Libros Históricos

Los compañeros de Esdras en la repatriación

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Los compañeros de Esdras en la repatriación (15:8:1 - 15:8:36)

Estos son los jefes de las casas paternas y el registro de aquellos que vinieron conmigo de Babilonia, cuando reinaba el rey Artajerjes:

De los hijos de Fineas, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús

de los hijos de Secanías; de los hijos de Paros, Zacarías, y con él fueron inscritos 150 hombres.

De los hijos de Pajat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él, 200 hombres.

De los hijos de Zatu, Secanías hijo de Jahaziel, y con él, 300 hombres.

De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él, 50 hombres.

De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él, 70 hombres.

De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él, 80 hombres.

De los hijos de Joab, Obadías hijo de Yejiel, y con él, 218 hombres.

De los hijos de Bani, Selomit hijo de Josifías, y con él, 160 hombres.

De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él, 28 hombres.

De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él, 110 hombres.

De los hijos de Adonicam, los últimos, éstos cuyos nombres son: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos,

hombres.

De los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos, 70 hombres.

Los reuní junto al río que pasa por Ahava, y acampamos allí tres días. Busqué entre el pueblo y entre los sacerdotes, pero no hallé allí a ninguno de los hijos de Leví.

Entonces mandé buscar a Eliezer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, hombres principales, junto con Joyarib y Elnatán, que eran maestros.

Los envié a Ido, jefe en la localidad de Casifia, y puse en sus bocas las palabras que habían de hablar a Ido y a sus hermanos, los servidores del templo que estaban en la localidad de Casifia, para que nos trajesen ayudantes para la casa de nuestro Dios.

Puesto que la bondadosa mano de nuestro Dios estaba con nosotros, ellos nos trajeron un hombre entendido de los descendientes de Majli hijo de Leví, hijo de Israel, es decir, a Serebías, que con sus hijos y sus hermanos eran 18 personas.

También a Hasabías y con él a Jesaías, de los hijos de Merari, que con sus hermanos y sus hijos eran

personas.

De los servidores del templo, a quienes David y los magistrados habían puesto para el servicio de los levitas, consiguieron 220 servidores del templo, todos los cuales fueron inscritos por nombre.

Entonces proclamé un ayuno allí junto al río Ahava a fin de humillarnos en la presencia de nuestro Dios y pedirle un buen viaje para nosotros, para nuestros niños y para todas nuestras posesiones.

Pues tuve vergüenza de pedir al rey una tropa de soldados y jinetes que nos defendiesen del enemigo en el camino, porque habíamos hablado al rey diciendo: “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan, pero su poder y su furor están sobre todos los que le abandonan.”

Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio.

Luego aparté a doce de los principales sacerdotes: Serebías, Hasabías y diez de sus hermanos con ellos.

Les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus magistrados y todos los que se encontraban de Israel.

Entregué en sus manos 650 talentos de plata, 100 talentos de plata en utensilios y 100 talentos de oro.

Además, había veinte tazones de oro, de 1.000 dracmas, y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, apreciados como de oro.

Entonces les dije: “Vosotros estáis consagrados a Jehovah, y los utensilios son sagrados. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para Jehovah, Dios de vuestros padres.

Velad y guardadlos hasta que los peséis en Jerusalén, en las cámaras de la casa de Jehovah, delante de los principales de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de las casas paternas de Israel.”

Así, pues, los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios.

Y el 12 del mes primero partimos del río Ahava, para ir a Jerusalén. Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de los asaltantes en el camino.

Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días.

Al cuarto día fueron pesados, en la casa de nuestro Dios, la plata, el oro y los utensilios, y entregados a Meremot hijo del sacerdote Urías. Con él estaba Eleazar hijo de Fineas, y con ellos los levitas Josabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi.

En aquella ocasión todo fue contado y pesado, y se registró el peso total.

Al llegar del cautiverio, los que habían estado cautivos ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: 12 toros por todo Israel, 96 carneros, 77 corderos, 12 machos cabríos para sacrificio por el pecado; todo ello como holocausto a Jehovah.

Luego entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Más Allá del Río, los cuales prestaron apoyo al pueblo y a la casa de Dios.

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Oración de confesión de Esdras

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Oración de confesión de Esdras (15:9:1 - 15:9:15)

Acabadas estas cosas, se acercaron a mí los magistrados y dijeron: “El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de los pueblos de las tierras en cuanto a las abominaciones de los cananeos, los heteos, los ferezeos, los jebuseos, los amonitas, los moabitas, los egipcios y los amorreos.

Porque de las hijas de éstos han tomado mujeres para sí y para sus hijos, y han mezclado la simiente santa con la de los pueblos de la tierra. Y los magistrados y los oficiales han sido los primeros en incurrir en esta infidelidad.”

Al oír esto, rasgué mi vestidura y mi manto, me arranqué los pelos de mi cabeza y de mi barba, y me senté consternado.

Luego se reunieron junto a mí todos los que temían la palabra del Dios de Israel, a causa de la infidelidad de los del cautiverio; pero yo quedé sentado y consternado hasta el sacrificio de la tarde.

A la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y con mi vestidura y mi manto rasgados me postré de rodillas, extendí mis manos a Jehovah mi Dios,

y dije: “Dios mío, estoy avergonzado y afrentado como para levantar mi cara a ti, oh Dios mío; porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestras cabezas, y nuestra culpa ha crecido hasta los cielos.

Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy hemos tenido gran culpabilidad, y por nuestras iniquidades nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en mano de los reyes de otras tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a una vergüenza total, como en este día.

Y ahora, por un breve momento, se ha mostrado la misericordia de Jehovah nuestro Dios al dejarnos sobrevivientes libres y al darnos un punto de apoyo en su lugar santo, para que nuestro Dios alumbre nuestros ojos, y nos revitalice un poco en medio de nuestra servidumbre.

Porque hemos sido siervos, pero nuestro Dios no nos desamparó en nuestra servidumbre, sino que inclinó sobre nosotros su misericordia ante los reyes de Persia, revitalizándonos para levantar la casa de nuestro Dios y restaurar sus ruinas, y dándonos protección en Judá y en Jerusalén.

“Pero ahora, oh Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Porque hemos abandonado tus mandamientos

que mandaste por medio de tus siervos los profetas, diciendo: La tierra a la cual vais para tomarla en posesión es una tierra inmunda a causa de la inmundicia de los pueblos de aquellas tierras, que por sus abominaciones la han llenado de su inmundicia de un extremo a otro.

Ahora pues, no daréis vuestras hijas a sus hijos, ni tomaréis sus hijas para vuestros hijos. No procuraréis jamás la paz ni el bienestar de ellos, para que seáis fortalecidos y comáis del bien de la tierra, a fin de que la dejéis como heredad a vuestros hijos para siempre.

“Pero después de todo lo que nos ha sobrevenido por nuestras malas obras y por nuestra gran culpa, a pesar de que tú, oh Dios nuestro, nos has castigado menos de lo que merecía nuestra iniquidad y nos has dado un grupo de sobrevivientes como éste,

¿hemos de volver a traspasar tus mandamientos y a emparentar con los pueblos que cometen estas abominaciones? ¿No te indignarás contra nosotros hasta consumirnos, de modo que no quede un remanente ni sobrevivientes?

Oh Jehovah Dios de Israel, tú eres justo, pues hemos quedado sobrevivientes como en este día. Henos aquí delante de ti, a pesar de nuestra culpa; porque nadie puede permanecer en tu presencia, a causa de esto.”

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Expulsión de las mujeres extranjeras

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Expulsión de las mujeres extranjeras (15:10:1 - 15:10:17)

Mientras Esdras oraba y hacía confesión llorando y postrándose ante la casa de Dios, se juntó a él una multitud muy grande de Israel: hombres, mujeres y niños; y el pueblo lloraba amargamente.

Entonces intervino Secanías hijo de Yejiel, de los descendientes de Elam, y dijo a Esdras: —Nosotros hemos actuado con infidelidad contra nuestro Dios, pues hemos tomado mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra. Pero a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.

Ahora pues, hagamos un pacto con nuestro Dios: Despediremos a todas las mujeres y a los hijos nacidos de ellas, según el consejo de mi señor y de los que temen el mandamiento de nuestro Dios. Hágase conforme a la ley.

Levántate, porque es tu responsabilidad. Nosotros estamos contigo; esfuérzate y actúa.

Esdras se levantó e hizo jurar a los principales sacerdotes, a los levitas y a todo Israel, que harían conforme a este consejo. Y ellos lo juraron.

Luego Esdras se retiró de delante de la casa de Dios y entró en la cámara de Johanán hijo de Eliasib. Allí fue, pero no comió pan ni bebió agua, porque hizo duelo por esta gran infidelidad de los del cautiverio.

Entonces hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén, a todos los que habían vuelto del cautiverio, para que se reuniesen en Jerusalén,

y que al que no viniese dentro de tres días, conforme al acuerdo de los magistrados y de los ancianos, se le confiscarían todos sus bienes, y sería separado de la asamblea de los que habían vuelto del cautiverio.

Así que todos los hombres de Judá y de Benjamín se reunieron en Jerusalén en el plazo de tres días, el

del mes noveno. Y todo el pueblo se sentó en el área abierta de la casa de Dios, temblando por motivo de aquel asunto y a causa de la lluvia.

Entonces se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: —Vosotros habéis actuado con infidelidad, porque tomasteis mujeres extranjeras, añadiendo así a la culpa de Israel.

Ahora pues, haced confesión a Jehovah, Dios de vuestros padres. Cumplid su voluntad, y apartaos de los pueblos de la tierra y de las mujeres extranjeras.

Entonces toda la congregación respondió y dijo en voz alta: —Sí, haremos conforme a tu palabra.

Pero el pueblo es numeroso, y el tiempo es lluvioso; no tenemos fuerzas para permanecer afuera. Además, no es una tarea de un día ni de dos, porque somos muchos los que hemos transgredido en este asunto.

Que se queden nuestros magistrados en lugar de toda la congregación, y que todos aquellos en nuestras ciudades que han tomado mujeres extranjeras vengan en tiempos determinados, y junto con ellos los ancianos y los jueces de cada ciudad, hasta que se haya apartado de nosotros el furor de la ira de nuestro Dios por este asunto.

Sólo Jonatán hijo de Asael y Jaazías hijo de Ticva, apoyados por Mesulam y Sabetai el levita, se opusieron a esto.

Así lo hicieron los que habían sido cautivos. Fueron apartados el sacerdote Esdras y algunos hombres, jefes de sus casas paternas, todos ellos designados por nombre. Y se sentaron el primer día del mes décimo para investigar el asunto.

Y el primer día del mes primero concluyeron la investigación de todos aquellos que habían tomado mujeres extranjeras.

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Lista de los culpables

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Esdras > Lista de los culpables (15:10:18 - 15:10:44)

De los hijos de los sacerdotes que habían tomado mujeres extranjeras fueron hallados los siguientes: de los hijos de Jesúa hijo de Josadac y de sus hermanos: Maasías, Eliezar, Jarib y Gedalías.

Ellos se comprometieron a despedir a sus mujeres, y su ofrenda por la culpa fue de un carnero del rebaño, por su delito.

De los hijos de Imer: Hanani y Zebadías.

De los hijos de Harim: Maasías, Elías, Semaías, Yejiel y Uzías.

De los hijos de Pasjur: Elioenai, Maasías, Ismael, Natanael, Jozabad y Elasa.

De los levitas: Jozabad, Simei, Quelaías (éste es Quelita), Petaías, Judá y Eliezer.

De los cantores: Eliasib. De los porteros: Salum, Telem y Uri.

Asimismo de Israel: De los hijos de Paros: Ramías, Jezías, Malquías, Mijamín, Eleazar, Malquías y Benaías.

De los hijos de Elam: Matanías, Zacarías, Yejiel, Abdi, Jeremot y Elías.

De los hijos de Zatu: Elioenai, Eliasib, Matanías, Jeremot, Zabad y Aziza.

De los hijos de Bebai: Johanán, Hanaías, Zabai y Atlai.

De los hijos de Bani: Mesulam, Maluc, Adaías, Jasub, Seal y Ramot.

De los hijos de Pajat-moab: Adna, Quelal, Benaías, Maasías, Matanías, Bezaleel, Binúi y Manasés.

De los hijos de Harim: Eliezer, Isías, Malquías, Semaías, Simeón,

Benjamín, Maluc y Semarías.

De los hijos de Hasum: Matenai, Matata, Zabad, Elifelet, Jeremai, Manasés y Simei.

De los hijos de Bani: Madai, Amram, Uel,

Benaías, Bedías, Queluhi,

Vanías, Meremot, Eliasib,

Matanías, Matenai, Jaasai,

Bani, Binúi, Simei,

Selemías, Natán, Adaías,

Macnadebai, Sasai, Sarai,

Azareel, Selemías, Semarías,

Salum, Amarías y José.

De los hijos de Nebo: Jeiel, Matatías, Zabad, Zebina, Jadai, Joel y Benaías.

Todos estos habían tomado mujeres extranjeras, y algunos tenían mujeres que les habían dado hijos.

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Oración de Nehemías sobre Jerusalén

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Nehemías > Oración de Nehemías sobre Jerusalén (16:1:1 - 16:1:11)

Las palabras de Nehemías hijo de Hacalías: Sucedió en el mes de Quislev del año 20, estando yo en Susa la capital,

que Hanani, uno de mis hermanos, llegó de Judá, con algunos hombres. Les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.

Ellos me dijeron: “El remanente, los que han quedado de la cautividad allí en la provincia, está en gran dificultad y afrenta. La muralla de Jerusalén está derribada, y sus puertas quemadas a fuego.”

Cuando escuché estas palabras, me senté, lloré e hice duelo por algunos días. Ayuné y oré delante del Dios de los cielos,

y dije: “Oh Jehovah, Dios de los cielos, Dios grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia para con los que le aman y guardan sus mandamientos:

Por favor, estén atentos tus oídos y abiertos tus ojos para escuchar la oración de tu siervo, que yo hago ahora delante de ti, de día y de noche, por los hijos de Israel, tus siervos. Confieso los pecados que los hijos de Israel hemos cometido contra ti. Sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.

Hemos actuado muy inicuamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos, las leyes y los decretos que mandaste a tu siervo Moisés.

Acuérdate, por favor, de la palabra que mandaste a tu siervo Moisés, diciendo: Si sois infieles, yo os esparciré entre los pueblos.

Pero si os volvéis a mí, guardáis mis mandamientos y los ponéis por obra, aunque vuestros desterrados estén en el extremo de los cielos, de allí los reuniré y los traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.

Ellos son tus siervos y tu pueblo, a quienes redimiste con tu gran poder y con tu poderosa mano.

Oh Jehovah, por favor, esté atento tu oído a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que quieren reverenciar tu nombre. Prospera, por favor, a tu siervo hoy, y concédele gracia ante aquel hombre.” Entonces yo servía de copero al rey.

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