido atrapados en hoyos y están escondidos en cárceles. Han sido objeto de despojo sin que haya quien los libre. Han sido objeto de saqueo sin que haya quien diga: “¡Restituidles!”

¿Quién de entre vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará con respecto al porvenir?

¿Quién entregó a Jacob al saqueador, y a Israel a los despojadores? ¿Acaso no fue Jehovah, contra quien hemos pecado? Ellos no quisieron andar en sus caminos, ni obedecieron su ley.

Por tanto, Dios derramó sobre él el furor de su ira y la violencia de la guerra. Le prendió fuego en derredor; sin embargo, no entendió. Lo incendió, pero él no lo tuvo en cuenta.

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Jehová es el único Redentor

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Jehová es el único Redentor (23:43:1 - 23:43:28)

Pero ahora, así ha dicho Jehovah, el que te creó, oh Jacob; el que te formó, oh Israel: “No temas, porque yo te he redimido. Te he llamado por tu nombre; tú eres mío.

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y cuando pases por los ríos, no te inundarán. Cuando andes por el fuego, no te quemarás; ni la llama te abrasará.

Porque yo soy Jehovah tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. A Egipto he entregado por tu rescate; a Etiopía y a Seba he dado por ti.

Puesto que ante mis ojos tú eres de gran estima, y eres honorable, y yo te amo, daré hombres por ti, y pueblos por tu vida.

“No temas, porque yo estoy contigo. Del oriente traeré a tus descendientes, y del occidente te recogeré.

Diré al norte: ¡Entrégamelos! Y al sur: ¡No los retengas! Trae de lejos a mis hijos, y a mis hijas de los confines de la tierra.

A cada uno que es llamado según mi nombre y a quien he creado para mi gloria, yo lo formé. Ciertamente yo lo hice.

“Haz salir a un pueblo que es ciego, aunque tiene ojos, y que es sordo, aunque tiene oídos.

Congréguense a una todas las naciones, y reúnanse todos los pueblos. ¿Quién de ellos hay que nos anuncie esto y que nos haga oír las cosas antiguas? Que se presenten sus testigos, y que se justifiquen; que escuchen, y digan: Es verdad.

“Vosotros sois mis testigos, dice Jehovah; mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y me creáis, a fin de que entendáis que Yo Soy. Antes de mí no fue formado ningún dios, ni lo será después de mí.

Yo, yo Jehovah; fuera de mí no hay quien salve.

Yo anuncié y salvé; yo proclamé, y no algún dios extraño entre vosotros. Vosotros sois mis testigos, y yo soy Dios, dice Jehovah.

Aun antes que hubiera día, Yo Soy, y no hay quien pueda librar de mi mano. Lo que hago, ¿quién lo deshará?”

Así dice Jehovah, vuestro Redentor, el Santo de Israel: “Por vuestra causa enviaré a Babilonia, y haré descender a todos como fugitivos; y aun a los caldeos en sus naves de placer.

Yo soy Jehovah, el Santo vuestro, el Creador de Israel, vuestro Rey.”

Así ha dicho Jehovah—el que abre camino en el mar, y senda en las aguas impetuosas;

el que saca al carro y al caballo y al ejército junto con su poderío, y yacen para no levantarse jamás; son extinguidos y apagados como una mecha—:

“No os acordéis de las cosas pasadas; ni consideréis las cosas antiguas.

He aquí que yo hago una cosa nueva; pronto surgirá. ¿No la conoceréis? Otra vez os haré un camino en el desierto, y ríos en el sequedal.

Los animales del campo me honrarán; también los chacales y las avestruces. Porque daré aguas en el desierto y ríos en el sequedal para dar de beber a mi pueblo escogido.

Este es el pueblo que yo he formado para mí; ellos proclamarán mi alabanza.

“Sin embargo, no me invocaste, oh Jacob; sino que te cansaste de mí, oh Israel.

No me trajiste corderos como tus holocaustos, ni me honraste con tus sacrificios. No te hice servir con ofrendas, ni te fatigué con incienso.

No compraste para mí caña aromática por dinero, ni me saciaste con el sebo de tus sacrificios. Más bien, me abrumaste con tus pecados; me fatigaste con tus iniquidades.

“Yo soy, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí, y no me acordaré más de tus pecados.

Házmelo recordar; entremos juntos a juicio. Habla tú para justificarte.

Tu primer padre pecó, y tus mediadores también han transgredido contra mí.

Por tanto, yo profané a los principales del santuario, y entregué a Jacob como anatema, y como oprobio a Israel.

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Jehová es el único Dios

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Proféticos > Isaías > Jehová es el único Dios (23:44:1 - 23:44:8)

“Y ahora escucha, oh Jacob, siervo mío; y tú, oh Israel, a quien yo escogí.

Así ha dicho Jehovah, tu Hacedor, el que te formó desde el vientre y el que te ayudará: No temas, oh siervo mío Jacob; y tú, oh Jesurún, a quien yo escogí.

Porque yo derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré mi Espíritu sobre tus descendientes, y mi bendición sobre tus vástagos.

Brotarán como entre la hierba, como los sauces junto a las corrientes de las aguas.

Este dirá: Yo soy de Jehovah, ése será llamado por el nombre de Jacob, y aquél escribirá sobre su mano: De Jehovah, y será llamado con el nombre de Israel.”

Así ha dicho Jehovah, Rey de Israel, y su Redentor, Jehovah de los Ejércitos: “Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios.

¿Quién es como yo? ¡Que lo proclame! Que declare y relate delante de mí las cosas que han sucedido desde que establecí al pueblo antiguo, y declaren las cosas por venir. Sí, ¡declárenlas!

“No temáis, ni tengáis miedo. ¿No te lo hice oír y te lo dije desde antaño? Y vosotros sois mis testigos. ¿Hay Dios aparte de mí? No, no hay otra Roca; no conozco ninguna.”

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