Libros Históricos

Cántico de Débora y de Barac

Debora 1
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Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Cántico de Débora y de Barac (7:5:1 - 7:5:31)

Aquel día cantó Débora con Barac hijo de Abinoam, diciendo:

“Por haberse puesto al frente los caudillos en Israel, por haberse ofrecido el pueblo voluntariamente, ¡bendecid a Jehovah!

“Oíd, oh reyes; escuchad, oh gobernantes: Yo cantaré a Jehovah; cantaré salmos a Jehovah Dios de Israel.

“Oh Jehovah, cuando saliste de Seír, cuando marchaste desde el campo de Edom, la tierra tembló; también los cielos gotearon, y las nubes gotearon agua.

Los montes temblaron delante de Jehovah; aquel Sinaí, delante de Jehovah Dios de Israel.

“En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael, los caminos quedaron abandonados, y los caminantes se apartaban por sendas retorcidas.

Quedaron abandonadas las aldeas en Israel; quedaron abandonadas hasta que yo, Débora, me levanté. ¡Me levanté como madre en Israel!

“Cuando escogían dioses nuevos, la guerra estaba a las puertas; y no se veía ni lanza ni escudo entre cuarenta mil en Israel.

¡Mi corazón está con los jefes de Israel! Los que voluntariamente se ofrecieron entre el pueblo: ¡Bendecid a Jehovah!

“Los que cabalgáis sobre asnas blancas, los que os sentáis sobre tapices, y los que vais por el camino, considerad

Debora y Barac 2
Enviado por TuBiblia

la voz de los que cantan junto a los abrevaderos, donde recitan los justos hechos de Jehovah, los justos hechos de sus aldeanos que moran a campo abierto en Israel. Entonces descendió a las puertas el pueblo de Jehovah.

“¡Despierta, despierta, oh Débora! ¡Despierta, despierta! ¡Entona un cántico! ¡Levántate, oh Barac! ¡Lleva tus cautivos, oh hijo de Abinoam!

Entonces descendió el remanente de los poderosos, y el pueblo de Jehovah vino a mí con los valientes.

“De Efraín vinieron algunos cuyas raíces estaban en Amalec; detrás viniste tú, oh Benjamín, con tu pueblo; de Maquir descendieron los jefes; de Zabulón vinieron los que llevan la vara de mando.

Los jefes de Isacar fueron con Débora. Así como Barac, también fue Isacar. Fue traído tras él en el valle. “En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón.

¿Por qué te quedaste entre los rediles para escuchar los balidos de los rebaños? ¡En las divisiones de Rubén hubo grandes deliberaciones del corazón!

Galaad se quedó al otro lado del Jordán. Y Dan, ¿por qué se quedó junto a los navíos? También Aser se mantuvo en la costa del mar, y se quedó habitando en sus bahías.

“Zabulón es el pueblo que expuso su vida hasta la muerte; Neftalí también, en las alturas del campo.

“Vinieron los reyes y combatieron; entonces combatieron los reyes de Canaán en Taanac, junto a las aguas de Meguido, ¡pero no se llevaron botín de plata!

“Desde los cielos combatieron las estrellas; desde sus órbitas combatieron contra Sísara.

El torrente de Quisón los arrastró, el antiguo torrente, el torrente de Quisón. ¡Marcha, oh alma mía, con poder!

Entonces resonaron los cascos de los caballos, por el continuo galope de sus corceles.

“¡Maldecid a Meroz!, dijo el ángel de Jehovah. Maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron en ayuda de Jehovah, en ayuda de Jehovah con los valientes.

“¡Bendita entre las mujeres sea Jael, mujer de Heber el queneo. Sea bendita entre las mujeres que habitan en tiendas.

El pidió agua, y ella le dio leche; en taza de nobles le sirvió nata.

Con su mano tomó la estaca, y con su derecha el mazo de obrero. Golpeó a Sísara, machacó su cabeza, perforó y atravesó su sien.

A los pies de ella se encorvó y cayó; quedó tendido. A los pies de ella se encorvó y cayó. Donde se encorvó, allí cayó extenuado.

“La madre de Sísara se asoma a la ventana, y mirando por la celosía, dice a gritos: ¿Por qué tarda su carro en venir? ¿Por qué se detienen las ruedas de sus carros?

Las más sabias de sus damas le responden, y ella se repite a sí misma las palabras:

¿No habrán capturado botín? ¿No lo estarán repartiendo? Para cada hombre una joven, o dos; un botín de ropas de colores para Sísara; un botín de bordados de colores, bordados por ambos lados, para mi cuello ¡Qué botín!

“¡Perezcan así todos tus enemigos, oh Jehovah! Pero los que te aman sean como el sol cuando se levanta en su poderío.” Y la tierra reposó durante cuarenta años.

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Llamamiento de Gedeón

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Llamamiento de Gedeón (7:6:1 - 7:6:40)

Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehovah. Entonces Jehovah los entregó en mano de Madián durante siete años,

y la mano de Madián prevaleció contra Israel. Por causa de los madianitas los hijos de Israel se hicieron escondrijos en las montañas, y cuevas y lugares fortificados.

Porque sucedía que cuando Israel sembraba, subían contra él los madianitas, los amalequitas y los hijos del oriente.

Y acampando contra ellos, arruinaban las cosechas de la tierra hasta cerca de Gaza. No dejaban qué comer en Israel: ni ovejas, ni toros, ni asnos;

porque venían con sus ganados y con sus tiendas, siendo como langostas por su multitud. Ellos y sus camellos eran innumerables; así venían a la tierra para devastarla.

Israel era empobrecido en gran manera por causa de los madianitas. Y los hijos de Israel clamaron a Jehovah.

Y sucedió que cuando los hijos de Israel clamaron a Jehovah a causa de los madianitas,

Jehovah envió a los hijos de Israel un profeta, que les dijo: —Así ha dicho Jehovah Dios de Israel: “Yo os hice subir de Egipto y os saqué de la casa de esclavitud.

Os libré de mano de los egipcios y de mano de todos los que os oprimían, a los cuales eché de delante de vosotros y os di su tierra.

Y os dije: Yo soy Jehovah vuestro Dios; no veneréis a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis. Pero no habéis obedecido mi voz.”

Entonces el ángel de Jehovah fue y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, que pertenecía a Joás el abiezerita. Su hijo Gedeón estaba desgranando el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas.

Y se le apareció el ángel de Jehovah, y le dijo: —¡Jehovah está contigo, oh valiente guerrero!

Y Gedeón le respondió: —¡Oh, señor mío! Si Jehovah está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Dónde están todas sus maravillas que nuestros padres nos han contado diciendo: “¿No nos sacó Jehovah de Egipto?” Ahora Jehovah nos ha desamparado y nos ha entregado en mano de los madianitas.

Jehovah le miró y le dijo: —Vé con esta tu fuerza y libra a Israel de mano de los madianitas. ¿No te envío yo?

Entonces le respondió: —¡Oh, Señor mío! ¿Con qué podré yo librar a Israel? He aquí que mi familia es la más insignificante de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.

Pero Jehovah le dijo: —Ciertamente yo estaré contigo, y tú derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.

Y él le respondió: —Si he hallado gracia ante tus ojos, dame, por favor, una señal de que eres tú el que hablas conmigo.

Te ruego que no te vayas de aquí, hasta que yo vuelva a ti y traiga mi presente y lo ponga delante de ti. El respondió: —Yo me quedaré hasta que vuelvas.

Gedeón entró, y preparó un cabrito y panes sin levadura de un efa de harina. Puso la carne en una canasta y puso el caldo en una olla; luego se los trajo y se los presentó debajo de la encina.

Y el ángel de Dios le dijo: —Toma la carne y los panes sin levadura; ponlos sobre esta peña y vierte el caldo. El lo hizo así.

Entonces el ángel de Jehovah extendió el cayado que tenía en la mano, y con la punta tocó la carne y los panes sin levadura, y subió fuego de la peña, que consumió la carne y los panes sin levadura. Y el ángel de Jehovah desapareció de su vista.

Dándose cuenta Gedeón de que era el ángel de Jehovah, exclamó: —¡Ay, Señor Jehovah! ¡Pues he visto cara a cara al ángel de Jehovah!

Jehovah le dijo: —La paz sea contigo. No temas; no morirás.

Entonces Gedeón edificó allí un altar a Jehovah, y lo llamó Jehovah-shalom. Este permanece hasta el día de hoy en Ofra de los abiezeritas.

Aconteció aquella misma noche que Jehovah le dijo: —Toma un toro del hato que pertenece a tu padre, y un segundo toro de siete años. Luego derriba el altar de Baal que tiene tu padre, y corta el árbol ritual de Asera que está junto a él.

Edifica ordenadamente un altar a Jehovah tu Dios en la cumbre de este peñasco. Luego toma el segundo toro y sacrifícalo en holocausto sobre la leña del árbol ritual de Asera que habrás cortado.

Entonces Gedeón tomó diez hombres de sus siervos e hizo como Jehovah le había dicho. Pero sucedió que temiendo hacerlo de día, por causa de la casa de su padre y de los hombres de la ciudad, lo hizo de noche.

Cuando por la mañana se levantaron los hombres de la ciudad, he aquí que el altar de Baal había sido derribado, el árbol ritual de Asera que estaba junto a él había sido cortado, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar edificado.

Entonces se preguntaban unos a otros: —¿Quién ha hecho esto? Cuando indagaron y buscaron, dijeron: —Gedeón hijo de Joás ha hecho esto. Entonces los hombres de la ciudad dijeron a Joás:

—Saca fuera a tu hijo, para que muera; porque ha derribado el altar de Baal y ha cortado el árbol ritual de Asera que estaba junto a él.

Joás respondió a todos los que estaban frente a él: —¿Contenderéis vosotros por Baal? ¿Vosotros lo defenderéis? ¡El que contienda por Baal, que muera antes de mañana! Si es un dios, que contienda por sí mismo, porque alguien ha derribado su altar.

Aquel día Gedeón fue llamado Jerobaal, que quiere decir: “Que Baal contienda con él,” por cuanto derribó su altar.

Todos los madianitas, los amalequitas y los hijos del oriente se reunieron, y cruzando el río acamparon en el valle de Jezreel.

Entonces Gedeón fue investido por el Espíritu de Jehovah. El tocó la corneta, y los de Abiezer acudieron para ir tras él.

Envió mensajeros por todo Manasés, y los de Manasés también acudieron para ir tras él. Asimismo, envió mensajeros a Aser, a Zabulón y a Neftalí, los cuales subieron a su encuentro.

Pero Gedeón dijo a Dios: —Si has de librar a Israel por mi mano, como has dicho,

he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era. Si el rocío está sólo en el vellón y toda la tierra queda seca, entonces sabré que librarás a Israel por mi mano, como has dicho.

Y aconteció así. Cuando se levantó muy de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, una taza llena de agua.

Pero Gedeón dijo a Dios: —No se encienda tu ira contra mí; permite que hable una vez más. Sólo probaré una vez más con el vellón: Por favor, que sólo el vellón quede seco y que el rocío esté sobre todo el suelo.

Y Dios lo hizo así aquella noche. Sucedió que sólo el vellón quedó seco y que el rocío estuvo sobre todo el suelo.

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Gedeón derrota a los madianitas

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Gedeón derrota a los madianitas (7:7:1 - 7:7:25)

Jerobaal (es decir, Gedeón) se levantó muy de mañana con todo el pueblo que estaba con él, y acamparon junto al manantial de Harod. El campamento de los madianitas estaba al norte del suyo, cerca de la colina de Moré, en el valle.

Y Jehovah dijo a Gedeón: —El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que yo entregue a los madianitas en su mano. No sea que Israel se jacte contra mí diciendo: “Mi propia mano me ha librado.”

Ahora pues, pregona a oídos del pueblo, y di: “¡Quien tema y tiemble, que se vuelva!” Entonces Gedeón los probó, y se volvieron 22.000 de ellos, y se quedaron 10.000.

Pero Jehovah dijo a Gedeón: —El pueblo aún es demasiado numeroso. Hazlos descender a las aguas y allí te los probaré. Del que yo te diga: “Este irá contigo,” ése irá contigo; pero de cualquiera que yo te diga: “Este no irá contigo,” el tal no irá.

Entonces hizo descender el pueblo a las aguas, y Jehovah dijo a Gedeón: —A todo el que lama el agua con su lengua, como lame el perro, lo pondrás aparte. Asimismo, a cualquiera que se doble sobre sus rodillas para beber.

El número de los hombres que lamieron el agua, llevándola a su boca con la mano, fue de 300. Todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber agua.

Entonces Jehovah dijo a Gedeón: —Con los 300 hombres que lamieron el agua os libraré y entregaré a los madianitas en tu mano. El resto del pueblo, que se vaya cada uno a su lugar.

Tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y las cornetas. Y él despidió a todos aquellos hombres de Israel, cada uno a su morada; pero retuvo a los 300 hombres. El campamento de Madián estaba abajo, en el valle.

Aconteció que aquella noche Jehovah le dijo: —Levántate y desciende contra el campamento, porque yo lo he entregado en tu mano.

Y si tienes miedo de descender, desciende al campamento tú con tu criado Fura,

y oirás lo que conversan. Luego tus manos se fortalecerán, y descenderás contra el campamento. Entonces descendió él con su criado Fura hasta uno de los puestos avanzados de la gente armada del campamento.

Los madianitas, los amalequitas y todos los hijos del oriente se extendían por el valle, numerosos como langostas. Sus camellos eran incontables, numerosos como la arena que está a la orilla del mar.

Y cuando llegó Gedeón, he aquí que un hombre estaba contando un sueño a su compañero y decía: —He aquí, he tenido un sueño. Veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián. Llegó hasta la tienda, y la golpeó de tal manera que cayó. Le dio la vuelta de arriba abajo, y la tienda cayó.

Su compañero respondió y dijo: —¡Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón hijo de Joás, hombre de Israel! ¡Dios ha entregado en su mano a los madianitas con todo el campamento!

Y aconteció que cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró. Después volvió al campamento de Israel y dijo: —¡Levantaos, porque Jehovah ha entregado el campamento de Madián en vuestra mano!

Gedeón dividió los 300 hombres en tres escuadrones, puso en la mano de todos ellos cornetas y cántaros vacíos con teas encendidas dentro de los cántaros,

y les dijo: —Miradme a mí y haced lo que yo haga. Y he aquí que cuando yo llegue a las afueras del campamento, lo que yo haga, hacedlo también vosotros.

Cuando yo toque la corneta con todos los que están conmigo, vosotros que estaréis alrededor de todo el campamento también tocaréis las cornetas y gritaréis: “¡Por Jehovah y por Gedeón!”

Llegaron, pues, Gedeón y los 100 hombres que llevaba consigo a las afueras del campamento, al comienzo de la vigilia intermedia, cuando acababan de relevar los guardias. Entonces tocaron las cornetas y quebraron los cántaros que llevaban en sus manos.

Los tres escuadrones tocaron las cornetas, y quebrando los cántaros tomaron las teas con su mano izquierda mientras que con la derecha tocaban las cornetas y gritaban: —¡La espada por Jehovah y por Gedeón!

Cada uno permaneció en su lugar alrededor del campamento. Pero todo el ejército echó a correr gritando y huyendo.

Mientras los 300 hombres tocaban las cornetas, Jehovah puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento. El ejército huyó hasta Bet-sita, hacia Zereda, y hasta el límite de Abel-mejola junto a Tabat.

Y una vez convocados, los israelitas de Neftalí, de Aser y de todo Manasés persiguieron a los madianitas.

Entonces Gedeón envió mensajeros por toda la región montañosa de Efraín, diciendo: “Descended al encuentro de los madianitas y tomad antes que ellos los vados hasta Bet-bara y el Jordán.” Y convocados todos los hombres de Efraín, tomaron los vados hasta Bet-bara y el Jordán.

Entonces capturaron a dos jefes de los madianitas: a Oreb y a Zeeb. Mataron a Oreb en la peña de Oreb, y a Zeeb lo mataron en el lagar de Zeeb. Siguieron persiguiendo a los madianitas y trajeron a Gedeón las cabezas de Oreb y de Zeeb, al otro lado del Jordán.

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Gedeón captura a los reyes de Madián

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Gedeón captura a los reyes de Madián (7:8:1 - 7:8:35)

Entonces los hombres de Efraín dijeron a Gedeón: —¿Qué es esto que has hecho con nosotros, de no llamarnos cuando ibas a combatir contra Madián? Discutieron fuertemente con él.

Y les respondió: —¿Qué he hecho yo ahora, comparado con vosotros? ¿No ha sido mejor el rebusco de Efraín que la vendimia de Abiezer?

Dios ha entregado en vuestra mano a Oreb y a Zeeb, jefes de Madián. ¿Qué pude yo hacer comparado con vosotros? Después que él dijo estas palabras, se aplacó el enojo de ellos contra él.

Gedeón llegó para cruzar el Jordán, él y los 300 hombres que traía consigo, cansados, pero todavía persiguiendo.

Y dijo a los hombres de Sucot: —Dad, por favor, tortas de pan a la gente que me acompaña, porque ellos están cansados. Yo estoy persiguiendo a Zébaj y a Zalmuna, reyes de Madián.

Los jefes de Sucot le respondieron: —¿Están ya las manos de Zébaj y de Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tu ejército?

Y Gedeón les dijo: —Pues bien, cuando Jehovah haya entregado en mi mano a Zébaj y a Zalmuna, azotaré vuestra carne con espinas y cardos del desierto.

De allí subió a Peniel y les dijo las mismas palabras. Pero los de Peniel le respondieron como le habían respondido los de Sucot.

Y él habló también a los de Peniel, diciendo: —Cuando yo regrese en paz, derribaré esta torre.

Zébaj y Zalmuna estaban en Carcor, y con ellos su ejército de unos 15.000 hombres, todos los que habían quedado de todo el campamento de los hijos del oriente, porque los caídos habían sido 120.000 hombres que sacaban espada.

Entonces Gedeón subió por la ruta de los que habitan en tiendas, al este de Nóbaj y Jogbea, y atacó el campamento cuando éste no estaba en guardia.

Zébaj y Zalmuna huyeron, pero él los persiguió. Luego capturó a Zébaj y a Zalmuna, los dos reyes de Madián, y causó pánico en todo el campamento.

Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la batalla por la cuesta de Heres.

Y capturó a un joven de los hombres de Sucot y le interrogó. El le dio por escrito los nombres de los jefes de Sucot y de sus ancianos: setenta y siete hombres.

Luego fue a los hombres de Sucot y dijo: —Aquí están Zébaj y Zalmuna, acerca de los cuales me afrentasteis diciendo: “¿Están ya las manos de Zébaj y de Zalmuna en tu mano, para que demos pan a tus hombres cansados?”

Entonces tomó a los ancianos de la ciudad, y azotó con espinas y cardos del desierto a los hombres de Sucot.

Asimismo, derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciudad.

Luego preguntó a Zébaj y a Zalmuna: —¿Qué aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Ellos respondieron: —Como tú, así eran ellos; cada uno parecía ser hijo de rey.

El dijo: —¡Eran mis hermanos, hijos de mi madre! ¡Vive Jehovah, que si les hubierais perdonado la vida, yo no os mataría!

Entonces dijo a Jeter, su primogénito: —¡Levántate y mátalos! Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor, pues todavía era un muchacho.

Entonces Zébaj y Zalmuna dijeron: —Levántate tú y mátanos; porque como es el hombre, así es su valentía. Entonces se levantó Gedeón y mató a Zébaj y a Zalmuna, y tomó las lunetas que sus camellos traían al cuello.

Los israelitas dijeron a Gedeón: —Gobiérnanos tanto tú como tu hijo y tu nieto, pues nos has librado de mano de Madián.

Pero Gedeón les respondió: —Yo no os gobernaré a vosotros, ni tampoco os gobernará mi hijo. Jehovah os gobernará.

—Y Gedeón añadió—: Quiero haceros una petición: que cada uno me dé un arete de oro de su botín. Los madianitas llevaban aretes de oro, porque eran ismaelitas.

Y ellos respondieron: —De buena gana te los daremos. Tendieron un manto, y cada uno echó allí un arete de su botín.

El peso de los aretes de oro que él pidió fue de 1.700 siclos de oro, sin contar las lunetas, los pendientes y las vestiduras de púrpura que llevaban los reyes de Madián, ni los collares que sus camellos traían al cuello.

Con ellos Gedeón hizo un efod, que expuso en Ofra, su ciudad. Y todo Israel se prostituyó tras ese efod en aquel lugar, y sirvió de tropiezo a Gedeón y a su familia.

Así fue sometido Madián ante los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y la tierra reposó durante cuarenta años en los días de Gedeón.

Jerobaal hijo de Joás fue y habitó en su casa.

Gedeón tenía setenta hijos que fueron sus descendientes directos, porque tuvo muchas mujeres.

También su concubina que estaba en Siquem le dio a luz un hijo, y él le puso por nombre Abimelec.

Gedeón hijo de Joás murió en buena vejez, y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas.

Aconteció que cuando murió Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse tras los Baales, y adoptaron por dios a Baal-berit.

Los hijos de Israel no se acordaron de Jehovah su Dios que los había librado de mano de todos sus enemigos de alrededor,

ni correspondieron con bondad a la casa de Jerobaal, es decir, Gedeón, por todo el bien que él había hecho a Israel.

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Reinado de Abimelec

Biblia cristiana > Antiguo Testamento > Libros Históricos > Jueces > Reinado de Abimelec (7:9:1 - 7:9:57)

Abimelec hijo de Jerobaal fue a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos y con toda la familia de la casa paterna de su madre, diciendo:

—Hablad, por favor, a oídos de todos los señores de Siquem: “¿Qué es mejor para vosotros: que todos los setenta hijos de Jerobaal os gobiernen, o que un solo hombre os gobierne? Acordaos de que yo soy hueso vuestro y carne vuestra.”

Los hermanos de su madre dijeron todas estas cosas a favor de él a oídos de todos los señores de Siquem. Y el corazón de ellos se inclinó a favor de Abimelec, porque decían: “Es nuestro hermano.”

Le dieron 70 piezas de plata del templo de Baal-berit, con las cuales Abimelec contrató a sueldo a hombres ociosos y temerarios, que le siguieron.

El fue a la casa de su padre en Ofra y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres, sobre una misma piedra. Pero quedó Jotam, el hijo menor de Jerobaal, porque se escondió.

Entonces se reunieron todos los señores de Siquem con todos los de Bet-milo. Y fueron y proclamaron a Abimelec como rey, junto a la encina que está al lado de la piedra ritual en Siquem.

Cuando se lo dijeron a Jotam, él fue y se puso en la cumbre del monte Gerizim. Y alzando su voz gritó diciéndoles: —¡Escuchadme, oh señores de Siquem, y que Dios os escuche a vosotros!

Los árboles iban a elegir un rey sobre ellos y dijeron al olivo: “¡Reina sobre nosotros!”

Pero el olivo les respondió: “¿He de renunciar a mi aceite con el cual son honrados Dios y los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?”

Luego dijeron los árboles a la higuera: “¡Ven tú, y reina sobre nosotros!”

Pero la higuera les respondió: “¿He de renunciar a mi dulzura y a mi buen fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?”

Luego dijeron los árboles a la vid: “¡Ven tú, y reina sobre nosotros!”

Pero la vid les respondió: “¿He de renunciar a mi vino nuevo que alegra a Dios y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?”

Entonces todos los árboles dijeron a la zarza: “¡Ven tú, y reina sobre nosotros!”

Pero la zarza respondió a los árboles: “Si en verdad me ungís como rey sobre vosotros, venid y refugiaos a mi sombra. Y si no, ¡salga fuego de la zarza y devore los cedros del Líbano!”

Ahora pues, si habéis procedido de buena fe y con integridad al proclamar como rey a Abimelec; si habéis actuado bien con Jerobaal y con su casa; si le habéis recompensado conforme a la obra de sus manos

(pues mi padre luchó por vosotros arriesgando su vida para libraros de mano de Madián,

pero vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, habéis matado a sus hijos, a setenta hombres sobre una misma piedra, y habéis puesto por rey sobre los señores de Siquem a Abimelec, el hijo de su criada, porque él es vuestro hermano);

si pues de buena fe y con integridad habéis procedido hoy con Jerobaal y con su casa, entonces gozad de Abimelec, y que él también goce de vosotros.

Y si no, ¡que salga fuego de Abimelec, y consuma a los señores de Siquem y a Bet-milo! ¡Y que salga fuego de los señores de Siquem y de Bet-milo, y consuma a Abimelec!

Jotam huyó, se fugó y se fue a Beer, donde vivió, por causa de su hermano Abimelec.

Después que Abimelec había gobernado a Israel tres años,

Dios envió un mal espíritu entre Abimelec y los señores de Siquem. Y los señores de Siquem traicionaron a Abimelec,

de modo que el crimen cometido contra los setenta hijos de Jerobaal, es decir, su sangre, recayera sobre su hermano Abimelec que los mató, y sobre los señores de Siquem que fortalecieron sus manos para que él matase a sus hermanos.

Los señores de Siquem pusieron contra él, en las cumbres de los montes, hombres al acecho, los cuales despojaban a todos los que pasaban junto a ellos por el camino. Y le fue dado informe de ello a Abimelec.

También Gaal hijo de Ebed fue con sus hermanos, y se pasaron a Siquem; y los señores de Siquem pusieron su confianza en él.

Y salieron al campo, vendimiaron sus viñas, pisaron la uva e hicieron una fiesta. Luego entraron en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.

Gaal hijo de Ebed dijo: —¿Quién es Abimelec, y qué es Siquem para que nosotros le sirvamos? ¿No deberían el hijo de Jerobaal y Zebul, su oficial, servir a los hombres de Hamor, padre de Siquem? ¿Por qué, pues, hemos de servirle nosotros a él?

¡Quién pusiera este pueblo bajo mi mano! ¡Yo echaría a Abimelec! Le diría a Abimelec: “¡Aumenta tu ejército y sal!”

Cuando Zebul, alcalde de la ciudad, oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira

y envió astutamente mensajeros a Abimelec para decirle: “He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y están sublevando la ciudad contra ti.

Por tanto, vete de noche, tú y la gente que está contigo, y pon emboscadas en el campo.

Por la mañana, al salir el sol, levántate y ataca la ciudad. Y he aquí que cuando él y la gente que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se te ofrezca.”

Abimelec y toda la gente que estaba con él se levantaron de noche y pusieron una emboscada contra Siquem con cuatro escuadrones.

Gaal hijo de Ebed salió y se detuvo a la entrada de la puerta de la ciudad. Entonces Abimelec y toda la gente que estaba con él salieron de la emboscada.

Al ver Gaal a la gente, dijo a Zebul: —¡He allí gente que desciende de las cumbres de las montañas! Y Zebul le respondió: —Tú ves la sombra de las montañas, como si fueran hombres.

Pero Gaal volvió a hablar diciendo: —He allí gente que desciende por Tabur-haárets y un escuadrón que viene por el camino de la encina de los Adivinos.

Entonces Zebul le respondió: —¿Dónde está, pues, aquel hablar tuyo, cuando decías: “¿Quién es Abimelec, para que le sirvamos?” ¿No es ésa la gente que tenías en poco? ¡Sal, pues, ahora y lucha contra él!

Gaal salió al frente de los señores de Siquem y luchó contra Abimelec.

Pero Abimelec le persiguió, y Gaal huyó de delante de él. Y muchos cayeron muertos, hasta la entrada de la puerta.

Entonces Abimelec se quedó en Aruma, y Zebul echó fuera a Gaal y a sus hermanos, para que no habitasen en Siquem.

Aconteció que al día siguiente el pueblo salió al campo, y le informaron a Abimelec.

El tomó a la gente, la repartió en tres escuadrones y puso emboscadas en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad, se levantó contra ellos y los atacó.

Abimelec y el escuadrón que iba con él acometieron con ímpetu y tomaron posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Los otros dos escuadrones acometieron contra todos los que estaban en el campo y los mataron.

Abimelec combatió contra la ciudad todo aquel día, tomó la ciudad y mató a la gente que estaba en ella. También demolió la ciudad y la sembró de sal.

Cuando oyeron esto todos los señores que estaban en la torre de Siquem, entraron en la fortaleza del templo del dios Berit.

E informaron a Abimelec que todos los señores de la torre de Siquem estaban reunidos.

Entonces subió Abimelec al monte Salmón, él con toda la gente que estaba con él. Abimelec tomó en su mano un hacha y cortó una rama de los árboles; la levantó, la puso sobre su hombro y dijo a la gente que estaba con él: —¡Lo que me habéis visto hacer, hacedlo rápidamente vosotros de la misma manera!

Así que toda la gente cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec. Las pusieron junto a la fortaleza y con ellas prendieron fuego a la fortaleza, de modo que también murieron todos los que estaban en la torre de Siquem, como unos mil hombres y mujeres.

Después Abimelec fue a Tebes. Luego acampó contra Tebes y la tomó.

En medio de aquella ciudad había una torre fortificada en la cual se refugiaron todos los hombres y las mujeres, con todos los señores de la ciudad. Cerraron tras sí las puertas, y subieron a la azotea de la torre.

Abimelec fue a la torre, la atacó y se acercó a la puerta de la torre para prenderle fuego.

Pero una mujer dejó caer una piedra de molino sobre la cabeza de Abimelec y le destrozó el cráneo.

Entonces él llamó apresuradamente al joven, su escudero, y le dijo: —Saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: “Una mujer lo mató.” Su escudero lo atravesó, y él murió.

Y cuando los hombres de Israel vieron que Abimelec había muerto, se fue cada uno a su lugar.

Así Dios devolvió a Abimelec el mal que él había hecho contra su padre, cuando mató a sus setenta hermanos.

Dios hizo que toda la maldad de los hombres de Siquem volviera sobre sus cabezas. Y cayó sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.

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