Segundo Libro de Reyes

Eliseo y el sitio de Samaria

Imagen Eliseo y el sitio de Samaria 1

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Eliseo y el sitio de Samaria (12:6:24 - 12:7:20)

Aconteció después de esto que Ben-hadad, rey de Siria, reunió todo su ejército, y subió y sitió a Samaria.

Y he aquí que mientras la tenían sitiada, había mucha hambre en Samaria, tanto que la cabeza de un asno era vendida por 80 siclos de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de paloma por 5 siclos de plata.

Sucedió que cuando el rey de Israel pasaba por el muro, una mujer gritó diciéndole: —¡Socórreme, oh mi señor el rey!

El dijo: —Si no te socorre Jehovah, ¿de dónde te he de socorrer yo? ¿De la era, o del lagar?

—El rey añadió—: ¿Qué quieres? Ella respondió: —Esta mujer me dijo: “Entrega tu hijo para que lo comamos hoy, y mañana comeremos el mío.”

Cocimos, pues, a mi hijo y lo comimos. Al día siguiente yo le dije a ella: “Entrega tu hijo para que lo comamos.” Pero ella ha escondido a su hijo.

Sucedió que cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus vestiduras y pasaba así por el muro. Entonces el pueblo miró, y he aquí que debajo llevaba cilicio sobre su cuerpo.

Imagen Eliseo y el sitio de Samaria 2

Luego dijo: —¡Así me haga Dios y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda hoy en su lugar!

Eliseo estaba sentado en su casa, y los ancianos estaban sentados con él, cuando el rey envió a uno de sus hombres. Pero antes que el mensajero llegase a él, Eliseo dijo a los ancianos: —¿Veis cómo este hijo de homicida envía para que me quiten la cabeza? Mirad, pues, y cuando llegue el mensajero, cerrad la puerta e impedidle la entrada. ¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su señor?

Mientras él estaba hablando con ellos, he aquí que el mensajero descendía hacia él y dijo: “¡Ciertamente este mal proviene de Jehovah! ¿Qué puedo aún esperar de Jehovah?”

Entonces Eliseo dijo: —Oíd la palabra de Jehovah: Así ha dicho Jehovah: “Mañana a estas horas, en la puerta de Samaria, se venderá una medida de harina refinada por un siclo, y dos medidas de cebada por un siclo.”

El comandante, en cuyo brazo se apoyaba el rey, respondió al hombre de Dios y dijo: —He aquí, aun cuando Jehovah hiciese ventanas en los cielos, ¿sería esto posible? Y él dijo: —¡He aquí que tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello!

Había cuatro hombres leprosos a la entrada de la puerta de la ciudad, los cuales se dijeron unos a otros: —¿Para qué nos quedamos aquí hasta morir?

Si decimos: “Entremos en la ciudad,” el hambre está en la ciudad, y moriremos allí; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Ahora pues, vayamos y pasemos al campamento de los sirios. Si nos conceden la vida, viviremos; y si nos matan, moriremos.

Al anochecer se levantaron para ir al campamento de los sirios. Y cuando llegaron a un extremo del campamento de los sirios, he aquí que no había nadie allí.

Porque el Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyera el estruendo de carros, el estruendo de caballos y el estruendo de un gran ejército, y se dijeron unos a otros: “He aquí, el rey de Israel ha contratado contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios para que vengan contra nosotros.”

Así que se habían levantado y huido al anochecer dejando sus tiendas, sus caballos, sus asnos y el campamento intacto. Y habían huido para salvar sus vidas.

Cuando estos leprosos llegaron al extremo del campamento, entraron en una tienda, comieron y bebieron y tomaron de allí plata, oro y ropa; y fueron y los escondieron. Luego regresaron y entraron en otra tienda; también de allí tomaron, y fueron y lo escondieron.

Luego se dijeron unos a otros: —No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas nuevas, y nosotros estamos callados. Si esperamos hasta la luz de la mañana, nos alcanzará la maldad. Ahora pues, vayamos, entremos y demos la noticia a la casa del rey.

Entonces fueron y dieron voces a los porteros de la ciudad, y les informaron diciendo: —Fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había nadie, ni la voz de nadie, sino sólo caballos y asnos atados; y las tiendas estaban intactas.

Los porteros lo proclamaron y lo anunciaron dentro de la casa del rey.

Entonces el rey se levantó de noche y dijo a sus servidores: —Yo os diré lo que nos han hecho los sirios: Ellos saben que tenemos hambre y han salido de sus tiendas para esconderse en el campo diciendo: “Cuando salgan de la ciudad, los prenderemos vivos y entraremos en la ciudad.”

Entonces intervino uno de sus servidores y dijo: —Que se tomen cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (a los que quedan les sucederá como a toda la multitud de Israel que ha quedado en ella; les sucederá como a toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y mandemos a ver.

Tomaron, pues, dos carros tirados por caballos; y el rey envió mensajeros tras el ejército de los sirios, diciéndoles: —Id y ved.

Fueron tras ellos hasta el Jordán, y he aquí que todo el camino estaba lleno de prendas de vestir y equipo que los sirios habían arrojado en su apresuramiento. Los mensajeros volvieron e informaron al rey.

Entonces el pueblo salió y saqueó el campamento de los sirios. Y sucedió que se vendía una medida de harina refinada por un siclo, y dos medidas de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehovah.

El rey puso a cargo de la puerta de la ciudad a aquel comandante en cuyo brazo se apoyaba. Pero el pueblo lo atropelló junto a la puerta; y murió, conforme a lo que había dicho el hombre de Dios cuando el rey fue a él.

Sucedió, pues, tal como el hombre de Dios había hablado al rey, diciendo: “Mañana a estas horas, en la puerta de Samaria, se venderán dos medidas de cebada por un siclo y una medida de harina refinada por un siclo.”

Aquel comandante había respondido al hombre de Dios y había dicho: “He aquí, aun cuando Jehovah hiciese ventanas en los cielos, ¿sería esto posible?” Y Eliseo le había dicho: “¡He aquí que tú lo verás con tus ojos, pero no comerás de ello!”

Y así le ocurrió, porque el pueblo lo atropelló junto a la puerta, y murió.

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Los bienes de la sunamita devueltos

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Los bienes de la sunamita devueltos (12:8:1 - 12:8:6)

Eliseo habló a aquella mujer a cuyo hijo había hecho revivir, diciendo: —Levántate tú con toda tu familia y vé a residir donde puedas, pues Jehovah ha llamado al hambre, y vendrá sobre la tierra durante siete años.

Entonces la mujer se levantó e hizo como le dijo el hombre de Dios. Ella con su familia partió y se fue a residir en la tierra de los filisteos durante siete años.

Y sucedió que cuando pasaron los siete años, la mujer volvió de la tierra de los filisteos y fue a clamar al rey por su casa y por su campo.

El rey estaba hablando con Guejazi, el criado del hombre de Dios, y le decía: —Cuéntame, por favor, todas las grandes cosas que ha hecho Eliseo.

Y sucedió que mientras él contaba al rey cómo había hecho revivir a un muerto, he aquí la mujer, a cuyo hijo había hecho revivir, vino para clamar al rey por su casa y por su campo. Entonces Guejazi dijo: —¡Oh mi señor el rey! ¡Esta es la mujer, y éste es su hijo a quien Eliseo hizo revivir!

El rey preguntó a la mujer, y ella se lo contó. Entonces el rey le asignó un funcionario, diciendo: —Haz que le sean devueltas todas las cosas que eran suyas, y todos los productos del campo, desde el día que dejó el país, hasta ahora.

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Hazael reina en Siria

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Hazael reina en Siria (12:8:7 - 12:8:15)

Después Eliseo fue a Damasco, y como Ben-hadad, rey de Siria, estaba enfermo, le informaron diciendo: —El hombre de Dios ha venido aquí.

Entonces el rey dijo a Hazael: —Toma contigo un presente y vé al encuentro del hombre de Dios; consulta a Jehovah por medio de él y pregunta: “¿Sanaré de esta enfermedad?”

Hazael tomó consigo un presente de todo lo mejor de Damasco, cuarenta camellos cargados, y fue a su encuentro. Cuando llegó, se detuvo delante de él y dijo: —Ben-hadad, tu hijo, rey de Siria, me ha enviado para preguntarte: “¿Sanaré de esta enfermedad?”

Eliseo le respondió: —Vé y dile: “¡Ciertamente sanarás!” Pero Jehovah me ha mostrado que de cierto morirá.

Entonces el hombre de Dios se puso de pie y miró fijamente a Hazael, hasta avergonzarlo. Y el hombre de Dios lloró.

Hazael le preguntó: —¿Por qué llora mi señor? El respondió: —Porque sé el mal que harás a los hijos de Israel. Prenderás fuego a sus fortificaciones, matarás a espada a sus jóvenes, estrellarás a sus niños y abrirás el vientre a sus mujeres encintas.

Hazael dijo: —¿Qué es tu siervo sino un perro, para que haga semejante cosa? Entonces Eliseo respondió: —Jehovah me ha mostrado que tú serás rey de Siria.

Hazael se alejó de Eliseo y regresó a su señor, quien le preguntó: —¿Qué te ha dicho Eliseo? El respondió: —Me dijo que ciertamente sanarás.

Pero al día siguiente tomó un paño, lo empapó en agua y lo extendió sobre la cara de Ben-hadad; y éste murió. Y Hazael reinó en su lugar.

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Reinado de Joram de Judá

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Reinado de Joram de Judá (12:8:16 - 12:8:24)

En el quinto año de Joram hijo de Acab, rey de Israel, y siendo Josafat rey de Judá, comenzó a reinar Joram hijo de Josafat, rey de Judá.

Tenía 32 años cuando comenzó a reinar, y reinó 8 años en Jerusalén.

El anduvo en el camino de los reyes de Israel, como hizo la casa de Acab, porque tenía por mujer a una hija de Acab. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah.

Sin embargo, Jehovah no quiso destruir a Judá, por amor a su siervo David. Porque había prometido darle una lámpara a él, y a sus hijos, continuamente.

En sus días Edom se rebeló contra el dominio de Judá, y constituyeron un rey sobre ellos.

Entonces Joram fue a Zaír con todos sus carros. Y sucedió que, levantándose de noche, atacó a los edomitas que les habían cercado a él y a los jefes de los carros; pero el pueblo huyó a sus moradas.

Así se rebeló Edom contra el dominio de Judá, hasta el día de hoy. Por aquel tiempo, también Libna se rebeló contra su dominio.

Los demás hechos de Joram y todas las cosas que hizo, ¿no están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá?

Joram reposó con sus padres y fue sepultado con ellos en la ciudad de David. Y su hijo Ocozías reinó en su lugar.

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Reinado de Ocozías de Judá

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Segundo Libro de Reyes > Reinado de Ocozías de Judá (12:8:25 - 12:8:29)

En el año 12 de Joram hijo de Acab, rey de Israel, comenzó a reinar Ocozías hijo de Joram, rey de Judá.

Ocozías tenía 22 años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía hija de Omri, rey de Israel.

El anduvo en el camino de la casa de Acab. E hizo lo malo ante los ojos de Jehovah, como la casa de Acab, porque había emparentado con la casa de Acab.

Ocozías, con Joram hijo de Acab, fue a la guerra contra Hazael, rey de Siria, en Ramot de Galaad. Los sirios hirieron a Joram,

y el rey Joram volvió a Jezreel para curarse de las heridas que le habían ocasionado los sirios en Ramot, cuando combatía contra Hazael, rey de Siria. Entonces Ocozías hijo de Joram, rey de Judá, descendió a Jezreel para ver a Joram hijo de Acab, porque éste estaba enfermo.

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